Kepa Aulestia-El Correo
La expulsión de Nicolás Redondo del PSOE por razones de discrepancia política con las decisiones adoptadas en el último período es un hecho destacado porque señala cuál es el perímetro de la formación que hoy lidera Pedro Sánchez. Por lo que ha trascendido, es presumible que la pérdida de su condición de afiliado se refiera a lo previsto en el artículo 8 de los estatutos socialistas: «Exprese públicamente sus opiniones en términos irresponsables o con deslealtad al partido o a sus afiliados y afiliadas, cometa actos de indisciplina, injurie o calumnie a alguna persona que pertenezca al partido». Solo cabe esperar que el hecho no indique que entre los socialistas no tienen cabida afiliados o corrientes que defiendan que la gobernabilidad ha de basarse en una mayor sintonía entre el primer partido de la izquierda y el primer partido de la derecha, para evitar que la estabilidad institucional dependa de los grupos que se sitúan en la periferia de la Constitución.
Nadie debería alegrarse de la expulsión por discrepancias de ninguna persona afiliada a un partido democrático. Nadie debería recibir con satisfacción que un partido democrático expulse a alguien sentenciando que ya no es de los suyos. Eso no solo estrecha el círculo que describen las siglas en cuestión. Achica el espacio de la política en su conjunto. Qué puede hacer inadmisible la insolencia de un afiliado que hace públicas sus opiniones, cuando ni siquiera está en situación de contravenir decisiones adoptadas por la formación porque no la representa en ninguna instancia. El modelo resultante describe un partido cada vez más unido en torno a su líder, mientras los resultados electorales así lo aconsejen. Un partido cada vez más reacio a soportar la pluralidad interna, porque ya es suficientemente trabajoso lidiar con la externa.
Es cierto que tanto en el artículo publicado el 3 de septiembre como en declaraciones a distintos medios, Redondo Terreros había señalado que en caso de promulgarse una amnistía el PSOE no iba a seguir siendo su partido, o que sería el final de su «compromiso emocional» con ese partido. Pero ni el PSOE ni el Gobierno que preside Pedro Sánchez han formalizado hasta la fecha la iniciativa detonante de esa posible baja voluntaria. Las instancias correspondientes de la organización socialista, que en su día resolvieron no seguir con un primer expediente contra Nicolás Redondo, podían haber afrontado sus discrepancias a la espera de que fuese el ex secretario general del PSE quien abandonara el partido si al final se da cauce a la amnistía. Pero si han optado por tomar la delantera es que han decidido trazar una divisoria clara y ejemplar. La explicación oficial es previsible: era Redondo el que buscaba ser expulsado.