Tonia Etxarri, EL CORREO, 29/10/12
Desde que ganó las elecciones autonómicas vascas, Iñigo Urkullu se ha mantenido fuera de los focos dejando en el aire el dibujo inacabado de un futuro Gobierno inspirado en grandes acuerdos sin exclusión. Sin embargo, la percepción general sobre sus intenciones coincide en señalar que el próximo Ejecutivo de Ajuria Enea será dirigido por un equipo monocolor. Por eso, la ronda que va a iniciar el presidente del PNV a partir de mañana con el resto de partidos parece tener una orientación más formal que de contenido. Con sus 27 escaños de los 75 que componen el Parlamento de Vitoria no parece la fórmula más adecuada y sólida para garantizar a los ciudadanos un Gobierno estable, tal y como prometió. Pero todo dependerá de sus prioridades. De los objetivos que quiera lograr en esta legislatura.
Su proyecto de soberanía aplazada, con la consulta sobre el derecho de autodeterminación, tiene la fecha marcada para 2015. Pero en los dos primeros años el futuro lehendakari tendrá que buscar salida a la crisis económica y a la reorganización institucional de la comunidad autónoma, tan perjudicada ahora por la duplicidad de servicios. En la obra de Lewis Carroll, Alicia (en el país de las maravillas) pregunta al gato qué camino debe tomar para salir de la encrucijada donde se encuentra. Y el felino le responde: «Depende mucho del lugar a donde quieras ir». Eso mismo le ocurre a Iñigo Urkullu. Que esta semana tendrá que desbrozar su plan y explicárselo a EH BIldu, socialistas, populares y UPyD. ¿Dónde quiere ir? Depende de la importancia que conceda a una reforma de la fiscalidad, a la necesaria ley municipal, a los ajustes presupuestarios, al refuerzo identitario nacionalista, al futuro de Kutxabank… Es decir, a los intereses prioritarios de los vascos.
Durante semanas se mantendrá la incógnita de la cuestión clave: ¿Dónde quiere ir Urkullu? Analistas y políticos repasarán sus promesas de campaña, darán vueltas al grueso programa electoral presentado e interpretarán palabras y gestos en la fase de tanteo con el resto de partidos. Pero la respuesta a la pregunta, la prueba del algodón, solo llegara cuando el líder del PNV anuncie su Gobierno. Entonces, y solo entonces, sabremos donde quiere ir Urkullu.
En una comunidad como la vasca, que sigue siendo plural a pesar de que la mayoría nacionalista se va a visualizar cada vez que se reúna el Parlamento, continúan cotizando al alza los acuerdos amplios y transversales. No es un tópico sino la fórmula más integradora. No sólo por la memoria positiva que dejó la experiencia de los gobiernos de José Antonio Ardanza, que también, sino porque la situación de crisis creciente va a requerir un Ejecutivo estable para no tener que ir improvisando acuerdos, como hizo Zapatero en su última legislatura, en función de los nuevos problemas que vayan surgiendo.
Tal como están las cosas, el nuevo Gobierno de Urkullu no puede permitirse perder votaciones de gran calado. Como la ley de presupuestos, por ejemplo, por citar la más inmediata en el calendario. El PP no le resuelve la cobertura de esos 11 escaños que precisa para superar la mayoría absoluta, y su disputa nacionalista con los herederos de Batasuna aleja la perspectiva de cualquier alianza estable . Tampoco parece sencillo un pacto fiable con los socialistas (una de las formulas preferidas por los encuestados en los sondeos demoscopicos), dado que las relaciones entre los dos partidos quedaron a la altura del fango después del mandato de Patxi López .
El partido socialista, cuya crisis postelectoral se ha agravado con las intenciones de su máximo responsable alaves, Txarli Prieto, de abrir expediente a los disidentes, no está en condiciones de exigir grandes contrapartidas en el caso de que el PNV necesitara su apoyo. Salvo en una cuestión. La utilización de posibles coincidencias entre PSE y EH Bildu en políticas sociales como instrumentó de presión. Una alianza que les dejaría a tan sólo un escaño, el de UPyD, de la mayoría absoluta que necesitan en el Parlamento de Vitoria.
Las relaciones entre socialistas y nacionalistas, tan estrechas en tiempos de Ardanza, cuando mandaba el PNV y gobernaban los dos partidos, han dado un giro de 180 grados durante el mandato de López. En la etapa de los gobiernos de coalición entre socialistas y nacionalistas los dos partidos se profesaban, a pesar de sus crisis, un respeto que el propio Ardanza quiso reproducir la pasada semana en el acto de entrega de premios del Gobierno Vasco con motivo de la celebración del Estatuto de Gernika. El exlehendakari, en su discurso de agradecimiento y paseando por el recuerdo de sus 14 años de gobierno, citó a los consejeros que ya fallecieron. Pero dedicó una mención especial a Fernando Buesa, a quien ETA asesinó en el año 2000 y a José Ramón Recalde «a quien una bala asesina destrozó la cara». Los nombres de los dos consejeros socialistas de sus gobiernos arrancaron, en las dos citas, las ovaciones más cálidas del acto oficial.
Pero a la inversa, con los socialistas gobernando gracias al apoyo del PP y el PNV en la oposición, las relaciones entre los dos partidos han atravesado un deterioro tan explícito que hará falta mucho más que buenas palabras y mensajes genéricos de diálogo sin exclusiones para recomponer las relaciones. En el caso de que exista esa voluntad. De momento, los socialistas intentan cicatrizar las heridas tras la dura oposición del PNV y los consejeros ordenan el traspaso de poderes porque, según dice, el consejero de Economía, Carlos Aguirre, « el próximo Gobierno no podrá encontrar ninguna cuenta rara cuando llegue a Ajuria Enea».
Tonia Etxarri, EL CORREO, 29/10/12