IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • Lo escandaloso es la simple hipótesis de su despido por «mujeriego»

Se habla estos días de la vida oscura de José Luis Ábalos y se insinúa que en ésta reside la causa de su salida del Gobierno: su «licenciosa moral» se habría convertido en una incómoda piedra en el zapato de Sánchez. Uno lee estas cosas y tiene de pronto la sensación de hallarse en la España de los años 50. Uno es que ya no entiende nada ¿El mismo país que reconoce los derechos de los LGTBI ve un motivo de escándalo en que un ministro organice «fiestas con mujeres»? ¿El mismo Gobierno de la Ley Trans se sonroja ante los excesos heterosexuales de uno de sus miembros? No es que yo tenga un alto concepto de Sánchez, pero me cuesta imaginarlo poniendo cara de hermano director o madre superiora para echarle a uno de sus peones una regañina propia de colegio mayor de la posguerra.

No. Por más que las supuestas fiestas se hubieran celebrado en la pandemia, no es ahí donde se está haciendo hincapié. La pandemia se la ha saltado toda la clase política. Donde se está haciendo hincapié es en la moralina. Ya es que las mismas expresiones que se están usando para esta comidilla -«vida oscura», «moral licenciosa», «fiestas con mujeres»…- a uno le suenan a jerga de capillismo preconciliar. La verdad es que ni Franco, con toda su proverbial mojigatería, se atrevió a tocar a ninguno de los prebostes de su régimen por esa clase de deslices. Más aún, éstos se consideraban parte intrínseca de la doble moral de la época.

Pues sí. Yo es que en este asunto me pongo de parte de Ábalos. Para un detalle que lo humaniza en un Gobierno sin corazón, cargan contra él. Para mí lo escandaloso es esa simple hipótesis de su despido por «mujeriego»: ni el ‘Delcygate’ ni el enchufismo despiadado que practicó con su clan en Adif, la Plus Ultra o su chiringuito de Transportes habrían servido para cuestionarlo. Pero eso de que por las noches se vaya de parranda con chicas malas, eso el PSOE no lo habría podido permitir. A esa hipocresía se suma la de una derecha que aplaude el escarmiento porque desconoce las bases teóricas del liberalismo que predica y el famoso lema de ‘vicios privados, virtudes públicas’ que acuñó Mandeville en el siglo XVIII para separar la ética particular de la ideología y la economía. Yo es que creo que hasta para las defenestraciones hay que tener una cierta coherencia. No es lo mismo cesar a un ministro porque ha desafiado la propia legalidad europea que porque le han pillado con una revista porno. La revista es algo que compete al ámbito de su vida privada. ¿Hasta aquí habría llegado el intervencionismo socialdemócrata que adopta el lenguaje puritano de los curas de mi adolescencia?: «¿Has estado con mujeres, hijo? ¿Con tocamientos o sin tocamientos?…».