IGNACIO MARCO-GARDOQUI-El Correo
Luego están las ayudas europeas, de las que esperamos recibir 140.000 millones, la mitad en forma de subvenciones no reintegrables y la otra mitad como créditos blandos, aunque eso de llamarles blandos a los créditos no añade ninguna identificación extra, una vez que hoy en día todos los créditos tienen la textura del algodón. Este dinero lo captará la UE del mercado a través de emisiones de deuda, y para ello debe contar con la aprobación unánime de los países miembros. Y aquí hay problemas en Alemania que pueden retrasar, esperemos que no impedir, el plan. También se establecerán nuevos impuestos a escala europea, que se sumarán a las subidas internas que se preparan, esto no lo dude.
Después lo gastarán los estados, las autonomías y los ayuntamientos, una vez cumplan unas serie de condiciones previas, básicamente reformas estructurales, y justifiquen su buen uso. El presidente Sánchez ha retrasado la presentación de las reformas y ayer se limitó a resumir los grandes titulares de los sectores que resultarán agraciados. No hubo ninguna sorpresa y no la habrá hasta que no precise más sus intenciones.
Recordará que hay varios países -los llamados ‘frugales’- que no ven con buenos ojos la idea de poner tanto dinero sobre el tapete y dejarlo en manos de países manirrotos como el nuestro, sin estar seguros de que su utilización va a ser racional y no va dirigida a tapar agujeros, sino a reforzar estructuras que puedan aliviar nuestro futuro. En resumen, y de momento, tenemos muchas ideas en el aire y poco vil metal en el bolsillo. Por eso hay que concretar las ideas, planificar su desarrollo y empezar ya, que la crisis no espera. ¡Ah! Y a poder ser, hacerlo bien…