- Conviene recordar que dos meses antes de que se construyera el Muro, Ulbricht negó enfáticamente la posibilidad de que se pudiera hacer algo así. ¿Les suena el modelo? La mentira es para los comunistas un instrumento legítimo para perpetuarse en el poder y eso es lo que estamos viendo hoy en España
Cada día vemos un nuevo paso en la voluntad de Pedro Sánchez y quienes le rodean de tener un control absoluto del Estado, como sólo se tiene en las dictaduras. Sánchez no es un demócrata por la simple razón de que vocifera constantemente que quienes se oponen a su Gobierno –PP, Vox y algún partido regional– son la extrema derecha, de la que excluye a Junts por el mero hecho de apoyarle, no por su ideología, supongo.
El dato que mejor manifiesta esa vena totalitaria es el de que Sánchez no cree que la oposición pueda legítimamente llegar al poder. Lo que él llama ultraderecha está descalificado antes de empezar. Él cree que hay que levantar un muro, como el Muro de Berlín, erigido por mandato soviético para impedir la huida de los alemanes del este hacia la libertad. El Walter Ulbricht de Alemania del Este en 1961 es como el Pedro Sánchez de 2024. Conviene recordar que dos meses antes de que se construyera el Muro, Ulbricht negó enfáticamente la posibilidad de que se pudiera hacer algo así. ¿Les suena el modelo? La mentira es para los comunistas un instrumento legítimo para perpetuarse en el poder y eso es lo que estamos viendo hoy en España.
Todos sabemos cómo se ha ido tomando lentamente el control de la práctica totalidad de las instituciones del Estado. En las últimas horas hemos visto que comienza el anunciado intento de controlar Telefónica con la peregrina excusa de impedir que la compañía sea controlada por los saudíes. Todos sabemos que Arabia Saudí no tiene una política ejemplar en materia de Derechos Humanos, pero no sé yo si ése debe ser el criterio de aceptación de un inversor o no. La República Popular China tiene un historial de Derechos Humanos bastante peor que el del Reino Saudí y no veo que se cuestionen sus inversiones en nada desde un punto de vista estratégico. Pero se emplea la excusa del sector estratégico para tomar un control directo de otro paquete relevante de acciones por parte del Gobierno.
El último freno que le queda al Gobierno desde el punto de vista de las instituciones del Estado es la Justicia. El Consejo General del Poder Judicial encarna hoy a «Los Últimos de Filipinas», es un nuevo acoso sobre aquella iglesia medio derruida de Baler. Y en las últimas horas ha habido una evolución interesante en esta cuestión. El comisario de Justicia, Didier Reynders, que aceptó mediar en la búsqueda de una fórmula de renovación del Consejo, no continúa con el caso con la excusa de que se ha convertido en candidato a secretario general del Consejo de Europa y mientras se dilucida su elección frente a un expresidente suizo y el ministro de Cultura estonio, debe apartarse de sus funciones. Habilísima manera del belga de quitarse de en medio sin tener que tomar partido. Pero lo que sí sabemos con certeza es que el proceso de renovación de CGPJ sigue bloqueado y la tentación absolutista de Sánchez sigue teniendo un freno. Pero tampoco nos engañemos: hasta la mejor y más espectacular presa del mundo puede acabar desbordándose si sus mecanismos dejan de funcionar.