Iñaki Ezkerra-El Correo
Lo que Vox trae a la España del siglo XXI es una derecha de cartón piedra que se ha olvidado de sí misma
Es una triste paradoja. Aunque se presenta como el látigo de los nacionalismos periféricos, el partido de Abascal, en sólo seis breves años de existencia, ha logrado extender por todo el país el enrarecido clima social que vivimos durante décadas en el País Vasco. Uno acude a una comida o a una cena de amigos y alguien le dice al oído: «Ten cuidado con lo que dices, que fulanito vota a Vox y puede sentarle mal». Uno se acuerda entonces de las veces que alguien le dijo al oído, al acudir a una cena o a una comida en el Bilbao o el San Sebastián de los años 90 y 2000, las mismas palabras, pero en referencia a alguien que votaba al PNV: «ten cuidado con lo que dices», «celebremos la fiesta en paz», etc. Uno tiene una natural tendencia a no hacer caso a ese tipo de cariñosas advertencias como no lo hizo en el pasado. Uno no es que insulte a nadie ni diga ninguna barbaridad. Basta con que te limites a expresar con humor tu desacuerdo con las tonterías que Abascal soltó en ‘El hormiguero’ para que te encuentres con los mismos silencios alrededor, las mismas miradas esquivas, las mismas caras de contrariedad y disgusto que en la Euskadi de Lizarra. El silencio que no has guardado en tu tierra cuando ETA mataba, te piden ahora que te lo impongas en cualquier punto de la España del 2019 en la que ya nadie mata a nadie.
El humor, sí. Es su ausencia lo primero que se nota en esos almuerzos y esas veladas. No se puede defender en serio a ese prior falangista del Valle de los Caídos que es el que nos faltaba para el duro y que parece escapado de ‘La escopeta nacional’ de Berlanga. No se puede mostrar, sin temor a inspirar risa, una solidaridad lacrimógena con una familia como la de los Franco, que es una genuina astracanada viviente y a la que la democracia no ha tocado un pelo ni expropiado ninguno de los palacios que pilló en la dictadura y que componen su ‘honrado’ patrimonio.
No. No hace falta recurrir a la familia Monster. La fauna que está resucitando estos días en tormo a la momia del dictador se halla retratada en las páginas de todos los grandes humoristas de la derecha anterior a la Guerra Civil y de la que conservó el humor después de ésta en ‘La Codorniz’. Y lo que, paradójicamente, Vox trae a la España del siglo XXI es una derecha de cartón piedra que se ha olvidado de sí misma; que, por no leer, no ha leído ni a Wenceslao Fernández Flórez ni a Álvaro de Laiglesia, y que no sabe que la astracanada la inventó Muñoz Seca.
«Ten cuidado con lo que dices…» Y, sin embargo, es más necesario que nunca decir, hablar, discutir, reírse. Ha llegado un momento en que, si te pronuncias a favor de la exhumación de Franco en ciertas casas o en ciertos platós televisivos, sales como Unamuno del paraninfo de Salamanca: del brazo de la anfitriona o de una presentadora que no saben lo que se parecen a doña Carmen Polo.