VICTORIA PREGO – 11/06/15
· Ciudadanos tiene una prioridad absoluta y es la de impedir con sus votos que cualquier partido nacionalista ocupe el poder. Esa fue la razón de su nacimiento hace 10 años en Cataluña y esa es también la razón de que ahora esté desbaratando en Valencia los planes iniciales de los socialistas y de Compromís.
A las nueve y media de la noche de ayer, cuando se empezaba a escribir esta columna, el panorama político que se ofrecía en la Comunidad Valenciana era el de un rotundo caos. Para empezar, porque las pretensiones de Joan Ribó, de Compromís, de alzarse con la Alcaldía de la ciudad de Valencia estaban a punto de irse al traste por culpa de Ciudadanos, que tiene cogido por el cuello al socialista Ximo Puig,que pugna por la Presidencia de la Generalitat y que podría obtenerla si consigue el apoyo de ese partido y la colaboración pasiva del PP, lo que ahora mismo tampoco es descartable. Pero la condición que le ponen los de Rivera para que cumpla su sueño es que retire su apoyo al alcaldable nacionalista de Compromís. De momento, el PSPV se resiste a retirar el apoyo a Ribó, pero podría llegar a hacerlo si Mònica Oltra insiste en poner en peligro la aspiración de los socialistas a ocupar la Presidencia de la Comunidad.
De este modo Ciudadanos se vuelve a convertir en una fuerza determinante, capaz de garantizar o denegar gobiernos sin entrar en ninguno de ellos y siendo de hecho la tercera o la cuarta formación en según qué plazas. Pero, por lo visto hasta el momento, el papel de ese partido es digno de elogio porque, al menos en Madrid y en Andalucía, ya ha conseguido que los partidos grandes hayan asumido compromisos que de otro modo nunca habrían incorporado en su actuación.
Ha logrado, por ejemplo, que PP y PSOE se quitaran de enmedio a unos cuantos imputados y eso está bien en principio. Pero ese comportamiento tiene varios riesgos. Uno es que, satisfechos de sus éxitos, los de C’s se engallen en exceso y empiecen a actuar como un pequeño tirano de incesantes reclamaciones. Y el otro es que, por efecto de la suprema irritación ciudadana contra la corrupción, esta reclamación de Ciudadanos de que se expulse de las listas y de la vida política a todo imputado se establezca de ahora en adelante como una condición irrenunciable para mantener la salud de la vida pública española.
Porque hay que recordar por enésima vez que una imputación no es una acusación y menos aún una condena, y que no se puede señalar como culpable a todo ciudadano al que el juez llame a declarar en condición de imputado. Quizá no es el momento adecuado para levantar el pie de las exigencias en este punto, pero ese momento tendrá que llegar si no queremos acabar haciendo de este país un remedo de lo que fue en tiempos de la Inquisición.