Aburri… ¿qué?

 

Juan Carlos Girauta-ABC

  • La buena noticia es que el principal partido del Gobierno está a la defensiva. Ahí es exactamente donde debe estar

Cada cual pasa el encierro como puede. Antes de sentarme a escribir, he puesto Schubert. Empieza con un trío para piano y violoncelo que se hizo popular gracias a Barry Lyndon; Stanley Kubrick escogía las bandas sonoras como nadie. Galante te mece el piano cuando el arco del acompañante, de repente, introduce una nota disonante que hace saltar la escala y desata la pasión.

Lo único bueno de esta calamidad es el tiempo libre. Hay que remontarse a la adolescencia, a sus veranos interminables, para revivir la feliz pregunta de cómo va a pasar uno la tarde: desmenuzando una nueva canción guitarra en mano, volviendo a la playa, leyendo o viendo una película. Solo que entonces nos sobrevolaba con frecuencia

un pájaro rarísimo que no he vuelto a ver y que se llamaba aburrimiento. Si escogía película, me iba al cine del pueblo: el cine Circo o el cine Ateneo en San Juan de Vilasar, hoy Vilassar de Mar. La canción a «sacar» solía llamarte desde un disco, y en verano solo teníamos el comediscos de plástico naranja. Mejor el cassette, que podías ir deteniendo mientras hallabas cada acorde. Si te encallabas debías elegir: o bien renunciabas y aparecía el pájaro del aburrimiento, o bien preguntabas por ahí a otro con guitarra y la cosa se ponía interesante.

Además de tragedia con zarpazos cercanos, este confinamiento porta la inesperada dádiva del tiempo disponible para todo, para cualquier cosa, cuando el aburrimiento ya me resulta simplemente incomprensible. Tantos libros postergados que encuentran su momento. Tantas películas en las seis plataformas disponibles. Una eternidad musical en Spotify. Y la guitarra que ha salido por fin de su caja de interior aterciopelado y lila donde ha guardado silencio durante años. Poco a poco los dedos se desperezan. Y sobre todo están estas columnas, el privilegio de contarles lo que opino de un Gobierno enfangado en la falsedad y el sectarismo, de sus crecidas pulsiones autoritarias; pero también la posibilidad de traer intimidades que este bendito género literario legitima para el papel impreso. Nuestra lengua ha brillado con el columnismo. Muy a menudo, por cierto, en este diario.

Mientras tanto, hay una guerra ahí fuera por la narrativa de la peste y su gestión. Tengo en mis manos el argumentario que el PSOE ha enviado a sus representantes. Es bastante mediocre. La buena noticia es que el principal partido del Gobierno está a la defensiva. Buena noticia porque ahí es exactamente donde debe estar, donde le corresponde. También han producido una alarmante cartelería instando a la delación. Incapaces de distinguir información de opinión, su combate contra las campañas de bulos -género que ellos dominan, como han demostrado en tantas ocasiones- lleva el embrión totalitario de la persecución al discrepante. Pero ahora presto atención a Schubert y los epígonos de Münzenberg dejan de existir. La verdadera fuga siempre es hacia dentro.