Editores-Eduardo Uriarte
El comportamiento del candidato a la investidura de presidente del Gobierno recuerda demasiado a la de los monarcas absolutos, a los que se les debía adhesión por designio divino, no por los méritos políticos que exhibieran. Fernando VII que acumulaba un montón de deméritos, desviándose en su camino a Valencia, vino a recibir de su capitán general Elio, rodilla en tierra y besándole la espuela, el reconocimiento de que el Constitución quedaba abolida. El pueblo, tras una cruel guerra contra el francés, recibió alborozado al más indigno de los monarcas al grito de viva las cadenas. Todavía creo que andamos sin sacudírnoslas del todo.
Es muy posible que Sánchez venga a ser para un amplio sector de las bases y electorado socialista, después de una campaña de imagen personalista para su culto, el deseado líder capaz de sacar a su partido de una crisis interna que le abocaba a la desaparición. Pero, izado en el pavés de la secretaría general por la bases socialistas, una victoriosa moción de censura con el apoyo de todas las formaciones contrarias a la Constitución le encumbró en el poder. Es muy posible, tras este azaroso y victorioso proceso, que padezca en estos momentos el síndrome del Deseado y crea que se le tenga que brindar el poder a cambio de nada -sensación que ya dio en su trato con Iglesias-.
La estabilidad política sería la razón de estado suficiente para muchos -entre los que me encuentro- para otorgarle a este endiosado personaje del Falcón la investidura de presidente. Ahí está la formación de Rivera con sus cincuenta y siete diputados y un discurso patriótico en disposición de poder otorgarle una mayoría absoluta estable que posibilite a España un periodo de estabilidad política frente a los importantes retos que amenazan su futuro. Pero ese apoyo, evidentemente positivo para el país, no debiera hacerse a la manera servil de Elio con el Deseado.
Se equivoca Carreras pidiendo a Ciudadanos un apoyo incondicional al candidato, más sentimental que razonado en su escrito. El buen fin de la iniciativa no debe enturbiar hasta la aberración un gesto voluntarioso. El que debe ganarse el apoyo en un sistema parlamentario es el candidato. Él tiene que ser el que presente un programa que le haga merecedor de su apoyo por parte de otra fuerza política, no que ésta se lo entregue sólo en función de la búsqueda de estabilidad, convirtiéndola en una razón divina, porque por ese procedimiento fomentaríamos la tiranía. Si hasta la fecha Sánchez no ha recibido más que el repudio de Ciudadanos es porque ha estado promoviendo un proyecto conectado a los nacionalistas y populistas. El que debe buscar el apoyo es el futuro presidente. No se debe arrojar la responsabilidad de la deriva de éste hacia Podemos y los nacionalismos a Ciudadanos, máxime cuando tanto tiempo lleva ya con ellos. Resulta invertir la lógica al uso.
Sánchez, después que su Gobierno surgido de una moción de censura para convocar elecciones redujera la petición penal de la Abogacía del Estado a los procesados por el Proces, contradiciendo a la Fiscalía, después de promover una estrategia de desinflamación ante el secesionismo, después de iniciar una negociación con el mismo, debiera convencer a Ciudadanos que nada de eso va a suceder en el futuro, y que va a desembarazarse de los apoyos que le otorgaron su victoria en la moción de censura.
Por otro lado, debiera el candidato, si desea el sostén de una fuerza que surgió frente al secesionismo y la dejación de los viejos partidos ante él, convencer que no proseguirá con su caro discurso maniqueo de derechas e izquierdas tan cercano al guerracivilismo, apartándose de tentaciones de mutaciones constitucionales -como la que Zapatero estuvo a punto de propiciar en su negociación con ETA- y favorecer en Navarra un Gobierno constitucional. Es decir, tendría que renegar en gran medida de todo lo que hasta la fecha ha sido, de su proyecto izquierdista, posibilitando que el apoyo de Ciudadanos fuera realmente en detrimento de la subversión al Estado y en favor de la estabilidad. De lo contrario sería, el entregar el apoyo a cambio de nada, sólo por el enunciado de estabilidad, el peor de los servicios que una fuerza democrática podría dar. Sinceramente, un sinsentido.
Dicho esto, y aún a sabiendas de que todo el discurso político del candidato no supera tres consignas de bar de la Casa del Pueblo relativas a la maldad de la de la derecha y a la superioridad moral de la izquierda, y aún a riesgo de entregar el poder a un irresponsable, Ciudadanos debiera presentar un programa de mínimos para hacer posible su apoyo al candidato que más escaños ha alcanzado, manteniendo la actitud contraria a la irresponsable que éste mostrara ante Rajoy, manifestando ante la ciudadanía el esfuerzo que realiza para dotar de gobernabilidad a un país tan necesitado de la misma ante el acoso secesionista y la subversión del populismo. Para esto creo que surgió Ciudadanos.
Y en cuanto a Macrón….recordemos el papel de nuestra vecina república en el Comité de no Intervención, su amistosa relación con la España de Franco y la manipulación de ETA, y aunque todo eso se haya superado todavía Macrón no se lo ha sacudido.