La religión política del MLNV

BORJA VIVANCO DÍAZ, EL CORREO 30/11/13

· No rara vez las fotografías de los presos de ETA cuelgan también en los atrios de las iglesias, ante la indiferencia o la impotencia de los párrocos.

El siglo XXI será espiritual o no será», vaticinó, hace ya cinco décadas, el escritor francés André Malraux. La pérdida de influencia de las instituciones eclesiásticas o la menor presencia de las formas tradicionales de religiosidad en el mundo occidental, claramente constatadas a lo largo del siglo pasado, no han implicado necesariamente la germinación de una nueva antropología materialista. Más bien, abren las puertas a nuevas vivencias e interpretaciones místicas y espirituales no vinculadas al teísmo o al deísmo. La ‘religión civil’ o la ‘religión política’ es, por ejemplo, una de ellas.

Los filósofos de la Ilustración, con Jean-Jacques Rousseau a la cabeza, formularon y llenaron de contenido el concepto de ‘religión civil’; a la luz de principios de ‘ética política’ ajenos a valores explícitamente religiosos y en el singular marco histórico que condujo a la Revolución Francesa y al proceso de independencia de los Estados Unidos.

La descristianización ha puesto de relieve en los tiempos más recientes, y tal vez más que nunca, los conceptos de ‘religión civil’ o ‘religión política’. No son términos despectivos, sino conceptos técnicos y metodológicos al servicio de la sociología o la ciencia política. El idealismo político es una alternativa natural al vacío existencial que, para muchos, la ‘increencia’ o el no compartir las formas tradicionales de religiosidad pueden llegar a implicar.

Ciertamente la izquierda abertzale ha representado, como pocos movimientos ideológicos actuales, lo que podemos denominar ‘religión civil’ o ‘religión política’. Es decir, la adhesión inquebrantable a un proyecto de sociedad sustentado en firmes e incuestionables principios ideológicos; cuyos seguidores presuponen que son válidos para todos los ciudadanos y por los cuales son capaces de realizar todo tipo de sacrificios. El Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) conforma una rara y explosiva combinación entre nacionalismo radical, por un lado, y marxismoleninismo o incluso maoísmo, por otro, que irrumpió a caballo de los años 60 y 70 del siglo XX.

El MLNV fue brotando principalmente en aquellas localidades rurales de Guipúzcoa en donde el nacionalismo tradicional, representado por el PNV, había ganado menos adeptos. La decepción respecto al integrismo católico carlista, alineado en un principio con la dictadura, dejó asimismo un vacío que favoreció el tránsito hacia posturas políticas también maximalistas, antítesis del franquismo, que vinieron representadas por el MLNV. Hijos o nietos de requetés fueron de los primeros que se sintieron fascinados por el radicalismo del MLNV. El mismo carlismo, por su parte, recordemos que evolucionó rápidamente desde el tradicionalismo derechista hacia posturas izquierdistas en clave de ‘socialismo autogestionario’, que lo imbuyeron sin remedio en una crisis de identidad y que lo hizo desaparecer para siempre.

Además durante la década de los 60, la desordenada industrialización y el fenómeno inmigratorio de las comarcas del hasta entonces País Vasco rural, y en el contexto internacional de los procesos de descolonización y las revoluciones tercermundistas, allanaron el camino para encender sinergias entre el socialismo y las reivindicaciones nacionalistas. Porque el MLNV ha representado no solo una ‘religión política’, sino también sincretista y fruto de la simbiosis de moldes de culto católico, devoción hacia la patria vasca y clásica dialéctica marxista.

El MLNV no solo creó un imaginario político sino que también se dotó de un entramado cultural que le proporcionó una fuerte y diferenciada identidad, que incluyó desde al ya prácticamente desaparecido ‘rock radical vasco’ hasta la formulación de toda una ‘liturgia’ que guiara sus homenajes a los miembros de ETA.

El MLNV ejerció, en buena medida, de religión de reemplazo del catolicismo en amplias zonas de nuestra geografía y lo hizo a través de un proceso sociocultural acelerado y no traumático, casi podríamos decir que de modo natural y sin que afloraran tensiones intergeneracionales relevantes.

No puede afirmarse, no obstante, que la Iglesia católica haya sido cómplice en el surgimiento del MLNV porque el distanciamiento ético entre ambos ha sido siempre, además, bien constatable. Y ETA no nació en ningún seminario católico, como algunos demagógicamente han apuntado, aunque igualmente hay que reconocer que tampoco la institución eclesial se ha contado nunca entre sus enemigos a batir. Ahora bien, la denuncia explícita por parte de los obispos del País Vasco y Navarra de los postulados totalitarios del MLNV, con todas sus siglas, hubiera sido particularmente oportuna en los años de la transición política, por ejemplo, cuando la Iglesia católica conservaba aún una fuerte influencia sobre la sociedad y hasta en algunos sectores de la izquierda abertzale.

Hoy, en las fiestas patronales de los feudos del MLNV, los presos de ETA alcanzan más protagonismo que los santos católicos en cuyo honor se celebraron durante siglos. No rara vez las fotografías de los presos de ETA cuelgan también en los atrios de las iglesias, ante la indiferencia o la impotencia de los párrocos. En el día grande de las fiestas, algunas veces ni quedan ya mozos jóvenes dispuestos a portar sobre sus hombros, y en procesión, las imágenes de los ‘santos patronos’ y que antaño constituían el mayor orgullo de cada pueblo. Mientras que, eso sí, en la actualidad no faltan jóvenes que organizan sus particulares ‘procesiones’ que llaman ‘kalejiras’ y que recorren las calles de sus municipios exhibiendo las fotografías de los presos locales de ETA. Ellos son ahora sus ‘santos mártires’ y el mayor exponente del ‘mesianismo político’ del MLNV.

BORJA VIVANCO DÍAZ, EL CORREO 30/11/13