ABC – 25/02/16 – ISABEL SAN SEBASTIÁN
· Toda esta puesta en escena tiene mucho de teatral. El Frente Popular no ha muerto.
El acuerdo alcanzado entre Ciudadanos y el PSOE reúne todas las características de lo que los expertos denominan una apuesta «win-win»; esto es, comporta únicamente ventajas y pocos o ningún inconveniente a sus firmantes. Cosa completamente distinta es que resulte útil en aras de formar un gobierno.
Para Pedro Sánchez el documento consensuado con la formación naranja supone ganar un tiempo precioso, consolidarse en el liderazgo del Partido Socialista, sortear el trance de la célebre «consulta a las bases» con una pregunta lo suficientemente ambigua como para avalar este o cualquier otro pacto que pueda suscribirse en el futuro y por último, aunque no menos importante, afianzar la posición de sus siglas en caso de que el próximo mes de junio se repitan las elecciones.
Albert Rivera, a su vez, consigue imponer el ochenta por ciento de su programa, incluida la congelación de impuestos a los trabajadores y la defensa de una España unida de ciudadanos iguales, con cuarenta escaños frente a noventa; demuestra su capacidad de diálogo y concertación en respuesta a la demanda inequívoca expresada por los españoles en las urnas, ocupa la centralidad del terreno político, escorando al PP hacia la derecha, y conjura, al menos en el corto plazo, la amenaza extremista de Podemos.
No es irrelevante a efectos de imagen y «venta» al propio electorado que, al explicar ayer el contenido de lo acordado, él lo hiciera en positivo (pacto por la educación, el empleo, etc.) mientras Sánchez se empeñaba en demostrar que iban a demoler todo lo legislado por el PP. En términos de táctica estamos ante una jugada muy hábil que resulta claramente insuficiente, empero, al pasar de la teoría a la aritmética. Los números siguen sin cuadrar. La investidura está en el aire. ¿Y ahora qué?
Me malicio que toda esta puesta en escena tiene mucho de teatral y muy poco de sincero, especialmente en lo que atañe al PSOE. Sánchez no quiere pasar a la Historia por sus elevados principios, sino gobernar. Quiere alcanzar La Moncloa e instalarse en ella, para lo cual necesita la abstención de Rajoy, que no va a conseguir, o el respaldo de Pablo Iglesias. Este tampoco se molesta en ocultar su apetito de poder, motivo por el cual no ha roto la baraja de la «negociación a cuatro», tal como anunció que haría si su «novio» y Rivera decidían compartir cama.
El Frente Popular no ha muerto. Ni siquiera está gravemente herido. La dinámica de lo sucedido en España en los últimos meses, especialmente tras las autonómicas, lleva a pensar que acabará cuajando «in extremis» cuando falten horas para que se disuelvan las Cortes y se convoquen nuevos comicios, invocando precisamente como pretexto la imposibilidad de articular cualquier otra fórmula por la estrategia de bloqueo del PP. Nos venderán un gobierno «de cambio progresista». Harán encajar el producto en el traje elástico de la consulta confeccionado a medida. Y a Ciudadanos le dirán algo así como «lo intentamos, pero no salió».
Rivera es consciente de ese riesgo. No se engaña ni se deja engañar, sino que ha hecho de la necesidad virtud y negociando de tú a tú con quien tenía el mandato del Rey de formar gobierno, que era Sánchez, tras la negativa de Rajoy a intentarlo siquiera. Las encuestas premian esa disposición a mediar en el empeño de conseguir una gran coalición de partidos constitucionalistas y él ha aprovechado sus cartas. Ahora bien, si finalmente vota «sí» a la primera investidura de Sánchez, habiendo repetido hasta la saciedad que en el mejor de los casos se abstendría, va a tener que explicárselo muy bien a sus votantes. Inclumplir la propia palabra a las primeras de cambio sin un motivo de peso puede resultar letal para un partido tan joven.
ABC – 25/02/16 – ISABEL SAN SEBASTIÁN