Kepa Aulestia-El Correo
El Presidente Sánchez afrontó su convocatoria de elecciones anticipadas solicitando a los electores una legislatura más para afianzar los cambios introducidos en la anterior. Los resultados del domingo le sitúan, contra casi todo pronóstico, ante la oportunidad de entretejer una mayoría similar a la que operó hasta la disolución de las Cortes. Feijóo no puede sumar los escaños precisos para superar el trámite de investidura. Y ningún grupo de entre los relevantes está interesado en provocar nuevas elecciones.
Los próximos comicios serán las autonómicas de Euskadi y Galicia en 2024, y de Cataluña en 2025 o antes. Dado que Sánchez necesita los votos de EH Bildu y el PNV, y los de ERC y Junts, la cercanía de las elecciones a los parlamentos vasco y catalán, con dos formaciones soberanistas en competencia en ambas comunidades, hará aún más visible el trato deferente que el líder socialista deberá dispensar a vascos y catalanes. También para secundar al PSE y al PSC ante las citas autonómicas.
En apariencia, la investidura de Sánchez y la estabilización de su nuevo mandato realzaría la singularidad de ambas nacionalidades. Pero es una forma ‘amable’ de recentralización, a través de unas «elecciones más españolas que nunca» -en palabras de Gabriel Rufián-. Euskadi y Cataluña no son hoy menos dependientes de lo que eran hace cuatro años. Y no lo serán dentro de otros cuatro. El trato privilegiado del que puedan valerse EH Bildu, PNV, ERC y Junts a cambio de sostener el gobierno de coalición entre el PSOE y Sumar puede resultar agraviante para el resto de las comunidades autónomas, casi todas en manos del PP. Pero difícilmente ampliará el autogobierno de vascos y catalanes. Aunque las apariencias de un Sánchez más entregado que nunca a las exigencias soberanistas parezca prometer una desconexión acordada de ambas comunidades respecto al Estado constitucional.
El PNV pasó el domingo más apuros que EH Bildu para lograr grupo propio en el Congreso. Si los jeltzales se vieron sorprendidos y molestos ante el protagonismo adquirido por EH Bildu en la anterior legislatura, la naturalización de la presencia de la izquierda abertzale en la corte de Sánchez ha concedido a los de Otegi una ventaja electoral que se hará notar en los próximos años. Teniendo en cuenta además que EH Bildu no precisa mostrarse especialmente exigente respecto al gobierno PSOE-Sumar para afrontar los comicios vascos cuando los convoque el lehendakari Urkullu.
Mientras que el PNV sí necesitará ofrecer resultados tangibles en Madrid o, en su defecto, mostrarse incluso más reivindicativo que la izquierda abertzale. La ‘recentralización amable’ hace más daño a Ortuzar y Urkullu.