JOSEBA ARREGI –  EL CORREO

El verdadero miedo empieza cuando poco a poco nos vamos cargando el Estado de Derecho, como está sucediendo ahora en España

Hoy en día es imposible protegerse de la inundación de palabras, manifiestos, declaraciones, comentarios, gestos, simbolismos y heroicidades que produce la vida diaria según los medios de comunicación, tradicionales o nuevos sociales y en red. Si lo que sucede es una masacre como la producida por islamistas radicales del Estado Islámico en Barcelona, es casi imposible no ahogarse en el barullo de imágenes, manifestaciones, comentarios y declaraciones que se producen en su rebufo.

Habría mucho que comentar acerca de todo lo que se ha dicho estos últimos días en torno a la masacre. No es cuestión de añadir unas cuantas palabras más, la mayoría muy gastadas ya por su uso y abuso. Pero si uno atiende críticamente a ese griterío y a esa cantidad ingente de imágenes y declaraciones quizá descubra que lo importante está, como casi siempre, en lo que no se ha dicho, en lo que quizá sí ha aparecido, pero no se ha nombrado debidamente, quizá descubra lo que se ha callado, se ha tratado de ocultar, se ha preferido que no se percibiera como presente en todo lo que ha acompañado a la masacre.

Se han escuchado hasta el hartazgo las palabras que aparecen siempre en estos casos: no tenemos miedo, no nos vamos a dejar atemorizar, vamos a seguir con nuestras vidas, no vamos a cambiar porque sería ceder ante los actores de la masacre, defendemos una ciudad abierta, estamos a favor de la diversidad, defendemos la vida como primer y principal derecho, cantamos a la ciudad de la que se trate –Barcelona–, proclamamos defender la paz, los islamistas también sufren, están integrados, los jóvenes de Ripoll hablaban catalán, estamos contra la islamofobia, no se puede acusar a los islamistas, no matan por la religión.

Como sucedió al final de la actividad terrorista de ETA aparecen palabras que no pertenecen al ámbito del espacio público de la política. En el caso vasco eran palabras como perdón, reconciliación, también se escuchó que ETA no mataba en nombre del pueblo vasco, que no todos los vascos eran terroristas, que no todos los nacionalistas eran terroristas, había que construir una sociedad integrada, en convivencia, plural y diversa en la que cada cual defendiera cualquier idea y proyecto político por medios no violentos. Y nadie exigió a ETA y a sus compañeros de viaje que acataran y respetaran el Estado de Derecho, que se sometieran al imperio del Derecho.

He ahí la expresión que no se ha escuchado después de la masacre de Barcelona: el Estado de Derecho. Un Estado de Derecho que se defiende y al defenderse defiende a sus ciudadanos. El Estado de Derecho ha estado presente pues ha actuado por medio de los Mossos d’Escuadra, dirigidos en última instancia por el representante ordinario del Estado en Cataluña, el presidente de la Generalitat. El Estado de Derecho ha estado presente porque sus representantes máximos lo han estado, a la cabeza el jefe del Estado, el rey Felipe VI, el presidente del Gobierno Rajoy. Pero se trató de ocultarlos, de relegarlos. Fueron abucheados e insultados.

Nadie habló para decir que no se puede defender la libertad si no existe Estado de Derecho. Nadie proclamó que la paz como convivencia de diferentes en libertad no es posible sin la garantía del Estado de derecho. Nadie ha recordado que no hay garantía para las diferencias y para los diferentes si no existe la garantía de Estado de Derecho. Nadie se ha preocupado de decir que la integración social, escolar, lingüística, cultural debe culminar en la integración en el Estado, en el reconocimiento del Estado de Derecho, y que si no lo hace el resto de integraciones parciales no son sólidas. Nadie recuerda a los islamistas, y al resto de ciudadanos, que para ser libres y vivir como diferentes en paz lo único que hace falta es aceptar que la fuente de los derechos y las libertades fundamentales es la consideración del individuo como ciudadano, no como creyente o ateo, no como cristiano o musulmán, no como catalanoparlante o castellanoparlante, no como imbuido de un sentimiento de pertenencia exclusivo a una determinada comunidad u otra, y que todo ello requiere de la aceptación y defensa, y en mi humilde opinión, defensa militante del Estado de Derecho. La unidad contra el terrorismo como unidad en defensa del Estado de Derecho.

El Estado Islámico no lucha contra la democracia, contra la posibilidad de votar. El Estado islámico está en contra del Estado de Derecho y su monopolio legítimo de la violencia, contra la idea de que en la democracia como Estado de Derecho todo debe estar sometido al imperio del Derecho y de las leyes que del Derecho emanan sin estar en contradicción con él. También la religión, también los sentimientos de pertenencia, todo tipo de confesión, todas las ideas e ideologías, todos los proyectos políticos. El espacio público de la política en un Estado de Derecho no es un espacio abandonado a los sentimientos.

Es evidente que la actuación de los Mossos d’Escuadra es una actuación de Estado: son una Fuerza de Seguridad del Estado en Cataluña, lo que pone de manifiesto hasta dónde llega el autonomismo del Estado de Derecho que es España. Pero no se ha querido hablar del Estado de Derecho porque estamos inmersos en un proceso de golpe de Estado al margen del Derecho. El Estado de Derecho está por encima de las geografías: si hay espacios geográficos más amplios mejor, y si esos espacios más amplios se van uniendo para constituir un espacio aún más amplio, mejor aún. El Derecho es universal y las leyes tendencialmente también lo son, al igual que el Estado de Derecho, cada uno de ellos. Aunque, como lo vio Kant, sea necesario abordarlo y vivirlo desde entes particulares. Un exrector de la Universidad del País Vasco afirmaba que la democracia es el derecho a ser cobarde: es el Estado quien protege mi libertad de conciencia y la convivencia como diferentes en libertad. El verdadero miedo empieza cuando poco a poco nos vamos cargando el Estado de Derecho, como está sucediendo ahora en España.