JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS-EL CONFIDENCIAL

  • El único triunfo que avalaría la política de la presidenta de Cs sería que ERC perdiese la condición de socio preferente del Gobierno en los Presupuestos. Y eso es muy difícil que ocurra
Escribe Pedro Rodríguez, uno de los periodistas españoles que mejor conocen la política norteamericana, que «el debate político de Estados Unidos» tiende cada vez más a utilizar los ‘wedge issues’ que define —y la politología lo avala— como esas “controversias más bien falsarias pero con mucha resonancia” que tienen un “efecto irresistible: obligan a que todo el mundo se pronuncie pero impiden alcanzar acuerdo alguno”. Y añade: “Estos debates (…) se formulan en los peores términos antagónicos pero son muy efectivos a la hora de dividir, polarizar y movilizar a las bases”.

En cierto modo, una de las especialidades del Gobierno de coalición de Pedro Sánchez consiste en manejar estos ‘wedge issues’, asuntos divisivos que alinean a unos contra otros sin posibilidad de llegar a acuerdos transversales. Estamos hablando de cuestiones tales como la resucitación de la memoria ‘democrática’; la omisión del castellano como lengua oficial y vehicular en un proyecto de ley orgánica pactada con ERC; la hibernación del Congreso durante medio año en el control del estado de alarma; el propósito de gubernamentalizar el CGPJ; las cada día más estrechas relaciones con partidos que no merecen, tanto por razones éticas como democráticas, gozar de la interlocución privilegiada del Ejecutivo, como es el caso de Bildu y de otras formaciones separatistas que deslegitimaron —y siguen en ello— al Estado democrático. O, entre otros asuntos divisivos más, la aprobación de la intrusiva orden de la Presidencia de Gobierno sobre la ‘desinformación’.

Pese al fomento del antagonismo político y social —estrategia diseñada por Sánchez-Redondo e implementada por Iglesias con el descaro del político que se sabe desahuciado— Inés Arrimadas, presidenta de Ciudadanos, ha optado por una actitud que resulta tanto admirable como patética. Es admirable porque trata de encontrar un espacio en el espectro político que singularice a su tan mermado partido, que transitó del éxito de los 57 escaños en abril de 2019 al descalabro de los 10 en noviembre de ese mismo año. La presidenta naranja no estaría en la actual tesitura si su predecesor hubiese manejado su misma audacia y determinación. Pero su apuesta —sin dejar de ser admirable por voluntariosa— tiene algo de patética, en el sentido de que es conmovedora porque asume el riesgo de ser manipulada por Sánchez y su Gobierno.

Arrimadas necesitaría algún triunfo para acreditar en su partido y ante sus potenciales electores que su actual opción es la más acertada. Por el momento, no ha logrado ninguno y sí muchas decepciones. Su grupo apoyó las prórrogas de la alarma por responsabilidad (e hizo bien), pero se apuntó contrapartidas que luego Sánchez no cumplió, como la elaboración de una legislación o plan B normativo a la actual legislación de emergencia. También avaló la prórroga exorbitante de seis meses del actual estado de alarma, pero fue Rufián y no ella el que se apuntó el supuesto tanto de la comparecencia del presidente del Gobierno cada dos meses en el Congreso para dar cuenta de la marcha de la pandemia. En el debate sobre las enmiendas a la totalidad a los Presupuestos que comienza mañana, los diputados naranjas apoyarán también al Gobierno.

La jerezana es una mujer fuerte y consistente. Pero ¿se confunde o acierta?, ¿será capaz o no de librarse de la pinza que forman Sánchez y Casado?

Este lunes, hemos tenido noticia de que Pablo Casado sigue desarrollando colmillo político. Ha encargado al bufete que preside Albert Rivera la elaboración del recurso de inconstitucionalidad contra la ley catalana de medidas urgentes para la contención de los alquileres, aprobada el pasado mes de septiembre. La decisión del presidente del PP no parece que sea el resultado de una selección solo profesional —no hay razones para dudar de la calidad técnica de los letrados del despacho que dirige el expresidente de Ciudadanos— sino también, y quizá sobre todo, de una estrategia política. Porque establece una línea de colaboración, fina, sofisticada, entre el PP y lo que representa el ‘riverismo’ entre un sector de la dirección y de la militancia de Ciudadanos. Y dadas las posturas del exdirigente político catalán, el mensaje a Arrimadas es inequívoco y le llega como un auténtico sopapo desde la calle Génova.

La jerezana es una mujer fuerte y consistente. Pero ¿se confunde o acierta?, ¿será capaz o no de librarse de la pinza que forman Sánchez y Casado? Si migra, el electorado actual de Ciudadanos lo hará al PP o a la abstención en la que se refugió hasta un millón de los votantes que perdió Albert Rivera hoy hace un año. Los analistas demoscópicos no están detectando ninguna transferencia de electores de los naranjas al PSOE, que se estanca a la baja; sí, por el contrario, un goteo hacia la opción popular. La posición de Inés Arrimadas es muy precaria y el único triunfo que convalidaría la bondad de su estrategia consistiría solo y exclusivamente en uno: que ERC quedase apartado en el debate presupuestario de su condición de socio preferente del Gobierno. Y eso es altamente improbable, porque Sánchez e Iglesias quieren mantener la mayoría de la investidura y desean que los republicanos ganen las elecciones catalanas del 14 de febrero próximo. Y si eso es así, Ciudadanos puede entrar en liquidación por derribo. Aunque sería mejor para todos que la resuelta Inés estuviese dando en el clavo.