TONIA ETXARRI-EL CORREO

No le gusta que se note pero, en realidad, el presidente del Gobierno tiene dos ventanillas. En una extiende el talonario de cesiones a los independentistas que, a base de exigencias concedidas, van deconstruyendo el Estado. Sin disimulo. En la otra está la oposición que le ha resuelto y apoyado en asuntos de capital importancia como el envío de armas a Ucrania, el CNI, y la última votación para tramitar la Ley de Seguridad Nacional. En la primera ventanilla, Sánchez pide el apoyo y les consiente el maltrato. En la segunda, se dedica a despreciar al PP y a Ciudadanos, a pesar de su mano tendida. El ascenso demoscópico de Feijóo contraría a Sánchez; por eso su ‘núcleo duro’ le ataca con embestidas que tan sólo los muy fanáticos son capaces de justificar. Esa forma constructiva de hacer oposición por parte del nuevo líder popular está descolocando a la guardia pretoriana del presidente. Ni el CIS amigo de Tezanos le da ya buenas noticias a Pedro Sánchez. Mal tienen que verse en el PSOE para arremeter contra Feijóo porque sí. Porque se temen que las elecciones andaluzas puedan marcar el cambio de ciclo definitivo y porque una oposición con rigor y respeto no le conviene a un presidente que se pasa los días presumiendo de un diálogo y una transparencia que no practica.

Horas después de que el PP le hubiera ayudado a salvar la tramitación de la Ley de Seguridad Nacional, Santos Cerdán, el muñidor del pacto de gobierno de Chivite en Navarra entre los socialistas y nacionalistas apoyados por Bildu, llamó a Feijóo «el gran padrino de la mafia» y «populista incendiario». Poco seguro se tiene que sentir para recurrir a insultos de tan baja estofa. Tampoco es buena táctica recuperar la cruzada contra la corrupción para atacar al PP desde Andalucía. Si Adriana Lastra hubiera leído los manuales más básicos de campaña, debería saber que no es conveniente presumir de lo que se carece. Y en Andalucía, precisamente, donde el PSOE arrastra un historial de importantes casos de corrupción y abusos de poder (lo de los falsos ERE fue un saqueo en toda regla de 680 millones de euros malversados por cargos socialistas) no se debería hablar de «trincar a manos llenas». Esa fue su acusación contra Moreno Bonilla. Y la gente se creía que estaba hablando de su propio partido.

Los socialistas se temen que las elecciones andaluzas marquen el cambio de ciclo definitivo

Hasta ahora Sánchez ha superado todos los obstáculos aplicando la geometría variable. Con Bildu compensando los pulsos de ERC. No podía ser de otra manera mientras el acercamiento de los presos de ETA sigue siendo la almoneda más valorada. Pero los suyos se temen que el caso del espionaje seguirá teniéndolo en la cuerda floja. Sánchez intenta restar importancia diciendo que se trata de un bache más, pero ellos piensan que se han metido en un profundo socavón, aunque nadie se atreva a levantar la voz. Margarita Robles permanecerá mientras le sea útil a Sánchez. Hasta las elecciones andaluzas y la cumbre de la OTAN. Quién sabe. Pero la ministra, que está chamuscada como Bolaños, ya deambula como alma en pena postulándose como la más preparada y la más fiel defensora del Estado para que, al menos, conste en su currículo. Sánchez intentará llegar hasta el final de la legislatura. Con remodelación o sin ella. Desde la Generalitat, Aragonès ya ha avisado que, con la destitución de la directora del CNI, no tiene ni para empezar. Atentos al próximo pliego de condiciones de los independentistas. La primera entrega se la dejó Junqueras sobre la mesa que, éste sí, es el capo del ‘procés’.