MAYTE ALCARAZ – ABC – 12/11/15
· El presidente valenciano es un buen ejemplo de cómo ser socialista obrero español apoyado por la izquierda separatista.
Ximo Puig parece un buen tipo. Quizá el lado más inquietante de su biografía resida en que inauguró su vida profesional como periodista. Nadie es perfecto. De aquella experiencia guarda, con seguridad, su magistral manera de fintar las incomodidades en las que las dos almas del socialismo español le sitúan: asido al palo de la extrema izquierda que quiere desmembrar España, persigue la zanahoria de la unidad institucional que Mariano Rajoy y Pedro Sánchez encarnan, en defensa de la misma nación que sus aliados denuestan. Es lógico que no encuentre zona de confort quien ha entregado, a cambio del coche oficial, alma, corazón y vida a un partido prehistórico, radical y partidario de la patada «okupa» en los riñones de nuestra democracia, como Compromís. La CUP catalana en versión valenciana.
Ayer lo invitó Carlos Herrera a su programa de la Cope, que se instaló en el corazón de Valencia, con público nativo dispuesto a aplaudir o afear, sin filtro alguno, a los que allí concurríamos. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando algunas de las consideraciones más grandilocuentes del presidente fueron contestadas con un gesto de desaprobación de los asistentes. Puig quiso sonar tajante cuando sentenció que «no hay valencianos de primera y de segunda» o cuando sostuvo que «no vamos a admitir ningún tipo de imperialismo», en referencia al pancatalanismo que sus socios defienden con el cruasán de cada mañana. Digo quiso porque la parroquia de sus vecinos no parecía creerle. Y, muy educadamente, se lo hizo saber.
En teoría, las últimas consultas electorales –singularmente las autonómicas y municipales del pasado mayo– iban a corregir una disfunción democrática, denunciada por la nueva política, según la cual los anteriores dirigentes formaban parte de una casta nada representativa de la calle y de las preocupaciones de una sociedad iracunda por la corrupción y la crisis. Ergo, la nueva nomenclatura de alcaldes y presidentes autonómicos investidos recientemente por las urnas iban a bombear las medidas directamente del corazón de la sociedad a los boletines oficiales.
Descontado el factor ideológico que podría animar a parte del auditorio de ayer, el reproche generalizado al presidente valenciano enfatizó una evidencia: los pactos contra natura han disuelto, tanto o más que el descrédito de la vieja política, la confianza de los ciudadanos en la flamante clase dirigente, nacida para salvarnos de las oligarquías. A los autoproclamados libertadores de la España cautiva les ha salido el tiro por la culata. Como en Navarra, Baleares o Castilla-La Mancha, por no hablar de decenas de municipios, de haber conocido los ciudadanos estos matrimonios de conveniencia poselectorales, habrían preferidio el golpe al coscorrón.
Puig fue despedido con un aplauso. No podía ser de otra manera. Marca de la cortesía valenciana de la que él mismo es un buen exponente.
MAYTE ALCARAZ – ABC – 12/11/15