Pablo Iglesias usa la consulta para blindar su rechazo al PSOE

EL MUNDO – 19/04/16 – EDITORIAL

· La estrategia política desarrollada por Pablo Iglesias desde las elecciones generales del 20 de diciembre pivota sobre dos ejes: el desprecio absoluto al PSOE y el rechazo visceral a Ciudadanos. Todo ello, supeditado al objetivo de fondo de hegemonizar la izquierda en España, en caso de un eventual adelanto de elecciones. Quizá por eso no extrañó a nadie –salvo a Pedro Sánchez– que la presencia de Podemos en la reunión tripartita que estrambóticamente se empeñó en convocar el líder socialista hace dos semanas culminara en el portazo de Iglesias a Rivera y al propio Sánchez.

El corolario consistió en endosar a las bases de Podemos su posición final en las negociaciones convocando un referéndum cuyo único fin era blindar a Iglesias ante sus votantes y ante la opinión pública. Escudarse en la decisión de sus militantes es el subterfugio que ansiaba el secretario general de Podemos para descargar su responsabilidad en caso de repetición de las elecciones.

Ciertamente, los resultados de la consulta arrojan un saldo gratificante para Pablo Iglesias. El 88,2% de las bases de Podemos votó no al acuerdo de gobierno suscrito entre el PSOE y Ciudadanos. Además, casi el 92% de quienes votaron respaldaron la opción que abandera Iglesias, basada en un Gobierno a la valenciana entre PSOE, Podemos, IU y Compromís. A la consulta interna, vinculante aunque de dudosas garantías procesales, estaban llamados al voto 393.538 personas. Finalmente, participaron 149.444, lo que supone casi un 38% del censo. Podemos superó en esta ocasión el récord de votantes (en número) registrado en el congreso fundacional de Vistalegre, en octubre de 2014, pero no el porcentaje del censo de entonces.

En aquella ocasión votó el 54% de la militancia. Iglesias, por tanto, puede decir que ha salvado los muebles de la participación, aunque fue la propia dirección morada la que para mitigar la abstención rebajó el número de militantes «activos» a 204.844. Con esta cifra, la participación se eleva a un irreal 73%. Esta falta de rigor y de seriedad en el tratamiento de los datos internos revela la hipocresía de la acción política de Podemos. Porque, pese a las ínfulas regeneradoras de las que alardean sus dirigentes, lo cierto es que el referéndum llevado a cabo entre sus bases no puede decirse que sea un modelo de democracia interna.

El secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique, calificó ayer de «histórica» la consulta. La realidad es que fue una votación a la búlgara –muy parecida a la que Sánchez impulsó entre la militancia del PSOE tras pactar con Rivera– en la que el resultado estaba inducido tanto por la elección de las preguntas, como por la postura que la cúpula de la formación morada ha venido manteniendo desde el 20-D.

La consulta orquestada por Podemos no ha sido más que un extraordinario ejercicio de futilidad política, inservible a efectos de lo único que interesa a los ciudadanos: la formación de Gobierno después de más de cien días de funambulismo de los diferentes partidos. Iglesias no quiere pactar con el PSOE. No lo ha querido nunca, pese al empeño contumaz de Sánchez. El resultado de la votación de su militancia le permite anclar esta postura, además de sortear las llamadas a seguir dialogando con los socialistas sin vetos ni líneas rojas. Esto explica que ayer todos los portavoces de la formación morada enfatizaran un discurso que insiste en culpar al PSOE de la posible repetición de elecciones.

Podemos mantiene la exigencia a Sánchez de hacer pasar su investidura por la vía del 161, que son los escaños que sumaría la izquierda. Esta opción, que necesariamente debería contar con la abstención de los independentistas, volvió a ser rechazada ayer por los socialistas, lo que en la práctica significa que el bloqueo actual –salvo sorpresa de última hora– conduce irremediablemente a unos nuevos comicios en junio.

Rajoy ha esperado a que se celebrara la consulta en Podemos para confirmar que llamará a Sánchez. Así, no ha conseguido más que conceder a la votación de Podemos una entidad política de la que carece. Y Sánchez, por su parte, sigue sin hacer ni un mínimo gesto de acercamiento al PP. Da la impresión de que todos los partidos están más interesados en eludir su responsabilidad ante unas nuevas elecciones que en agotar las vías para un acuerdo in extremis.

EL MUNDO – 19/04/16 – EDITORIAL