LA TRIBUNA DEL PAÍS VASCO 31/10/16
PASCUAL TAMBURRI
· «ETA no ha ganado la guerra pero sí ganó la apuesta de la paz», palabra de un viejo batasuno. ¿Más pacifistas los terroristas que el Estado? Y nadie lo ha hecho callar en cinco años de “tregua”.
Patxi Zabaleta, fundador de Herri Batasuna primero y de Aralar después, a los cinco años de “tregua permanente” de la banda terrorista abertzale ha dicho públicamente que «ETA no ha ganado la guerra pero sí ganó la apuesta de la paz». Eso no es una sorpresa, porque es un viejo militante separatista. Pero nadie le ha hecho callar y nadie ha negado las bases de su afirmación.
Una afirmación que no tiene bases –o las tiene demasiado reales-, aunque los partidos “oficialistas”, por diferentes razones, callen ahora.
Afirma que hubo una guerra. Y en un sentido moderno de guerra revolucionaria –el estilo habitual de la guerra política atrás 1945- sí la hubo. Una guerra por supuesto con un bando de ratas cobardes separatistas que usaban el terrorismo contra un enemigo con las manos atadas que durante la mayor parte del tiempo no pudo emplearse a fondo. Una guerra sin caballeros abertzales, tal cosa no existe. Una guerra hecha por criminales que sólo como tales pueden ser tratados. Pero sí, una guerra.
Una guerra que, policialmente y militarmente, casi ha terminado. Pese a la torpeza acumulada de tres generaciones de políticos, como banda terrorista, ETA no es operativa. Tiene un par de docenas de criminales liberados, y habría que ver hasta qué punto entrenados. Probablemente muy controlados por distintos servicios. En realidad hay más huidos por una u otra razón personal que gente dispuesta a matar sin más. Existen, y necesitan existir para poder seguir fingiendo que nos dan algo, y no es así: la falta de atentados se debe sobre todo a su derrota táctica sobre el terreno que a su voluntad de dejar de matar. Por eso no deben obtener nada, ni política ni judicialmente, a cambio de su “tregua” o de su “disolución”.
«¿El Estado español heredero del franquismo sigue tratando de continuar la guerra que ganaron sus antecesores?», dice Patxi Zabaleta. Si habla de 1936 se refiere sin duda a sus propios antecesores, el ilustre Zabaleta, hijo de una Leiza con un número sorprendente de voluntarios… en el bando nacional. Efectivamente, el Estado español actual es el fundado en 1936, es un hecho jurídico incontestable. Si eso, no habría democracia, ni Constitución. Pero yerra, porque aquella guerra ya terminó. Quienes pueden desear reabrirla, por vía de la memoria falseada, del rencor reavivado y de la fractura reabierta son los que se sientan herederos del bando soviético, para nada democrático, y quienes, como él, deseen la ruptura y muerte de España. Pero aquella guerra sí termino, del todo.
¿ETA ha «ganado la apuesta de la paz»? No, y no podrá hacerlo salvo que se le deje. ETA no ha traído la paz, pues policialmente está desarbolada. ETA trata de ganar políticamente lo que matando no ganó, y en ese sentido sí tratan de continuar sacando rentabilidad a sus asesinatos. Lo que no puede ni debe permitírseles. No han ganado la paz, salvo que se les deje, por activa o por pasiva, ponerse la medalla de 1936 o la de 1978; no han ganado la paz, porque España es una unidad indisoluble y eso es constitucionalmente irreversible salvo otra hecatombe nacional.
¿”El desarme es una realidad”? No lo es, y en la medida que eso sea verdad ha sido por sus derrotas no por su voluntad. Nada hace que ETA y menos sus presos ya condenados merezcan un premio por dar una paz que nunca quisieron dar. Sería angustioso –es angustioso- ver que hay muchas voces pidiendo “generosidad” política y penal con unos asesinos que nunca desearon dejar de serlo.
Zabaleta pretende que olvidemos que ETA trataba de hacer política con su guerra. ¿Vamos a darles en todo o parte una victoria política, justo cuando “militarmente” nada tienen que hacer y nada hicieron por dejar de matar?
¿Y las víctimas? Existe, sí “el derecho de todas las víctimas a ser reconocidas y a la reparación”. Pero es que en esta guerra casi terminada sólo hay víctimas de un lado, el de España y la justicia, y sólo hay verdugos de un lado, el de los nacionalistas vascos que, por acción y omisión, han matado o recogido las nueces de los crímenes. Todas las personas tienen derechos humanos, por supuesto, pero para garantizarlos hemos de comenzar por indemnizar a todas las víctimas, castigar a todos los culpables y garantizar que los abertzales como ETA, ayudados por intereses miopes de otros, no reescriben a su gusto la memoria.
No ha de haber amnistía. No ha de haber impunidad. No ha de haber premios para los criminales, y lo sabe mejor que nadie Zabaleta, dando trabajo en su bufete a uno de los asesinos de Ulayar. Un fundador (siempre con las manos limpias) de la izquierda abertzale, marxista y terrorista, un refundador de Bildu, no puede dar por ganada su guerra. Aunque, por supuesto, puede sentirlo al ver a los abertzales gobernando en Pamplona con Uxue Barkos. Mientras se les permita sacar beneficios políticos de su derrota militar habrá gente que siga a Zabaleta. Cuando Zabaleta se dedique a sus versos y Barkos se retire, lo que hará falta es una Navarra dispuesta a ganar la batalla cultural y la política, además de la penal. Sin concesiones. Sin premios al crimen.