43 alcaldes «indignos»

El PNV no quiere disolver los ayuntamientos que gobierna Acción Nacionalista Vasca porque se resiste a cortar amarras con el mundo institucional de ETA. Con una situación tan adormecida por los nos gobiernan, ¿por qué no se disuelven las corporaciones «indignas» por connivencia con ETA, cuando se hizo lo propio con otras –Marbella– imputadas en casos de corrupción?

Se volverá a equivocar el PNV si no apuesta, decididamente, por la derrota de ETA. De momento, sigue sin plantar cara a la hidra del terrorismo al conformarse con poner ‘paños calientes’ al cáncer que padece Euskadi desde hace demasiados años. Se limita a querer apartar a un alcalde como el de Azpeitia que, además de no condenar el atentado contra el azpeitiarra Inaxio Uria, desplazó en su día al partido que ganó las elecciones en el pueblo, que no fue otro que el PNV.

Y eso es lo que sobre todo le duele al Partido Nacionalista Vasco, que pretende ahora reducir el problema de ANV a un alcalde con nombre y apellidos sin afrontar el «conflicto» por la base. Porque el caso no es que Iñaki Errazkin, alcalde de Azpeitia, haya dejado al descubierto su mezquindad moral después del atentado contra el empresario de su pueblo. No. La cuestión es que, después de lo ocurrido, primero en Mondragón y ahora en Azpeitia, se instala la convicción de que si ETA matase a ciudadanos de los 43 pueblos en donde gobierna ANV, los alcaldes «indignos» serían todos. Porque ANV llegó a los ayuntamientos, como EHAK al Parlamento, para servir a los intereses de ETA en las instituciones. Y hubo quién lo permitió cuando estábamos en otro momento político. Y ha habido quien les ha bailado el agua y quienes han mirado hacia otro lado. El portavoz parlamentario del PNV, Josu Erkoreka, se centra únicamente en el alcalde de Azpeitia para hablar de alcalde «indigno» y así nos va en este país. Con unos representantes gubernamentales que se manifiestan contra la Ley de Partidos porque no son capaces de enfrentarse a ETA. Será miedo, incapacidad, falta de liderazgo o conveniencia electoral, el caso es que si después de 40 años los ciudadanos, sobre todo nacionalistas, se siguen sorprendiendo de que ETA vaya a por cualquier objetivo fácil con tal de seguir amedrentando a todo el país, es una señal de que la falta de decisión política está narcotizando de insensibilidad a una comunidad que, sin embargo y por fortuna, ya poco tiene que ver con la que cedió al chantaje de Lemoiz o la que tuvo que cambiar el trazado de la autovía de Leizaran.

El problema reside en nuestros líderes políticos. Veintiocho años de gobiernos nacionalistas y nada ha cambiado en Euskadi con respecto a ETA, que sigue queriendo regir el destino de la ciudadanía vasca. Treinta años de Constitución y, como ha señalado Rosa Díez este fin de semana en un acto de UPD en Bilbao, sólo disfrutan de los derechos constitucionales «aquellos que asesinan a los que defienden la Constitución o los mudos, los que miran para otra parte». Los empresarios, un colectivo al que se le sigue exigiendo mucho más que a otros dirigentes institucionales, han tomado nota de los clamorosos silencios, de la indiferencia palpada. El vizcaíno Vazquez Eguzquiza no pudo ser más expeditivo a la hora de mostrar su decepción por ver que la gente, después del atentado contra Inaxio Uria, «no se ha echado a la calle».

Y toman nota también de la estudiada pérdida de tiempo de nuestros gobernantes. Dice Egibar que el alcalde de Azpeitia «no está a la altura ética». Y reconoce que la alcaldesa de Mondragón, Ino Galparsoro, cuando ETA mató a Isaías Carrasco, tampoco. Pero le parece «una barbaridad» la iniciativa de disolución de ANV, cuando todo el mundo sabe cuál es el móvil de la existencia del brazo municipal de ETA. ¿Qué hacer, entonces? ¿Ir tachando de las alcaldías a los alcaldes de ANV que sufran un atentado de ETA en su municipio? ¿Perder el tiempo con mociones éticas que obstaculicen las mociones de censura, como ocurrió en el municipio de Mondragón? ¿Qué quien se sienta amenazado se tome un ‘Valium’ como recetaba Arzalluz?.

Si la consejera del ramo, López de Gereñu, a estas alturas, todavía se sorprende de que el alcalde de Azpeitia, siendo de ANV, «no haya sido más tajante», demuestra una incapacidad flagrante de liderazgo. Si Urkullu dice a ETA que «aquí» le tiene si quiere ir contra el PNV, ¿no habría sido mejor que el presidente del PNV hubiera dicho que iba a ir él a por los terroristas?. Con una situación tan adormecida por parte de quienes nos gobiernan, ¿por qué no se disuelven las corporaciones «indignas» por mantener connivencia con ETA cuando se hizo lo propio con otras como la de Marbella cuyos ediles estaban imputados en casos de corrupción?. Nuestros dirigentes van echando balones fuera pero ETA, mientras tanto, no pierde su tiempo. Siguen enviando cartas de extorsión. Después del atentado ¿se atreverán los demás hombres y mujeres de negocios a aguantar los chantajes y las constantes exigencias de dinero? Ayer, como si nada hubiese ocurrido, algunos colectivos ecologistas se manifestaron contra el TAV sin ser capaces de lucir una pancarta contra ETA. ¿Son tontos útiles o cómplices interesados? A nadie se le oculta que los objetivos de los terroristas van mucho más allá que el trazado de conexión con Madrid y París. Pero quién recuerde la imagen del brindis con champan de los representantes de Batasuna al conocer el cambio de trazado de la autovía de Leizaran concluirá que lo que quiere ETA es el control de la sociedad. Y mientras sigan en las instituciones los brazos políticos de ETA, tendremos al enemigo metido en casa.

Tonia Etxarri, EL CORREO, 8/12/2008