ABC-LUIS VENTOSO

Casado ha ganado por reivindicar con naturalidad un modo de ver el mundo

AUNQUE ya era vicesecretario en el PP de Rajoy y gozaba de grato despacho en Génova, Pablo Casado representaba la renovación en la carrera de estas primarias, mientras que Soraya encarnaba la candidatura del «establishment» y la burocracia monclovita. Ella ganó la primera vuelta por 1.546 votos, merced a una astuta captación de sufragios en Andalucía aprovechando ciertas Arenas movedizas. Ese triunfo inicial la convirtió en favorita (amén de su talento para maniobrar entre tinieblas). Sin embargo ha caído con contundencia en la votación final del congreso. ¿Por qué? Pues porque los compromisarios del PP parecen haber entendido lo crucial, lo que realmente se dirime en España: desde el giro a la izquierda del zapaterismo y la irrupción de Podemos está en marcha un plan sectario para establecer una única visión aceptable del mundo, la del llamado progresismo. Todo lo que se aparte de ese pensamiento único, como las más normales y civilizadas ideas liberales, será tachado de «extrema derecha», tal y como ha dicho Sánchez esta misma semana en el Congreso. La izquierda domina además casi por completo la palanca más importante para modular la opinión pública, la televisión, convertida en España en su ariete merced a un panorama mediático único en Europa (diseñado precisamente por Santamaría).

Caben dos posibles respuestas ante una operación de acoso al centro derecha como la que auspician Sánchez, los comunistas antisistema de Podemos y los separatistas. Una estrategia, la que encarnaba Soraya, consiste en intentar parecerse un poquito al adversario. El sorayismo, cuya ideología es más light que un yogur desnatado, asumía en la práctica el grueso de la ingeniería social instaurada por el PSOE. Y en el tema vital de la unidad de España, aunque no cabe dudar de su patriotismo, lo ejercía con tanta prudencia que costaba percibirlo. La otra estrategia posible es la que representaba Casado. Consiste en discrepar sin ambages de las banderas estelares del actual progresismo, como la eutanasia y el aborto, la subida de impuestos, el desapego ante la familia tradicional y el entreguismo ante los separatistas, conocido eufemísticamente como «diálogo». Confortaba ayer escuchar a Casado soltando en alto verdades tan obvias –y tan proscritas– como que defender la vida no es una causa de derechas, sino de todo ser humano con conciencia; que apoyar la natalidad es garantizar el futuro de un país; que lo adecuado es bajar los impuestos y permitir que el ciudadano pueda manejar el dinero que gana con su esfuerzo; que España necesita defenderse de la amenaza golpista endureciendo el Código Penal. No sabemos si Soraya comparte todos esos principios –hay dudas–, pero lo que sí sabemos es que jamás lo enunciaría tan alto y tan claro.

(PD: Casado supone un problemón para Rivera, pues comparten desenvoltura dialéctica, edad y porte. Además, el líder de Cs no va a ganarle a la hora de enarbolar la bandera de la defensa de la unidad de España, que en puridad es el único punto fuerte de la oscilante marca naranja. Ayer se aceleró la cuesta abajo de Ciudadanos, que comenzó cuando Rivera, torpemente, ayudó a Sánchez a caldear el clima de opinión que abrasó a Rajoy).