Nacho Cardero-El Confidencial

  • Al igual que existe un efecto Feijóo, también hay un dilema Feijóo que no escapa a nadie y que está directamente relacionado con su alta dependencia de Vox para gobernar

PSOE y PP podrían hacer de la necesidad, virtud y evitar la peligrosa deriva de sus homólogos en Francia, donde partido socialista y partido republicano prácticamente han desaparecido. Podrían hacerlo con la excusa de que gobierne la lista más votada, tal y como propone Feijóo, pero no lo harán. «No vamos a apoyar al PP si son los más votados. Ni muertos», afirma rotundo un exconsejero andaluz para acabar con las especulaciones. «Porque no irían solos, sino que, una vez recibida nuestra eventual (e imposible) abstención, pactarían todo lo demás con Vox». A buen entendedor…

Al igual que existe un efecto Feijóo, también hay un dilema Feijóo que no escapa a nadie y que está directamente relacionado con su alta dependencia de Vox para gobernar, circunstancia que sus rivales van a explotar lo indecible, tal y como han hecho en Castilla y León. Una estrategia de acoso y derribo que replicarán en Andalucía, cuyos comicios se adelantarán presumiblemente a junio y supondrán el bautismo de fuego de la dupla Feijóo-Moreno Bonilla

Las andaluzas, mucho más que las castellanoleonesas, serán el termómetro que determinará si estamos ante un nuevo ciclo 

Las andaluzas, mucho más que las castellanoleonesas, serán el termómetro que determinará si estamos ante un nuevo ciclo y si la estrategia del PSOE de sacar el fantasma de la ultraderecha a pasear, que tantos y tan buenos réditos ha dado a Sánchez en el pasado, se ha roto de tanto usarla, como los analistas vaticinan. Hasta hace poco, en la batalla del relato, Iván Redondo ganaba por goleada. Ahora no están ni Redondo, ni Casado ni Egea, y el mensaje de los populares está más definido que el del PSOE, que ya ni cala ni cuela. 

El equipo de Génova no deja escapar la más mínima oportunidad de enfatizar la hipocresía de Moncloa por demonizar a Vox como ultraderecha cuando ellos gobiernan con la ultraizquierda, Unidas Podemos, a la vez que se apoyan en los partidos que quieren romper España, caso de ERC y Bildu, para la acción de gobierno, en un proceso de blanqueamiento jamás antes visto. Unos aliados que, por cierto, suponen una rémora para la política exterior del Ejecutivo, tal y como se ha constatado en el ninguneo diplomático a nuestro país con motivo de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. 

En Francia, las formaciones se han puesto de acuerdo para pedir el voto para Macron y que Le Pen no alcance la presidencia 

Además, a los ciudadanos poco les importa que el PSOE saque en procesión la imagen de Abascal con cadenas cuando hay un escenario endiablado como el actual, con presión inflacionaria, crisis energética e interrupciones en la cadena de suministro, que supone una losa para las familias. No les da miedo Vox, sino llegar a fin de mes. 

Este nuevo PP ha logrado también desmontar la utilización perversa que el PSOE está haciendo del cordón sanitario francés en su extrapolación a España. En el país vecino, las formaciones que se sitúan a un lado del cordón se han puesto de acuerdo para pedir el voto para Macron y que Le Pen no alcance la presidencia. En España, el PSOE, lejos de apoyar a Feijóo para que no dependa de Vox, lo que busca es laminarlo. 

Al mundo de la empresa tampoco le ha faltado tiempo para aplaudir la oferta de Feijóo 

Los populares han situado al PSOE frente al espejo, han conducido el debate a la lista más votada y han marcado la agenda política. «Yo he defendido que gobierne la lista más votada porque creo en ello. Mi planteamiento sigue vigente (…). El PSOE gobierna con cualquiera: con los independentistas, con los nacionalistas, con los regionalistas, con los provincialistas, con el populismo…», dijo Feijóo en la entrevista en El Confidencial: 

La idea no solo gusta, sino que resulta difícil de rebatir incluso dentro del PSOE. O mejor dicho: sobre todo dentro del PSOE, algunos de cuyos barones no solo ven una vía pintiparada para desprenderse de unos socios de gobierno ciertamente incómodos, sino para alcanzar el poder en territorios que hoy les están vetados por mor de la aritmética electoral. 

Al mundo de la empresa tampoco le ha faltado tiempo para aplaudir la oferta de Feijóo. «Lo de este señor es otra cosa, transmite serenidad y confianza, y no hay nada mejor para la economía que la confianza; se puede hablar con él sin subir el tono y entiende la diversidad territorial de España, sin caer en maniqueísmos», dice un capitoste del Ibex cuando lo compara con sus predecesores, Casado y Egea, ahora víctimas de las más feroces críticas por los mismos que antes les rendían pleitesía. La empresa como la política: a moro muerto, gran lanzada. 

Entienden que el gallego cuenta con el perfil adecuado para dialogar con el Gobierno y llegar a grandes acuerdos de Estado 

Los elogios a Feijóo están generalizados entre el ‘establishment’. Entienden que el gallego cuenta con el perfil adecuado para dialogar con el Gobierno y llegar a grandes acuerdos de Estado que permitan esquivar la crisis económica en ciernes. Pero que el ‘establishment’ bendiga su llegada no es garantía de nada, sobre todo teniendo en cuenta que, en los últimos tiempos, los que triunfaban eran quienes lucían palmito ‘outsider’ y el hecho de tener a empresarios y medios de comunicación en contra, más que restar, sumaba puntos de cara a la opinión pública. Que se lo pregunten a Sánchez. 

Sabemos por estos precedentes que el gusto de las élites y del grueso del electorado rara ver coincide. En este caso, en cambio, existe un extraño consenso sobre su idoneidad que alimenta un fenómeno, el denominado efecto Feijóo, que va más allá de los inventos de laboratorio y explica la excelente valoración que recibe de los votantes socialistas, muchos de los cuales lo ven más fiable que a su propio candidato. Son socialistas que creen que eso de la lista más votada, en los tiempos que corren, es como música celestial para los oídos.