La brecha generacional

ABC 01/12/15
IGNACIO CAMACHO

· Las dos Españas ideológicas se han convertido en generacionales. Estas elecciones son un duelo de biografías colectivas

ES fama que Zapatero y su sonrisa ganaban de largo entre el electorado femenino, como aquel González primigenio al que las mujeres le pedían a gritos un hijo suyo. A medida que se abotargaba en el poder con la consiguiente pérdida de frescura, el felipismo abrió la primera brecha generacional en la sociología electoral española, apuntalando sus victorias con el voto de los pensionistas, a los que convirtió en un segmento decisivo. Hasta tal punto fue así que los jóvenes tuvieron un protagonismo crucial en el triunfo de Aznar, aunque pronto lo repudiaron a cuenta de la guerra de Irak. Pero el fenómeno de «la primera papeleta» resultó determinante en la liquidación del felipato porque muchos votantes inaugurales nacidos ya en el posfranquismo se rebelaron contra el único gobernante que conocían. Esa dialéctica entre lo nuevo y lo viejo ha vuelto ahora de manera crucial como consecuencia del desgaste de las instituciones y los partidos del sistema, y se perfila como un factor clave en el resultado de diciembre. La resistencia del bipartidismo se va a medir por su capacidad de mantener el apoyo de los mayores.

Que no son pocos. En España hay ocho millones y medio de ciudadanos con más de 65 años, y seis millones de entre 50 y 64. Eso es una masa crítica muy respetable que en ningún caso se puede minusvalorar desde el adanismo surgido de los escombros de la crisis. En ese sector se imponen con claridad los dos grandes partidos que han estructurado la historia de esta democracia, y si se combina con los catorce millones de personas que viven en municipios pequeños, poco permeables al ciberactivismo de las nuevas formaciones, resulta un bastión de considerable firmeza. A esos electores les cuesta trabajo cambiar; su voto está muy asentado por ideología o por experiencia y tienden a considerar aventurerismo lo que para otros es renovación. Ahí residen las esperanzas del PP y del PSOE, abandonados en masa por una juventud que ha desmitificado la Transición de los adultos y aspira a vivir la suya propia.

El crecimiento de Ciudadanos y Podemos resulta incontestable entre los menores de 45 años, sobre todo en las grandes áreas urbanas, las menos expuestas al clientelismo. Las nuevas televisiones y las redes sociales son su instrumento de penetración; por eso le dan tanta importancia a los debates que Rajoy rehúye para eludir el contraste de su edad y su aspecto con los de los candidatos emergentes. El éxito de estos ha sido el de convertir estas elecciones en una confrontación de biografías colectivas, aunque luego tendrá que resolverse en un pacto de generaciones. Se trata de una sacudida de rebeldía iniciática casi freudiana en términos de psicología social. Arrasada a base de desengaños la confianza en los programas, España va a votar en términos meramente perceptivos. Cuando faltan las ideas se impone la política de las sensaciones.