José Luis Zubizarreta-El Correo
1. Salud y economía no son alternativas excluyentes. Se trata, más bien, de dos realidades que se entrecruzan y retroalimentan. Lo hacen, unas veces, abiertamente y, otras, de manera más sutil, a través de la psique de sus agentes. Los estados de ánimo, por ejemplo, pueden originarse en la situación económica y tener graves repercusiones en la salud. No conviene, por tanto, tratarlas al modo de disyuntivas. Ni, mucho menos, cargar su abordaje de ideología y de moralismo. Está a punto de ocurrir a raíz del último decreto de trabajos esenciales. Las posturas discrepantes no son entre buenos y malos, solidarios y egoístas, compasivos e inclementes, progresistas y reaccionarios. Reflejan intereses, sí, pero también razones. Cada una las suyas.
Por decirlo drásticamente, ni Nadia Calviño o Antonio Garamendi son Cruela de Vil o Herodes ni Pablo Iglesias o Unai Sordo, Francisco de Asís o el Buen Samaritano. Las resoluciones son producto de la deliberación y no del enfrentamiento. Nunca se encontrarán en el bien absoluto, sino sólo -y por desgracia- en el mal menor. La búsqueda de la proporcionalidad es, en estos momentos, el reto de los líderes. Y nuestra obligación, respetar y acatar sus decisiones.
2. En tiempos de crisis, el líder debe esmerar la deferencia con sus aliados. La excepcionalidad confiere poderes extraordinarios que suscitan susceptibilidades. No da la impresión de que Pedro Sánchez lo haya tenido en cuenta. Algunos de sus aliados más leales, aunque discrepantes, han echado en falta prontitud e incluso sinceridad en la comunicación. El lehendakari Iñigo Urkullu es un ejemplo. Lo ha expresado, como es su estilo, en un tono más mesurado que su partido. No parece, pues, que, por este lado, al menos, el presidente vaya a salir reforzado de la crisis.
La desconfianza ha empezado a hacer mella en las relaciones. El PNV tiene, además, fama de recordar al modo en que recuerdan los elefantes. Y, el día después -que, esperemos, llegará más pronto que tarde-, será tan imprescindible como lo fue en la investidura. Imprescindible y difícil de recuperar. Mal hacen, pues, sus socios de Gobierno en Euskadi hurgando en la herida con imprudente ligereza.
3. La claridad, la seguridad y la resolución son características de la comunicación en tiempos de crisis. Pedro Sánchez no logra compensar con prolijidad la confusión, la improvisación y la vacilación que transmiten sus comparecencias públicas. Afirmar hoy lo que se negó ayer no es el modo de infundir calma en la gente. Tampoco lo es evitar, por sistema, contestar las preguntas de los periodistas con divagaciones que no vienen al caso.
El escaqueo transmite la sensación de que quien recurre a él se niega a decir lo que sabe. Se crea perplejidad, que es lo que la gente desea despejar. La prolongación de la emergencia, que se da ya por descontada, no ayudará a mitigar las inquietudes y las incertidumbres de la población. Sólo lo logrará una información segura y sincera.