Al menos en Vergara hubo abrazo

FUNDACIÓN PARA LA LIBERTAD, 02/05/13
EDUARDO URIARTE

· Los sentimientos de las víctimas de ETA, especialmente si fueron socialistas, se irritan ante la desgraciada imagen de las hijas de Egiguren y Otegi recogiendo el premio de la paz auspiciado por una fundación promocionada desde la ideología dominante de esta Euskal Herria. ¡Qué mérito el de sus padres por traernos por fin esta paz, donde se impone el olvido de la condena del terrorismo de ETA!,¡ qué buenos sentimientos, para que tengamos un futuro sin muertos! Pero, sin embargo, lo que hemos pagado, lo que nos siguen exigiendo con tanta bondad y abrazos infantiles, es el peaje que propicie, bajo la apariencia de paz, un futuro sin convivencia democrática, donde la amenaza de ETA permanezca imponiendo su proyecto político. O miramos atrás y desenterramos,  superando nuestro talante acomodaticio y frívolo, todo lo que ha ocurrido en estos últimos años de asesinatos, o nos hipotecamos con un futuro de opresión bajo la violencia opresiva nacionalista anunciada ya por el triunfal éxito electoral de Bildu.

Me dirán que las soluciones pacíficas siempre han sido así, un poco chapuceras, pero no es cierto, muchas, especialmente en 1945, supieron darle carpetazo a vergüenzas del pasado no escondiéndolas. Hay   malas soluciones para la paz, como la de Stormont en Irlanda, que ha convertido las ciudades norirlandesas en desiertos a partir de las ocho de la tarde. O nuestro caso, que tanto inspira a Eguiguren, el Abrazo de Vergara de 1839. Aquel abrazo nunca supuso la paz sino la pervivencia, hasta que los derrotados fueran los vencedores un siglo después, de toda la parafernalia carlista. Aquel abrazo lastró profundamente las necesarias reformas liberales que en España urgían, y mantuvo en el tradicionalismo a amplios sectores de la derecha hasta la actualidad, pasando por su victoria en 1939. Pero al menos, entonces, hubo un abrazo que prometía y simbolizaba un futuro en paz que no se cumplió. Aquí ni siquiera hay muestra de buena voluntad: los muertos están bien muertos.

Ahora, aquí, sin abrazo, lo que nos aclara la sincera portavoz de una legalizada injustificadamente formación nacionalista, pues es hija de todos los brazos políticos del grupo terrorista, es que los muertos están ahí por ser políticos, que fue la cerrazón de la democracia española, argumento que se apuntala con la crítica a la Transición democrática expresada en la actualidad por esta nueva izquierda reformulada bajo un grueso baño anarquista, la que dio motivo para sus muertes. Que fue el conflicto con España la causa de su sacrificio y no el terror asesino. Y va y se está con ellos, en Loiola, en Ginebra, en Oslo, y donde haga falta, incluso después de los muertos en el atentado de la T4. Se les legaliza, se deja a las niñas recoger el premio, y se prepara a las cabreadas masas por el mal gobierno de la clase política, en el que los socialistas son tan culpables como el que más, a un aventurero nuevo proyecto izquierdista donde el nacionalismo radical esté entronizado y el viejo sindicalismo vaya de comparsa. Ese es el futuro, entre abrazos y premios, al que nos vemos abocados los viejos socialistas: a tejer nuestro futuro con el nacionalismo radical.

Si los gestores socialistas no son conscientes de la dimensión trágica del acercamiento afectivo con el mundo de ETA, de los encuentros y acuerdos políticos ante determinadas mociones, en mesas de negociación o parlamentarias donde favorecer las coartadas a ETA, muy poco se puede hacer, a lo sumo salir corriendo de ese desastre. Mucho hay que temer que esta ola de radicalismo que invade a la izquierda  se encuentre con el radicalismo nacionalista. Desde hace tiempo este fenómeno se está produciendo, desde que se considerara en 2.002 negociar con una ETA que ya, entonces, estaba operativamente derrotada, pues no tenía otro sentido hacerlo.