ANTONIO BURGOS – ABC – 07/02/16
· No me explico por qué hay ese odio nacional de todos al PP.
Me parece que la frase es del olvidado José María de Areilza, el que todos creíamos que Don Juan Carlos iba a nombrar presidente del Gobierno tras la muerte de Franco y resulta que puso a Suárez. La frase es que el Rey Don Juan Carlos fue «el motor del cambio» que nos llevó a la Transición, tras el desmontaje de la dictadura con el haraquiri del Régimen, y a una democracia constitucional.
Ahora a muchos se les llena la boca diciendo que quieren una Segunda Transición, que no será una transición de segunda: ni de tercera siquiera. Si el Rey fue «el motor del cambio» en la Transición, ¿quién y cómo va a ser el motor de la pretendida Segunda Transición? ¿Motor a gasolina o diesel? ¿O eléctrico, como esos coches tan silenciosos que se te echan encima en los pasos de cebra y, como no los oyes, te atropellan sin que se oiga una mosca?
Pues nada de eso. Aparte del Rey, el motor del cambio fue entonces la concordia, la reconciliación nacional, la puesta en práctica de las tres famosas P de don Manuel Azaña en su discurso de Barcelona del 18 de julio de 1938, en pleno fregado de la guerra: «Paz, piedad, perdón». El símbolo fueron aquellas Cortes Españolas de Franco transformadas en Congreso de los Diputados, con La Pasionaria en la mesa de edad y Fraga y sus siete magníficos «ninots indultats» del franquismo en los escaños, y Torcuato Fernández-Miranda en la presidencia, haciendo encaje de bolillos para consolidar la democracia y las libertades.
Este cambio que pretenden ahora tiene un motor muy distinto a aquella concordia nacional de la Transición: es el odio. Todo lo contrario a las tres palabras de reconciliación de Azaña. De paz, nada: leña al mono, y más si es de la derecha, ¡so facha! De perdón, ni mijita: hay que culpar a Rajoy de los recortes, del paro, de la deuda y de la muerte de Paquirri en Pozoblanco si se tercia. ¿Y perdón, dice usted? Aquí no se perdona nada. Aquí, por ejemplo, no se le perdona a Rajoy que haya sido tan buen economista como mal vendedor de sus aciertos, y que nos haya sacado del borde del precipicio del rescate en el naufragio a que ZP llevó a nuestra economía, negando la crisis y gastándose en rotondas el dinero que no había. Si el Rey fue el motor de aquel cambio de la concordia, ZP ha sido el impulsor de este clima guerracivilista de odio que a algunos no nos da miedo: nos da pánico. Podemos es un producto de ZP más que de la corrupción del bipartidismo.
De todos los odios desenterrados en España, de la reconstrucción de los dos bandos de la guerra, hay algo que no alcanzo a comprender y que necesitaría no un equipo de psicólogos, como cuando ocurre una gran tragedia y acuden para consolar a las familias de las víctimas. Hace falta un batallón de psiquiatras que nos expliquen el cómo y el por qué de muchas actitudes. Por ejemplo, por qué Rajoy ha tenido tanto miedo a ejercer su mayoría absoluta y a derogar nada más llegar a La Moncloa el entramado de las Leyes del Odio que promulgó ZP. Aquellos odios han traído los presentes de las negociaciones para la investidura. No me explico por qué hay ese odio nacional de todos al PP y ese odio personalizado y hasta tuneado que le tiene Sánchez a Rajoy.
A Sánchez, en el mareo de la perdiz para disimular que está a papitos con Iglesias, no se le cae de la boca decir que no le pone el veto a nadie. ¿Por qué entonces se lo puso al PP y se negó a hablar con Rajoy desde el primer momento? ¿Por qué ese odio, personal e intransferible? ¿Y por qué, entre los perrofláuticos institucionalizados, entre la Castuza cobrando ya como Casta, ese odio no sólo a Rajoy, sino también a Ciudadanos?
Estos mal llamados días de negociaciones están llenos de frases de este tipo: «Yo con ese señor no voy ni a coger moneditas de cinco euros». No he visto más visceralidad que en la política española en estos oscuros días, de los que algunos habrán de arrepentirse. ¿Cuándo? Cuando esto deje de ser España y sea una sucursal de Venezuela berrenda en Irán. Por ese camino vamos, con tanto odio.
ANTONIO BURGOS – ABC – 07/02/16