Mikel Buesa-La Razón
- Los siete etarras que dicen retirarse, con su mensaje conciliador, ocupan el argumentario de los jeltzales cercenando su base popular
Tras haber desbaratado la campaña del PSOE, dejando al presidente Sánchez con el culo al aire, Bildu se ha descolgado con una aparente rectificación de su decisión de inscribir en las listas electorales a 44 candidatos que militaron en esa organización terrorista. Así, siete de ellos –responsables de varios asesinatos– dicen que no tomarán posesión de su concejalía si salen elegidos, mientras que otros 37 se quedan enganchados a las listas y a lo que de derive de ellas con la excusa de que militaron en las organizaciones de la izquierda abertzale, como si éstas no estuvieran implicadas en el terrorismo. Pero la jugada bildutarra va mucho más allá por varios motivos. El primero, porque da ocasión a que los que mataron muestren una velada compunción con las víctimas de ETA, como si el sufrimiento de éstas fuera lo que está en juego –cosa que, por cierto, ha estado también en boca de varios de los contendientes electorales, entre los que destacan el PNV y Sumar–, desviándose así la atención sobre la naturaleza totalitaria del proyecto político que impulsó ETA y que ahora está gestionado por Bildu.
Pero es que, además, los exetarras aprovechan la ocasión para legitimar a Bildu utilizando la fórmula de que «no queremos un futuro sin pasado». Se señala así que esta coalición es la verdadera heredera de ETA y se invierten los términos políticos de la relación entre ambas organizaciones: no es Bildu la que concede legitimidad a ETA, sino que es esta última la que refrenda a Bildu. La operación no es baladí porque, de esta manera, se destierra fuera del proyecto nacionalista radical a las disidencias surgidas del final del terrorismo –ATA, JARDUN, GSK–, que no por minoritarias son menos competidoras con Bildu para hacerse con la hegemonía abertzale.
Y no olvidemos que estamos en un período electoral en el que, en el País Vasco, se juega el poder municipal, principalmente entre los dos contendientes nacionalistas –PNV y Bildu–, poniendo en cuestión, en la actual coyuntura, la posición preminente del partido fundado por Sabino Arana. Los siete etarras que dicen retirarse, con su mensaje conciliador, ocupan el argumentario de los jeltzales cercenando su base popular. En resumen, una jugada maestra.