ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 11/06/15
· En su afán por sentarse a comer, el líder socialista va a tragarse algunos sapos sumamente venenosos.
En su exacerbado apetito de poder, seguramente motivado por una dieta tan prolongada como severa, Pedro Sánchez está dispuesto a compartir mesa con cualquiera que le ceda un bocado, por putrefacto que resulte ser el menú. Los alimentos en mal estado acaban pasando factura a la salud de quien los consume, aunque el líder socialista debe de estar pensando aquello de «más cornás da el hambre» para justificar su ansiedad. Y en su afán por sentarse a comer se va a tragar algunos sapos sumamente venenosos, cuya ponzoña terminará liquidando a la organización que preside. Él es consciente de ese riesgo, conoce bien la calaña de la gente con la que se asocia, porque antes de las elecciones no perdió oportunidad de señalar su catadura. Ahora donde dijo «digo» dice «Diego» al compartir reservado con el jefe de la izquierda populista, mientras se abraza al oso que está deseando asfixiarle. Una jugada suicida desde el punto de vista político, que retrata elocuentemente su sentido de la decencia.
El PSOE de Sánchez obtuvo el pasado 24 de mayo el peor resultado electoral de su historia. Poco antes, en Andalucía, su rival Susana Díaz había salvado los muebles recuperando la mayoría para los del puño y la rosa, lo que dejaba en muy mal lugar al cuestionado ocupante del puente de mando en ferraz. ¿Y cómo disimular un fracaso de tal calibre sin poder acudir siquiera al manido argumento del «desgaste»? Agarrándose a la falacia de que los españoles han votado «cambio», lo que en su peculiar interpretación significa desalojar al PP como sea.
Este «como sea» incluye hacer la vista gorda ante los ataques furibundos lanzados por el régimen chavista contra Felipe González, no vaya a ser que una crítica a Maduro o una defensa cerrada del ex presidente en su valiente gestión en favor de los presos políticos venezolanos pueda incomodar a los cabecillas de Podemos, fervientes admiradores de sus carceleros, y entorpecer la negociación con ellos. Incluye mirar hacia otro lado cuando en Navarra los delegados de Pablo Iglesias entregan sillones y canonjías a Bildu, partido heredero de batasuna/ETA, que jamás ha condenado el terrorismo y ante el cual el propio Sánchez había trazado una línea roja que no ha tenido a bien exigir a sus nuevos amigos. Incluye regalar el Ayuntamiento de Badalona a la CUP, una formación de corte similar a la mencionada, a costa de arrebatársela a los legítimos vencedores en la contienda electoral. Incluye aupar al máximo despacho del consistorio barcelonés a una mujer que alardea de su disposición a incumplir las leyes si las considera injustas; esto es, mofarse del Estado de Derecho que distingue a una dictadura de una democracia precisamente porque en la segunda los gobernantes son los primeros en atenerse al imperio de la Ley.
Incluye, si las disputas personalistas de última hora por la Presidencia de la Generalitat no lo impiden, hacer alcalde de Valencia al representante de Compromís, cuyo principal asesor en nómina, Giuseppe Grezzi, luce con orgullo una camiseta en la que aparece un hombre (él mismo) azotando a latigazos a una mujer (Rita Barberá), lo que no parece ofender la sensibilidad feminista de las socialistas, tan estrictas en su vara de medir cuando las circunstancias son otras.
Pedro Sánchez se ha ido de rebajas éticas y está arrastrando al PSOE a unas cotas de indignidad evocadoras de la célebre profecía formulada por Pilar Ruiz: «Haréis cosas que nos helarán la sangre». En este caso, además, le cortarán al partido las venas.
ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 11/06/15