La burguesía acojonada

EDUARDO GOLIGORSKY – LIBERTAD DIGITAL – 17/09/16

Eduardo Goligorsky
Eduardo Goligorsky

· La amenaza de descalabro es tan visible que hace aflorar las voces de alarma entre quienes aborrecen el caos, independientemente de su ideología.

El agitprop secesionista no se cansa de acusar a los servicios de inteligencia de España de hurgar en las cloacas de los paraísos fiscales buscando información que permita involucrar a Artur Mas y sus cofrades en casos de corrupción. Visto lo visto en el caso de la intocable dinastía Pujol, no es desatinado alimentar sospechas y buscar pistas aunque finalmente no se encuentre nada… porque no hay nada que encontrar o porque el ocultamiento ha sido hermético.

Ordeno y mando

Sin embargo, lo que es obligatorio subrayar para destapar los entresijos de la política catalana es que allí donde fracasó la estrategia detectivesca del Estado teóricamente omnipotente triunfó la extorsión de una minúscula patulea totalitaria: la CUP defenestró al también intocable Artur Mas sin necesidad de destapar documentos incriminatorios. Bastó el ordeno y mando de los antisistema para que la coalición de la burguesía acojonada lo bajara del pedestal con una soberana patada en el culo. Tercermundismo puro y duro en Cataluña.

La burguesía catalana, proverbialmente fiable y laboriosa, creyó tocar el cielo cuando se dejó embaucar por los aventureros salidos de sus propias entrañas, hasta que se encontró prisionera de su enemiga histórica, la vanguardia revolucionaria, y, perdida por perdida, le entregó la cabeza del testaferro de la patraña. Pero esto no la salvó. Proliferan, dentro de la clase acojonada, los candidatos a colaborar con los flamantes depredadores. Uno de ellos, aferrado al bastón de mando, negocia descaradamente la renuncia a los maltratados valores morales e intereses materiales de la burguesía ilustrada a cambio de que le permitan seguir disfrutando de su poltrona. La claudicación de la burguesía es la condición sine qua non para implantar los totalitarismos.

Clase privilegiada

En su libro El Pasado de una ilusión (Fondo de Cultura Económica, 1995), François Furet se remonta a lo largo de la historia para estudiar cómo y por qué la clase privilegiada se destruye al implicarse en el asalto al poder de los movimientos totalitarios: comunistas, fascistas y nazis.

El burgués no sabe organizar su vida pública ni encontrar la paz interior: la lucha de clases y el malestar de su yo están escritos en su destino. (…) De allí proviene ese rasgo, sin duda único, de la democracia moderna en la historia universal: esta infinita capacidad de producir hijos y hombres que detestan el régimen político y social en el que nacieron, y odian el aire que respiran pese a que viven de él y nunca han conocido otro. (…) Mucho más esencial es el odio del burgués hacia sí mismo, y este desgarramiento interior que lo vuelve precisamente contra lo que es: todopoderoso en la economía, amo de las cosas, pero sin un poder legítimo sobre los hombres, y privado de unidad moral en su fuero interno.

(…)

Los jacobinos franceses de 1793, que supuestamente inauguraron el reino de la burguesía, ofrecen el primer ejemplo en masa de burgueses que detestan a los burgueses en nombre de principios burgueses.

Chusma descamisada

La burguesía catalana no fue una excepción a este desarrollo preñado de contradicciones, y asistió a la convivencia entre la prosperidad boyante y el pistolerismo ácrata. En las etapas de crecimiento envió a sus mejores empresarios, técnicos, científicos, políticos e intelectuales a colaborar con sus pares de Madrid y del resto de España. Ni siquiera dejó de cumplir su función expansiva y enriquecedora durante los periodos dictatoriales, aunque a esta entente se le aplique la amnesia histórica en lugar de la tantas veces falseada memoria. Ahora, un puñado de arribistas de esa misma burguesía la ha empujado a cooperar con los enemigos jurados del sistema para desmantelarlo, arrastrando consigo a la colectividad productiva.

La amenaza de descalabro es tan visible que hace aflorar las voces de alarma entre quienes aborrecen el caos, independientemente de su ideología. «El pacto que propició el relevo del presidente de la Generalitat no fue más que la cesión a un vulgar chantaje», acusó, sin remilgos, Lola García, directora adjunta del heraldo de la burguesía catalana («Cultura política», LV, 25/8).

En la promiscua nave secesionista también se amotinan los exquisitos que se niegan a hacerse el haraquiri en beneficio de la chusma descamisada. Leemos la diatriba más furibunda en «Vila alerta contra la CUP y su proyecto ‘extremista’. El conseller rechaza el referéndum unilateral como imposición» (LV, 24/8):

«La política catalana no la pueden marcar las ocurrencias de los sectores extremistas» (…) El conseller de Cultura, en declaraciones a TV3, acusó a los cuperos de haberse «pasado por el forro» todos los acuerdos suscritos con Junts pel Sí y lamentó que el curso pasado estuviera marcado por «grandes despropósitos y grandes disparates». Según Vila, la antigua Convergència ha hecho «grandes sacrificios» impuestos por la CUP, que ha respondido de forma «implacable, intransigente y durísima» (…) Para el conseller, es «un error monumental que, sin darnos cuenta, vayamos contentando sólo a los más estresados e irreflexivos y a perfiles nítidamente revolucionarios». Por el contrario, subrayó, se iría incomodando a sectores «más solventes y tranquilos, de gente que va a trabajar cada día, que tiene su negocio, que cree en el proceso, pero que pide al Govern que no haga disparates».

Empeñado en nadar y guardar la ropa, Santi Vila intenta disimular que los disparates y los perfiles nítidamente revolucionarios son la única papilla ideológica que alimenta al proceso, y que quienes van a trabajar cada día y tienen su negocio –los burgueses– están condenados a ser las víctimas de la minoría asilvestrada y resentida.

La última humillación

La última humillación infligida a la burguesía acojonada tuvo por escenario la Plaça Catalunya de Sant Boi, el 9 de septiembre. Allí, Oriol Junqueras (ERC), Anna Gabriel (CUP), Albano Dante Pachin (Podem) y dirigentes de UGT y CCOO marcaron el rumbo de lo que será la futura república catalana independiente si la vanguardia revolucionaria conquista el poder («Derecho de admisión», LV, 10/9). Ante 700 personas, «la mayoría de las cuales peinaba canas», Gabriel elogió a Otegi; Pachin se refirió al Estado plurinacional y «a la necesidad de sumar con los otros pueblos y naciones del Estado», sin despertar mucho entusiasmo entre el público; y Junqueras reiteró, atentando contra la semántica y la racionalidad:

No nos conformaremos con nada más que no sea la victoria, no pediremos permiso para decidir nuestro futuro.

La humillación a la burguesía acojonada consistió en que los organizadores del acto no invitaron al partido sin marca registrada, o sea la antigua CDC que fue elpal de paller de la clase media catalanista. El desprecio no pasó inadvertido. Neus Munté, vicepresidenta del partido mostrenco y consejera de Presidència, puso el grito en el cielo y Santi Vila tuvo otro de sus arrebatos de sinceridad («Crítica a ERC por el acto de Sant Boi», LV, 10/9):

Santi Vila, conseller de Cultura, lo veía como un «desastre». Santi Vila, en declaraciones a RAC1, apeló, por otro lado, al independentismo a asumir que la mayoría de los catalanes no abraza esta opción. «No podemos hacer inventos y hacer ver que somos mayoría si no lo somos».

Réquiem conmovedor

El réquiem más conmovedor y explícito dedicado al brazo político de esta burguesía ayer poderosa y hoy acojonada –conmovedor incluso para quienes nunca comulgamos con el partido difunto– lo escribió Daniel Arasa («El suicidio de CDC», LV, 11/9):

Se dejaron deslumbrar por unas manifestaciones multitudinarias de momentos de radicalismo y euforia a las que atribuyeron la representación de todo el pueblo catalán, sin atinar [a ver] que una buena parte de este no participaba, ni que entre los que guiados por legítimos sentimientos gritaban «Independencia» muy poquitos habían ponderado las consecuencias de lo que significa. Entre otras cosas, que en la Unión Europea nadie quiere ni oír hablar de este asunto, aunque aquí algunos políticos mientan diciendo lo contrario y desde varios medios desinformen. Los dirigentes de CDC tiraron el carro por el pedregal y saltaron a la piscina sin mirar si había agua, dejando un espacio político vacío y una parte importante del electorado huérfano.

Y Valentí Puig lo remacha («Ada Colau y el postpujolismo», El País, 12/9):

Tras el pujolismo, el postpujolismo de Artur Mas ha puesto tantos obstáculos al centro y centro-derecha que ese espacio político, aquejado de una orfandad digna de conmiseración, puede votar cualquier cosa.

Carles Puigdemont ya anuncia un referéndum por la independencia –otro 9N– y unas próximas elecciones constituyentes para la república catalana. Pero ni él –títere de la CUP travestido de líder– ni su partido mostrenco fueron invitados al aquelarre de Sant Boi. Los tres tigres de la izquierda insumisa y la domadora Ada Colau no habilitarán una pista para la burguesía acojonada en el circo que están montando.

EDUARDO GOLIGORSKY – LIBERTAD DIGITAL – 17/09/16