Sánchez volvió ayer a lo que mejor conoce, la propaganda. Otra rueda de prensa para airear los buenos propósitos del Consejo de Ministros, en la que volvió a comparecer en plan “aló, mister Vacunas”. Dijo que para finales de agosto estaremos vacunados 33 millones de españoles, el 70% de la población. Finales de agosto dicho desde abril por este augur es lo más parecido al largo plazo keynesiano: todos muertos. Hay que tener en cuenta, además, los precedentes. Este fue el mismo que nos predijo en julio de 2020: “Hay que salir a la calle, hay que disfrutar de la nueva normalidad recuperada; hay que recuperar la economía. Hemos derrotado al virus  y controlado la pandemia y doblegado la curva”. Todo se contagia. El presidente del PNV explicaba a sus conmilitones en la fiesta triste del Aberri Eguna de Bilbao: “El autogobierno es el instrumento que hará posible la salida de la pandemia”.

Sánchez explicó que la vacuna es la política económica más eficaz y que esto es un camino de perfección. Recordarán los lectores aquel momento cumbre de Redondo Productions en el que se vieron las primeras cajas de vacunas sobre un palé, con una pegatina tamaño XXL Gobierno de España, abrazándolas. Era, si las cuentas no me fallan, la décimoquinta vez que se nos aparecía, bien en formato rueda de prensa, bien en comparecencias institucionales para anunciar el estado de alarma, un suponer. Cualquiera de sus ministros (o ministras, que la burricie no hace discriminación de sexo) habría dicho ‘quinceava’.

Tenemos un presidente que es inmune a cualquier ejercicio de la lógica. Al seguir su comparecencia era inevitable preguntarse el porqué de aquella sonrisita, que tenían que ver sus palabras con cualquier elemento de la realidad reconocible para un ciudadano medianamente informado.

Habló del debate sobre armonización fiscal, que calificó de ‘debate progresista: “Me alegra que EEUU haya abrazado esa agenda progresista también en política económica que está defendiendo desde hace ya tiempo el Gobierno de España”. Al fin conocemos la razón de que Joe Biden lleve cuatro meses sin devolverle la llamada, que en la lista de gobernantes europeos, el doctor Fraude esté por detrás del griego Mitsotakis en las preferencias del presidente norteamericano. Él habrá plagiado su tesis, pero también tiene quien le plagie. Qué mala consejera es la envidia.

Hubo más. Aprovechó una pregunta sobre la incorporación de Yolanda Díaz para volver a lucir su incomprensible sonrisa y decir: “no me cansaré de reivindicar que es la primera vez en la historia que tenemos cuatro vicepresidentas”. No solo. Es la primera vez que tenemos un Gobierno con cuatro vicepresidencias y 24 miembros. Debería poder ‘reivindicar’ el supuesto heroico de que todos ellos y ellas, o al menos un 70% fueran competentes, pero no es el caso.

La corresponsal de El Periódico  le preguntó: “Respecto al coronel Diego Pérez de los Cobos, después de haber conocido la sentencia de la Audiencia Nacional, ¿cree que fue acertada la decisión de cesarlo?” Y él, sin darse por enterado de que uno de sus ministros, el de Interior, nada menos, ha incurrido en algo parecido a la prevaricación dice que “el ministro Marlasca cuenta con toda mi confianza, con toda mi confianza”. No puede ser, presidente. La confianza en Marlasca debería ser incompatible con la que puso en la tía a la que nombró ministra de Justicia y después fiscal general del Estado, que lo tildó de ‘maricón’ en alegre charla con su novio Garzón y con un comisario corrupto llamado Villarejo.