“Kalígulas”

Eduardo Uriarte, 30/9/12

Calígula era todo menos tonto. Cuando sus deseos eran rechazados por la leyes de la República romana defendidas por el senado, o buscaba encubrir sus fracasos, convocaba a la plebe en el foro, pues buen orador era, y mediante promesas, pan y circo, más acusaciones al senado, sin importarle la anarquía y el enfrentamiento civil, llamaba a apoyar sus arbitrariedades nada menos que con la fervorosa voluntad del pueblo, y tal nivel de convicción tenía que pudo nombrar cónsul a su caballo. El desastre llegó tan lejos que finalmente le costó la cabeza. Sin embargo quien más lo pagó fue el pueblo por su ingenuo gregarismo.

Es decir, desde los orígenes de la política es muy arriesgado y peligroso llamar al pueblo frente a la legalidad, tanto si se hace cercando el Congreso de los diputados como a un referéndum de autodeterminación  para Cataluña con el fin kaliguliano de que el pueblo decida. Que lo hagan mediante el móvil los convocantes del cerco al Congreso, que probablemente sean anarquistas, resulta poco aberrante, que se convoque a iniciativa de un Gobierno mediante una moción con fin ilegal en el Parlament es más grave, le convierte al poder en delincuente, y luego ese mismo gobierno sancionará al que haya olvidado pagar sus impuestos: arbitrariedad, ¿pues en nombre de qué legalidad se los cobra?. La democracia no es sólo la voluntad del pueblo (dictamen del tribunal Supremo canadiense de 20 de agosto de 1998 ante la secesión de Québec), pues éste es fácil de manipular, y esa voluntad debe estar encauzada en el marco legal.

Que el libro de Otegi se llame, rememorando la novela de Alejo Carpentier, El Momento de las Luces, evidentemente es una kaligulada. Precisamente él, que representa lo negro, opaco, cavernícola de nuestra historia reciente, que apele a las luces supera la demagogia y cualquier aberrante ejemplo histórico que se traiga. Pero a los Kaligulas se les acaba descubriendo por sus propias y evidentes contradicciones. Por ejemplo: si los sucesores de Batasuna no se siente interpelados por la crítica que le hace ETA en su reciente y agónico comunicado les dan toda la razón a los gobiernos francés y español por sentirse mucho menos interpelados ante su petición de negociación.

Y antes de que el PSOE se lance con la bandera del federalismo a huir hacia delante (y a hacer jirones la bandera), recordemos que la I República cayó por un disparatado federalismo, podría ponerse internamente un poquito de acuerdo en eso del federalismo y no lucirlo como un espantajo. Porque ni mucho menos una característica del federalismo es, como parece preocupar a sus dirigentes, el nivel competencial “para avanzar” en la actual descentralización descoyuntada que se acabará cargando la unión, sino en la imprescindible lealtad federal. Es decir, en un sincero federalismo, y no su más vil manipulación para evitar la escisión en el partido (que es en el fondo lo que importa). Volveríamos a cargarnos la tan civilizada opción federal.

Eduardo Uriarte, 30/9/12