La música en directo: Un instrumento muy político

EL CORREO 25/08/13

· La música en directo se ha convertido en un envoltorio idóneo para las reivindicaciones, como evidencia el ‘Concierto por la libertad’ del Camp Nou.

· «La música no sustituye al discurso, pero aumenta su difusión y mejora su percepción»

REUTERS. ‘Concierto por la libertad’ en Barcelona, el 29 de junio.
REUTERS. ‘Concierto por la libertad’ en Barcelona, el 29 de junio.

 

Política y música pueden compartir partitura y mostrarse afinadas en público, como se ha puesto de manifiesto este verano en el Camp Nou, lleno hasta la bandera para reivindicar el derecho a decidir con las actuaciones de Lluís Llach, Peret o Fermín Muguruza, entre otros. El acontecimiento, secundado por 90.000 almas en lo fue una demostración de fuerza de los partidarios de la consulta en Cataluña, remitió a los tiempos de las reivindicaciones en grandes recintos al aire libre, animadas por artistas comprometidos con diferentes causas.

Este formato, conocido en la industria de la música como rock de estadio, permite celebrar conciertos en grandes recintos en los que se establece una poderosa comunicación de masas entre artistas y el auditorio. Se trata de espectáculos para miles de personas, generalmente organizados en míticos campos de juego, coliseos y plazas de toros que han pasado a formar parte del imaginario colectivo. Lo importante no es tanto verlo en primera línea, sino, simplemente, haber estado ahí presente. «Yo estuve allí», subrayan quienes pudieron asistir, por ejemplo, a la primera edición del Live Aid, el festival de mayor impacto en el activismo político de las últimas décadas y toda una referencia para ceremonias posteriores.

El Live Aid se montó en 1985 como una colosal plataforma solidaria para África, sumida en la hambruna. El festival se celebró de manera simultánea en los estadios de Wembley, en Londres, y J.F.K., en Filadelfia. La ceremonia, convertida en una revisión a lo grande de la canción protesta, fue retransmitida vía satélite a medio mundo y reveló el tirón de la música como banda sonora de las reivindicaciones no necesariamente sostenidas por políticos en primera línea. Su impulsor, el músico Bob Geldof –el que cantaba la célebre ‘I Don´t Like Mondays’ en The Boomtown Rats–, es más conocido desde entonces por su activismo que por su trayectoria musical. Por ambos escenarios desfiló lo más granado del momento, como la conciencia de Bob Dylan, la épica de U2, la fuerza de Judas Priest y los himnos de Queen. Fue un instrumento muy político.

Un gancho emocional

Un gancho emocional demasiado atractivo para pasar desapercibido en el mundo de la política, necesitada cada vez más de recursos para poder envolver discursos que, sin una buena melodía, espectáculo o artista creíble, serían difícilmente digeribles con políticos seriamente tocados por el descrédito. Casi treinta años después, la fórmula sigue vigente. Aunque con un formato en vivo más modesto, algo de todo esto resonó en el campo del fútbol del Barcelona el pasado 29 de junio, en el ‘Concierto por la Libertad’ convocado por Òmnium Cultural y la Asamblea Nacional Catalana. Entre senyeras y esteladas –la bandera del independentismo–, más de 400 artistas pusieron letra y ritmo en el Camp Nou al derecho a decidir.

«La música no sustituye al discurso, pero aumenta la difusión de una propuesta política y mejora la percepción del mensaje. Ayuda a comunicar mejor determinados proyectos y relatos políticos», explica el politólogo Yuri Morejón Ramírez de Ocáriz, especializado en opinión pública. Símbolos universales como la paz forman parte de esta cultura.

La música «es un elemento de comunicación política» que permite proyectarse en «nuevos formatos audiovisuales más atractivos para captar la atención, sobre todo en la televisión», indica Morejón, consultor de comunicación pública de empresarios y políticos.

En esta batalla por la notoriedad, los promotores del acto en el Camp Nou buscaron consolidar el proceso por la consulta soberanista en Cataluña a través de un acontecimiento que quedase grabado en el imaginario colectivo siguiendo la estela de la manifestación de la Diada. No era la primera vez que lo intentaban. El 24 de junio de 1981, en plena convulsión aún por el golpe de Estado, un movimiento en defensa de la lengua y cultura catalanas llenó el mismo estadio bajo el lema ‘Somos una nación’, ambientado por actuaciones de La Trinca, artífices décadas después del fenómeno ‘Operación Triunfo’ en España, y Lluís Llach, que repitió recital este año.

Para Morejón, el empleo de artistas musicales para defender viejas y nuevas reivindicaciones obedece a la actual «falta de referentes y liderazgos» en el mundo de la política. «De esta forma se llega a más públicos que si saliese al escenario un político. Se empatiza con audiencias que no leen o no suelen leer las secciones de política de los medios ni los editoriales», señala.

Por ejemplo, el protagonismo del acto soberanista de Barcelona estuvo repartido entre los músicos y el público, ya que los políticos presentes de CiU, ERC, ICV y las CUP, y los siete consejeros de la Generalitat que acudieron se colocaron en un segundo plano. En el caso del presidente del Gobierno catalán, Artur Mas, ni fue, ya que se casaba su hija en Menorca. Tampoco estuvo Josep Antoni Durán i Lleida, su socio en Unió. El lugar más preeminente de la causa por el derecho a decidir fue ocupado por los organizadores, el himno de Els Segadors y una amplia nómina de artistas en un Camp Nou engalanado con el lema ‘Freedom Catalonia’, entre los que figuraron Sopa de Cabra, Dyango, Paco Ibáñez, Ramoncín, Peret, María del Mar Bonet o Beth, de ‘OT’.

Movilización electoral

«La música es un grandísimo generador de emociones que influye en la opinión. Provoca lazos, un vínculo con las personas a las que va dirigida. Y no sólo la melodía; también las letras», recalca el politólogo.

En el estadio del Barça, Lluís Llach fue el ariete por la independencia cuando puso el campo en pie con el tema ‘Tossudament Alçats’ (Tozudamente alzados), según las crónicas realizadas en Cataluña. «El anhelo que nace en cada uno, el afán de soñar un futuro nuevo, que se hace de todos si nos damos la mano, para un mundo posible», recitaba el 29 de junio el cantautor ante 90.000 personas. Un público familiar y de clase media que abarrotaba el campo del Barcelona como en los grandes duelos frente al Real Madrid.

«La movilización del electorado es la clave. Cambiar la conducta o dirigirla», destaca Yuri Morejón. «En política, la música, más que amansar a las fieras como se dice, cautiva a las personas, las emociona y las moviliza», concluye.

En el País Vasco, las grandes celebraciones al aire libre que funden música y reivindicación están más ligadas a movimientos de la izquierda y del nacionalismo, sobre todo de lo que se denominaba MLNV. Sin embargo, este formato ha perdido algo de fuelle en Euskadi en los últimos años, mientras han ganado entidad otras fórmulas más modestas, como el empleo de conciertos y canciones en mítines y actos políticos bajo techo. Las campañas más recientes así lo atestiguan. PSE y PNV han emulado a Obama al compartir el tema ‘Working On A Dream’ (Trabajando en un sueño), de Bruce Springsteen. Los socialistas lo hicieron en la convocatoria electoral de 2009 que aupó a Patxi López a Ajuria Enea. Los jeltzales, en la reelección de Iñigo Urkullu como presidente del EBB, en enero de 2012. Bildu creó su propio ‘jingle’ en su estreno electoral, una pegadiza melodía cantada por el vocalista de Su Ta Gar.

La mayor innovación en este campo, sin embargo, llegó de la mano del PP vasco, el partido que precisamente más alejado había estado de la cultura musical en público. En 2009, con Antonio Basagoiti al frente, pusieron en práctica la ‘política pop’, una forma de decir casi lo mismo, pero con una armonía mucho más agradable en su intento por abrirse a la sociedad. En este empeño animaron sus actos con actuaciones de Pignoise, Pitingo, Cómplices o Guaraná.

Nacionalismo vasco

Históricamente, «las derechas han sido menos dadas a los actos de masas porque disponen de otros canales para llegar a sus simpatizantes», explica Jesús Casquete, profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos de la Universidad del País Vasco. En Euskadi, las izquierdas tenían en los estertores del franquismo y durante la Transición los mismos referentes musicales que en el resto del Estado: Paco Ibáñez, Pablo Guerrero, Labordeta, Raimón y Lluís Llach.

El nacionalismo vasco «hizo pronto de la música un elemento de su praxis cultural», cita Casquete. Ya en la II República, las juventudes del PNV de Bilbao editaron cancioneros. Con la recuperación de la democracia, «el PNV pasó de partido-movimiento a partido-institución», lo que desactivó su «pulsión movilizadora», recuerda el profesor. Desde entonces, «renunció a los actos de masas». Y la música «perdió protagonismo».

Otra historia es la izquierda abertzale, habitualmente apoyada en la música para enarbolar sus proclamas, con una atención especial a los públicos más jóvenes en acampadas y ‘topagunes’. Casquete echa la vista atrás sobre el MLNV. «Su política de calle venía acompañada de símbolos musicales. El ‘Eusko Gudariak’ es el caso más claro, pero hay más. ‘Izarren Hautsa’, de Xabier Lete, interpretada por Mikel Laboa, es un ejemplo claro, sobre todo aquella estrofa que dice ‘gu sortu ginen enbor beretik sortuko dira besteak’ (‘del mismo tronco del que hemos surgido nosotros, otros surgirán’) en contextos funerarios de ‘gudaris’; las canciones de Pantxo eta Peio con letra de Monzón son otro ejemplo. La música ahí es un canal clave para despertar emociones y para canalizarlas desde la identidad nacionalista», explica.

Pero en contextos muy ideologizados la música puede dividir. No es lo mismo el ‘Eusko Gudariak’ cantado por el PNV que por la antigua HB. Ni tiene el mismo significado el himno oficial de Euskadi si a la melodía se le añade la letra que ideó Sabino Arana, fundador del partido jeltzale. Ni la ‘Internacional’ suena igual si la entonan socialistas o comunistas. Ni siquiera Peret parece el mismo del ‘borriquito como tú’ envuelto en la estelada que en plan rumbero junto a Manolo Escobar.

EL CORREO 25/08/13