ABC-IGNACIO CAMACHO

Si la izquierda ha podido encalar cuatro décadas de asesinatos no le será difícil blanquear un golpe contra el Estado

SALVO que un día me saltara la lectura de los periódicos y me perdiese la firme condena de la violencia armada por parte de Bildu, ésta es la hora en que aún no se ha producido. Sí vi, en cambio, aquella entrevista televisada en que Otegui desperdició todas las oportunidades que le ofrecieron para expresarla y mostrar un ápice de arrepentimiento aunque fuese ficticio. Sus convicciones filoterroristas están tan arraigadas que ni siquiera por conveniencia fue capaz de negarlas; quizá carece del cinismo oportunista de Sánchez para sostener en horas veinticuatro y sin inmutarse una cosa y su contraria. Todavía en junio –que debe ser el Pleistoceno para un hombre que cambia varias veces al día de criterio–, el presidente negó que su partido fuese a negociar nada, ni en Navarra ni en ningún sitio, con los legatarios etarras. Zapatero, por ejemplo, es mucho más congruente consigo mismo: sigue defendiendo la contribución de los batasunos a la pazzzzzzz que él pactó con la banda y felicitándolos por su integración en las instituciones democráticas. Ayer admitió la promesa que hizo en tal sentido, y que hace diez años negaba. Nos vamos aclarando: no se trató de una rendición sino de un quid pro quo en el que el Estado ha cumplido su parte con puntualidad aquilatada.

Y estamos, con el molesto paréntesis del sexenio marianista, en la segunda fase del plan frentepopulista diseñado en el zapaterato. A Sánchez se le atascó un poco al principio, cuando su partido no compartía las cuentas sobre su «histórico» resultado, pero poco a poco ha ido desbloqueando obstáculos. Ya tiene a punto de caramelo el Tinell 2.0 y a Bildu metiendo mano en los presupuestos navarros. Hay un detalle incómodo que es el procés y la declarada propensión separatista a reanudarlo, pero con algo de suerte y la ayuda de Podemos convencerá a los republicanos de que dilaten los plazos. Lo importante es elaborar un «relato». Si la izquierda ha podido enjalbegar la memoria de cuatro décadas de asesinatos cómo no va a lograr diluir la importancia de un golpe contra el Estado. Las alianzas progresistas siempre lavan más blanco.

Si el independentismo no se deja llevar por su impulso irredento habrá una legislatura cuando menos para desarrollar el inacabado proyecto de deconstrucción constitucional que ZP dejó en el alero. La división de la derecha facilitará su aislamiento; el cordón sanitario empezará envolviendo a Vox y a poco que el PP se descuide quedará también dentro. Los etarras que quedan en la cárcel irán cumpliendo condena con el tiempo y la Generalitat aplicará la progresión rápida de grado a los independentistas presos a la espera de que resuelva el Tribunal europeo. Con un trabajo propagandístico bien hecho, los años de plomo y la insurrección catalana serán a no mucho tardar un borroso recuerdo frente a la realidad resplandeciente del Gobierno de progreso.