IGNACIO CAMACHO-ABC

  • La campaña se disputa ahora en las circunscripciones pequeñas, donde el sistema filtra los votos por un cuello de botella

El motivo de la decisión individual sobre el voto discurre por una vertiente ideológica, otra emocional y una tercera pragmática, en los últimos tiempos algo olvidada, que tiene que ver con el impacto de la gestión de los gobernantes en la vida cotidiana. Esos tres componentes determinan las principales tendencias cuyo alcance se plasma mediante una operación matemática, la de las siempre imperfectas leyes electorales que regulan el más elemental de los procedimientos de la democracia. El conocimiento de esas reglas y del mejor modo de aprovecharlas encuadra la táctica de los agentes políticos en la recta final de la campaña, la de la batalla por los indecisos que resuelven sus dudas en la última semana. En esa pugna existe un factor de esencial importancia que muchos ciudadanos ignoran o simplemente desestiman por sus consecuencias antipáticas, y es que una parte significativa del sufragio se va a quedar obligatoriamente sin representación parlamentaria.

Estamos en esa fase crucial de la disputa por los restos en las circunscripciones pequeñas, aquellas donde el sistema D’Hondt filtra a las formaciones menores por un estrecho cuello de botella. En unas elecciones como éstas, el último escaño en distritos de cuatro o cinco diputados se perfila clave en la correlación de fuerzas. El pulso por el poder se decanta con frecuencia mediante sutiles variables aritméticas que el votante medio no suele tener en cuenta porque le disgusta negociar con sus propias ideas. La fórmula es clara: la concentración suma, la fragmentación resta. Dicho de otra manera: el método de asignación, con su incentivo mayoritario, hace que un voto impulsivo o no calculado pueda acabar fuera del reparto y beneficiar de rebote, por efecto de vasos comunicantes, al bloque adversario. El debate sobre el ‘voto útil’ y su diferente valor en según qué territorios es un clásico, pero olvidar o despreciar la influencia de este patrón funcional en el resultado ha dado lugar a más de un sobresalto.

En el escenario evidente de una reagrupación bipartidista, esos escaños de más o menos dictaminarán en la práctica el signo y la composición del futuro Gobierno o tal vez conduzcan a una situación de bloqueo. De ahí que los líderes recompongan estos días sus agendas para batir el terreno donde las diferencias son más cortas y el balance más incierto. Aunque las grandes líneas del electorado están ya establecidas, aún es posible rebañar algunos remanentes en ciertas provincias. Cualquier circunstancia accidental –el calor, un atasco– o cualquier anomalía –unos votos por correo que no llegan– cobran en este contexto inesperada relevancia política, si no para volcar el desenlace sí para afinar la composición definitiva de un Parlamento cuya mayoría presentida acaso se ventile por proporciones mínimas. Todos los votos cuentan pero hay unos que dividen y otros que multiplican.