Raúl López: «No puede ser que el final del terrorismo se escriba como una historia sin culpables»

Entrevista RAÚL LÓPEZ / Historiador, EL CORREO – 09/03/15

Raúl López
Raúl López

· Este investigador ha liderado el informe que fue presentado en el Parlamento sobre el impacto de la violencia en Euskadi.

· Otras violencias: «Los GAL fueron un desastre en todos los sentidos, tanto en el ético como en el político».

Puede sorprender que con sólo 32 años, el historiador Raúl López Romo se haya situado al frente de un informe sobre el impacto del terrorismo en Euskadi elaborado por el Instituto Valentín de Foronda de la UPV a instancias de la Dirección de Promoción de la Cultura del Gobierno vasco. Pero no ha estado solo. Ha contado con la colaboración de otros veteranos como Luis Castells, José Antonio Pérez –miembro de la comisión creada por el Ejecutivo autónomo para abordar los abusos policiales– y Antonio Rivera.

El estudio aborda todos los grupos violentos que han operado en Euskadi, pero deja una conclusión clara: «ETA ha sido el más mortífero». López compareció hace unos días en el Parlamento vasco a petición del PSE.

– ¿Qué tiene su informe de novedoso?

– Hemos tratado de hacer una contextualización desde un enfoque historiográfico de toda la trayectoria del terrorismo en Euskadi desde el punto de vista de los efectos que ha provocado. La aportación más importante que realizamos es la cuantificación de la movilización social cuando hubo atentados mortales. Todos podíamos sospechar que la respuesta en los momentos iniciales fue pequeña, pero ahora lo hemos confirmado con datos.

– La respuesta que ofrecen es bastante lamentable para la sociedad vasca. ¿Era inevitable esa falta de implicación con las víctimas?

– En historia no hay nada inevitable. Eso responde a un contexto concreto. Hubo partidos y asociaciones que desde un momento temprano sí tomaron una postura activa de sacar a la gente a la calle contra el terrorismo de ETA.

– ¿Por ejemplo?

– Pues el Partido Comunista. Era una formación pequeña pero tuvo una postura activa. En su momento había defendido una respuesta violenta a la dictadura franquista con el maquis, pero desde mediados de los cincuenta abogó por la reconciliación nacional, y eso implicaba democracia y paz. Y ellos vieron que lo que ETA estaba haciendo era exactamente lo contrario. Ese tipo de posturas eran excepcionales.

– ¿En qué medida influyó la herencia de la dictadura en el respaldo que tuvo ETA durante la Transición?

– ETA carga con cierto prestigio porque en ciertos ambientes se le consideró una organización principalmente antifranquista. Pero resulta que yendo a los datos descubres que de sus más de 800 asesinatos, solo algo más de 40 fueron durante la dictadura. ETA no era una organización que luchaba por las libertades, sino que es una conculcadora de esas libertades. Medró y tuvo cierta capacidad para perdurar en el tiempo gracias a una falta de cultura democrática. Y eso tiene que ver con el odio al diferente bajo la etiqueta difamante de españolista.

– ¿Por qué la ciudadanía respondía de esa manera? ¿Por miedo? ¿Por convicción?

– La mayoría de la gente siempre ha estado en desacuerdo con los métodos de ETA. Pero otra cosa era mostrarse de forma activa en la calle. Hay una parte de miedo y otra de pensar que movilizarse daba aire a los oponentes políticos sin verse únicamente como un acto cívico de denuncia de un crimen.

– Aportan una reflexión. El terrorismo causó la «clandestinización» de la «derecha españolista» y del «centro no abertzale» con la «consiguiente merma democrática».

– Ha habido un amedrentamiento claro y eso tiene un coste político y supone mucho desgaste. Hay un dato que dice mucho: en 2002, antes de ayer en términos históricos, sólo el 4% de los votantes del PP no tenían miedo a hablar de política.

– Pero no sólo la respuesta social fue deficiente, también la judicial. Los sumarios se cerraban un mes después de los atentados.

– Algunos expedientes están perdidos, no se sabe ni dónde están y en algunos casos la investigación se cerraba 24 horas después del asesinato. Hay una parte de responsabilidad institucional. También es verdad que el Estado estaba sobrepasado. No era capaz de gestionar toda esa avalancha de investigaciones que tenía que analizar. Según diversas fuentes, puede haber hasta 300 crímenes sin resolver. Sigue haciendo falta una gran labor de investigación.

«Compensar a las víctimas»

– Más allá de la falta de medios para aclarar los atentados, también es verdad que el Estado tampoco supo arropar a las víctimas.

– Las instituciones acudían a los funerales de las víctimas, pero no sacaban a la gente a la calle ni cogían esa bandera movilizadora. Cuando se produce la ausencia de las víctimas en el espacio público se produce la muerte social.

– ¿ETA actuaba como una mafia?

– En algunos casos hay comportamientos mafiosos. Nosotros ponemos el caso del alcalde de Oiartzun, al que días antes de ser asesinado le pusieron un gato muerto en la puerta de su casa. Y no fue una excepción.

– Se preguntan en qué medida ha afectado el terrorismo a la sociedad vasca y a sus instituciones. ¿Han encontrado respuesta?

– La afectación ha sido a muy diversos niveles, en el económico, a nivel social… Todavía falta mucho por hacer y es preciso evitar lo que Juan José Carreras, un historiador ya fallecido, calificaba como la igualación de las memorias. Existe el riesgo de que una vez acabado el terrorismo tendamos a ver lo sucedido como un escenario en el que todos hemos sido víctimas y al final nadie es culpable. Y la historia no se puede escribir así. José Bono sacó, por ejemplo, a desfilar a un voluntario de la División Azul y a un republicano. El sufrimiento que esas personas hayan podido padecer por participar en una guerra puede ser el mismo, pero el sentido político no tiene nada que ver. Una persona estaba defendiendo la legalidad democrática de la República y otra atacándola. Pues aquí se puede hacer la extrapolación.

– Ustedes sostienen que hay una «estrategia» por parte de quienes apoyaron el terrorismo a justificar o «suavizar» la acción de ETA. Aluden a la izquierda abertzale.

– Sí. Todavía les queda mucho camino que recorrer, si es que alguna vez lo recorren. Siempre tienden a exculparse acusando al otro de los abusos policiales, de las torturas y separándonos en dos bandos. Primero, aquí no ha habido dos bandos, sí ha habido abusos policiales y torturas, y su existencia y su ocultación es algo que todo demócrata debe denunciar. Ahora, también hay que censurar el uso de esas denuncias de torturas para, en lugar de fomentar un sistema democrático, hacer justamente lo contrario, justificar que ETA continuara matando.

– ¿Qué sensación tuvo durante su comparecencia en el Parlamento?

– Nosotros quisimos hacer ver que presentábamos un estudio como historiadores, como científicos sociales y que la exigencia de método hace que tengamos que justificar cada una de nuestras afirmaciones con datos. El representante de EH Bildu nos trató de encasillar como parciales, etc. Pero nuestro único bando es el conocimiento riguroso. La historia no es una ciencia exacta y es verdad que en base a unos datos, las interpretaciones variarán. Pero hay que huir de historias partisanas que intenten justificar el terror. Hay algo evidente: ETA ha sido la organización más longeva, la más mortífera con diferencia y la que más apoyo social ha tenido.

– ¿Y ese apoyo social no es una cruz que siempre deberá llevar la sociedad vasca?

– Eso no tiene vuelta de hoja. Lo que nos corresponde es compensar a las víctimas. Una de las conclusiones que hacemos es que toda esta historia no fue inevitable. Al contrario de lo que los propios terroristas consideraban, que tenían una especie de imperativo histórico para hacer lo que hicieron, nosotros destacamos el papel de su elección por el mal. Adolf Eichmann (dirigente nazi juzgado y condenado a muerte en Israel en 1961) también decía que no tenía elección. Ellos dicen que tuvieron que coger las armas para defender no se qué… Eso te pone ante un dilema, la denominada banalidad del mal. Un tipo gris, que está satisfecho de no tener un criterio propio, pero es que un tipo tan intrascendente puede cometer una cosa tan transcendente como quitarte la vida. Toda esa carga está en nuestra mochila, ahora hay que gestionarla.

– Un tipo gris que volvía a su pueblo o estaba en la cárcel y era considerado un héroe.

– Pues sí, poco más se puede decir.

– ¿Es necesario crear un único relato de lo que sucedió?

– Como historiadores no somos partidarios de que haya un solo relato. Es reduccionista y pobre. Tiene que haber relatos en plural. Pero aquellos relatos que estén sustentados por las instituciones democráticas deben guardar unos mínimos éticos. No tiene sentido que las instituciones públicas fomenten una especie de igualación de todas la memorias incluyendo la de los victimarios, sería una laminación moral de las víctimas del terrorismo.

– Hace una semanas, el exsecretario de Seguridad, Rafael Vera, consideró que los GAL habían sido beneficiosos en la lucha contra ETA. ¿Está de acuerdo?

– En absoluto. Los GAL fueron un desastre en todos los sentidos. Ético, político y porque para mucha gente igualó a un Estado democrático con una organización terrorista. Dio munición dialéctica para que el mundo de la izquierda abertzale dijera que su violencia era reactiva y que tenía justificación para seguir practicándola.

Entrevista RAÚL LÓPEZ / Historiador, EL CORREO – 09/03/15