ABC 14/03/16
· Feijóo no aclara su futuro, pero destaca «el honor» que supone ser presidente de la Xunta
En la partida de póquer en que se ha convertido la política nacional para la conformación de un nuevo gobierno, Mariano Rajoy ayer no enseñó ninguna carta nueva. Más bien insistió en su jugada. El presidente del Gobierno en funciones reiteró desde su ciudad, Pontevedra –donde clausuró el congreso provincial que aupó a la presidencia a Alfonso Rueda–, que la alternativa de su partido es liderar un Ejecutivo que tiene que estar apoyado por el PSOE, «y podemos incorporar a quien quiera trabajar por España», en referencia tácita a Ciudadanos. «Esta es la coalición que gobierna en quince países europeos», y advirtió que lo contrario es una amalgama de los socialistas, la izquierda radical y los independentistas, lo «que es malo para la unidad de España y para la economía de 46 millones de españoles».
Ante la pretensión del PSOE de gobernar aliado con Ciudadanos y gracias a una abstención del PP, Rajoy reivindicó para su partido el hecho de ser el ganador de las elecciones generales de diciembre. «Es una norma básica de la democracia», y «no vamos a propiciar de ninguna manera que quien perdió las elecciones sea presidente del Gobierno». Es más, se preguntó «qué clase de broma es» que el PSOE pretenda que «quien ha ganado las elecciones vote al que las ha perdido», cuando el programa socialista «es echar al que ganó y destruir su obra».
De nuevo, defendió su decisión de declinar la investidura propuesta por el Rey «porque era consciente de que mis posibilidades eran ninguna», debido a que el PSOE se mantuvo en el no «hasta la saciedad». «No engañamos ni hicimos perder un minuto a nadie», mientras que Pedro Sánchez «hizo perder un mes a todos, al acudir al Congreso sin los apoyos para ser presidente, fruto probablemente «de que no dedicó más de media hora a buscar apoyos en Podemos».
¿Y ahora qué?
A la pregunta del millón, Rajoy respondió que espera «llegar a un entendimiento» con el PSOE, una vez se instalen «la razón y el sentido común». «El sectarismo no conduce a nada», dijo, e invitó a profundizar «en lo que nos une y aparcar lo que nos separa», porque «un acuerdo es un mensaje muy positivo para la recuperación económica y los inversores de dentro y de fuera» de nuestro país. Por el contrario, «la incertidumbre perjudica a la recuperación, y menos mal que aprobamos los Presupuestos de 2016», se felicitó, «y nos criticaron por ello».
Por último, Rajoy llamó a su partido a preservar la unidad «y la independencia». «No olvidemos lo que somos, y que nuestras decisiones las toma la organización más grande de España y no las toman otros por nosotros», una manera de responder al envite de Albert Rivera para que el PP aparque a su líder y proponga otro candidato con el que negociar.
Feijóo mantiene la duda
El presidente de la Xunta tampoco desveló ayer si concurrirá por tercera vez a las elecciones gallegas de otoño o, por el contrario, se dejará seducir por el salto a la política nacional. Alberto Núñez Feijóo juega al despiste, a frases en mítines que suenan a despedida un día y a otras que evocan su continuidad el siguiente. Ayer fue de estas últimos, al reconocer que, si bien ser «presidente del Gobierno debe ser un honor importantísimo, ser gallego y presidente de la Xunta merece la pena», afirmación esta última que emocionó a Feijóo, al que se le entrecortó la voz. Pocos en el partido dudan ya de que el ruego masivo y unánime tanto de Génova como del PP gallego harán que se replantee incumplir su límite de los dos mandatos. Pero la última palabra la sigue teniendo él.
Feijóo hizo una encendida defensa de Mariano Rajoy, quien a su juicio representa «una política para las personas y con las personas, en la que la experiencia sea un valor, en la que ganar las elecciones no sea lo mismo que perderlas, en la que se busque la unión y el diálogo con todos, sobre todo con los que ganan».