GABRIEL ALBIAC – ABC – 07/09/15
· La independencia catalana tiene su apellido: Pujol. La corrupción catalana tiene el suyo: el mismo.
Se recurrió entonces a «la corrupción, símbolo infalible de la libertad constitucional»: Edward Gibbon está narrando la depuración por Constancio del obispo Atanasio, cuando deja caer esa asombrosa fórmula, en su Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano. Hay, en ella, uso irónico del lamento de Hilario de Poitiers por el trastrueque imperial del sacrificado esfuerzo cristiano, en favor de la servil complacencia, quinon dorsaca edit ,sedventrem palpam, en muy gráfica fórmula de aquello en lo que la corrupción consiste: «no golpear la espalda, sino acariciar el vientre». Pero hay más que eso en Gibbon: la sospecha ácida de que la fuerza constituyente de la corrupción es irrefrenable.
Igual de potente que la guerra para forjar identidad nacional, la corrupción sale mucho menos cara. Y, así, «el oro» –concluye– «fue promoviendo la causa de la verdad y de la justicia». Para ser más preciso: de la verdad y de la justicia de aquel de cuya bolsa el oro fluía. La corrupción, sabiamente administrada, suelda fidelidades más firmes que cualquier sentimiento noble. Maquiavelo, que era un afilado lector de los historiadores romanos, extrae de ello una lección implacable: haga un príncipe lo que quiera; salvo tocar un céntimo de sus súbditos. Porque «antes olvida un hombre el asesinato de su padre que la propiedad que le fue arrebatada».
La independencia catalana tiene su apellido: Pujol. La corrupción catalana tiene el suyo: el mismo. Todo el juego de filigrana de su heredero, Mas, ha consistido en potenciar la eficacia constituyente de esos cuarenta años de robo en familia, sin trabar la mitología que proclama que sólo el «robo español» priva a Cataluña de ser la primera potencia económica del Continente. Si ambos momentos –corrupción y mito– son encajados, Cataluña será independiente en poco tiempo. Y arruinada, en muy poco más: lo que se tarde en declarar bancarrota tras su automática exclusión de la Unión Europea.
El golpe de Estado en curso en Cataluña (porque una declaración unilateral de independencia es, siempre y en cualquier lugar, un golpe de Estado), de triunfar, salvará de la cárcel a la familia Pujol. Y a Mas, tal vez. Y condenará a un destino negro a todos los ciudadanos catalanes. A todos: pudientes como desvalidos. Aunque doy por sentado que los primeros, a ejemplo de los Pujol, ya habrán ido poniendo a salvo su dinero en paraísos seguros. Cualquiera que se esté jugando hoy su supervivencia empresarial sabe eso. Y calla. Por supuesto. Hay demasiado miedo a hablar en voz alta: «y tuvo que enmudecer la razón» –sigue Gibbon– «ante los clamores de una mayoría venal o banderiza». Pero el dinero huye: no hay clamor ni bandería que lo pare.
Y eso está en juego: prosa. A la mañana siguiente de una declaración unilateral de independencia, Cataluña despertará con las fronteras europeas cerradas. Y con el cautivo mercado español, extinto. Arruinada, pues. Pujol y Mas ganan. Los demás pierden. Y pagan. Feliz viaje al tercer mundo.
GABRIEL ALBIAC – ABC – 07/09/15