No se debe escribir sobre una película que no se ha visto. No haré, pues, crítica alguna sobre ‘Maixabel’ el filme de Iciar Bollain en el Zinemaldia. Tiempo habrá de hacerse un juicio cuando la estrenen en algún cine cercano. Así pues, no hablaré de la película, sino de los personajes. A Maixabel Lasa y a Ibon Etxezarreta ya los había visto en el documental ‘Zubiak’, de Jon Sistiaga. Confieso que fue muy turbadora la imagen de Maixabel cocinando un pescado que se habría de comer mano a mano con el asesino de su marido. Uno no tiene vocación, pero si tal inconveniente hubiera llegado a producirse, preferiría pensar que sus familiares y amigos rechazarían estas componendas restaurativas y albergarían un poco de rencor, el suficiente para desear que los asesinos cumplieran las penas en su totalidad. ¿El perdón? Podría ser, pero a la manera de Juan Pablo II, que perdonó a Mehmet Alí Agca por los tres tiros que le disparó en 1981, pero no pidió que le rebajaran la condena ni siquiera un día.
No hay causa política más digna en España que la de las víctimas del terrorismo. Por eso, nadie está autorizado para dictaminar qué luto deben llevar sus familiares ni cómo han de gestionar el duelo. Pero tampoco ellos son sus propietarios exclusivos. Son víctimas de toda la democracia española, y son políticas, sí, porque así lo quiso el propósito de sus asesinos.
Jáuregui fue gobernador de Guipúzcoa entre 1994 y 1996. Objetivo de ETA entonces, fue enviado por el Gobierno a la delegación de la empresa Aldeasa en Chile. No era hombre adecuado para tareas de seguridad. Desde Chile hacía viajes a Venezuela para practicar el diálogo con los etarras allí residentes. Todos los veranos regresaba a Legorreta, su pueblo y el de su mujer. Todos los sábados quedaba con amigos en el frontón de Tolosa, a menos de diez kilómetros de su pueblo. Fue allí donde lo mataron.
El Ayuntamiento de Legorreta aprobó un comunicado de condena con los cinco votos del PNV. Los cuatro concejales de EH, se abstuvieron, incluido su sobrino carnal. Lo de Maixabel no es un caso único ni el peor. Hace unos quince años estuvieron en San Sebastián Jo Berry, hija de un parlamentario conservador asesinado en 1984 y Pat Magee, su pareja y el terrorista del IRA que lo asesinó. Ella declaraba entonces: Yo he hablado con muchos hombres que han matado y lo han hecho porque no se han sentido escuchados”. Pat decía “Nunca he pedido perdón por mis acciones. Lo que pido es que se comprendan, pero no por mí”.
Etxezarreta tampoco pide perdón, aunque no fue Jáuregui su única víctima, ni Maixabel la única mujer a la que dejó viuda. Diez días más tarde asesinó al empresario Joxe Mari Korta y dejó viuda a Marian Zearreta. El 24 de mayo de 2001 asesinó al director financiero de El Diario Vasco y dejó viuda a Amaia Guridi y dos meses después hizo lo propio con el mando de la Ertzaintza Mikel Uribe, dejando viuda a Maite Molledo. El crimen fue en Leaburu. Algunos policías autonómicos se concentraron ante el Ayuntamiento en protesta. Ningún vecino salió a la calle. No hubo encuentros restaurativos.