ABC-LUIS VENTOSO

Sánchez, que condenó a España a seis meses sin Gobierno, pide a Cs que se abstenga

EN política, los españoles tenemos memoria de pez. Las incongruencias más flagrantes pasan desapercibidas, en contra de lo que sucede en otras democracias, donde los bandazos descarados no se perdonan. En 2010, el liberal Nick Clegg, un político joven, muy formado y de gran elocuencia, emergió como el chico de oro de la política británica. Tras un buen resultado en las urnas, acabó formando un gobierno de coalición con Cameron y se convirtió en viceprimer ministro. Durante la campaña electoral, Clegg había firmado la promesa de no subir las matrículas universitarias. Pero una vez en el poder, cambió de idea y apoyó su subida. A partir de ahí su carrera entró en barrena. El público no se lo perdonó jamás, hasta que en 2017 perdió su escaño. Hoy trabaja como relaciones públicas de Zuckerberg, con la misión de maquillar las barrabasadas de Facebook. Gana un porrón de dinero en EE.UU., pero su vida política quedó finiquitada por aquella incongruencia.

En España, hoy el PSOE puede permitirse el lujo de la incoherencia más flagrante sin que le pase factura, merced a su hábil cuasi monopolio televisivo (cortesía del mariano gobierno y su sagaz vicepresidenta). En diciembre de 2015, Rajoy ganó las elecciones con 123 diputados. La valoración mediática de entonces fue que se trataba de una victoria pelada y que sudaría para formar gobierno (como así fue). Desde el minuto uno, sin siquiera molestarse en escuchar su oferta, Sánchez le plantó ante su barba cana un inmenso «no» y abogó porque debía gobernar él, cuando había dejado al PSOE en el chasis con solo 90 diputados. La obcecación del Dr. No mantuvo a España sin gobierno medio año. Hubo que repetir los comicios. Rajoy subió a 137 y Sánchez cayó a 85. ¿Respuesta del vapuleado? «No sigue siendo no», con deje chuleta. Se resistió con saña a permitir que el ganador formase gobierno, una obcecación tan nociva para el país que fue retirado con fórceps de Ferraz en una operación que contó con el plácet de Susana, González, Rubalcaba y otros clásicos con más altura de miras.

Con tales antecedentes, ayer Ábalos demandó a Ciudadanos «que se abstenga por España» y deje gobernar a Sánchez. Los que bloquearon dos veces al ganador de unos comicios venden ahora, con idéntico resultado al de Rajoy, que Sánchez ha firmado una victoria épica (de 123 diputados, ¡a 53 escaños de la mayoría absoluta!). El PSOE también lamenta que se le haga depender de los independentistas, unos socios de los que Sánchez se sirvió sin escrúpulo alguno hasta que su fanatismo irreconducible lo dejó sin presupuestos y lo obligó a convocar elecciones. La verbena de la incongruencia. Ayer, el gran presidente de la regeneración se paseó en campaña encantado junto al alcalde de Alcalá, que según el Código Ético del PSOE debería estar apartado tras ser enjuiciado por prevaricación, con «indicios racionales, objetivos y fundamentados de infracción criminal», según la juez. Da igual. Ni memoria, ni coherencia. Solo propaganda, bien aventada por la tele amiga.