‘Aurresku’ al ‘lehendakari’ socialista

Todos los que han llevado a López a Ajuria Enea tienen derecho a la esperanza; a sentir pena por los que no han podido disfrutar de este cambio y también a vivir con ilusión una nueva etapa en la política vasca que puede mejorar la calidad de vida democrática de los vascos, hacer progresar la convivencia entre distintos y lograr que la discrepancia sea civilizada.

La llegada del socialista Patxi López a la Lehendakaritza abre una etapa de esperanza a la libertad, cierra 30 años de gobierno nacionalista y se inscribe en el muy democrático sistema de alternancia política. Tiene triple mérito el que un socialista sea lehendakari. Primero, porque en la Comunidad Autónoma vasca (CAV) no todos los partidos políticos juegan con la alineación al completo. Socialistas y populares tienen bajas provocadas por la muerte, carecen de banquillo a causa del miedo y sufren un árbitro, los medios de comunicación públicos, que es ardorosamente del PNV, como mínimo.

Segundo, porque en la CAV existe -gracias a la hegemonía de la cultura nacionalista- una marcada tendencia a vivir la política de forma religiosa, de manera que los que no pertenecen a la comunidad nacionalista vasca son presentados como pecadores, seres inferiores, lópeces ajenos a la verdad revelada, fuera de la cual, hasta ahora, parecía que no había salvación.

Tercero, porque frente a necesarias políticas anteriores, que lograban movilizar a las bases constitucionalistas, pero excitaban a los votantes nacionalistas, en este caso hemos asistido a un cambio tranquilo; revolucionario, pero tranquilo, que no ofrece los inconvenientes del frentismo, no se presenta con el estigma del revanchismo y ha propiciado una derrota política sin precedentes del nacionalismo.

Patxi López es lehendakari por dos razones: por su capacidad para reunir una mayoría absoluta y por la incapacidad del PNV para hacer lo propio. Las elecciones autonómicas colocaron al PNV como partido más votado, a costa de fagocitar al terminal Gobierno tripartito, pero certificaron la pérdida de centralidad de este partido. La política impulsada por Ibarretxe durante una década le ha incapacitado para buscar aliados en el PSE, socio de coaliciones anteriores; o en el PP, con el que comparte parecidos valores al margen de la cuestión nacional. Así, el triunfo de Patxi López es también el certificado del fracaso de la política del PNV en manos de Ibarretxe. Patxi López no sería lehendakari de haber estado el PNV pilotado, pongamos, por Josu Jon Imaz o por José Antonio Ardanza.

Una vez instalado en Ajuria Enea, el nuevo lehendakari tiene por delante la tarea de hacer visible el cambio sin mostrar una brizna de revancha. Tiene que concretar los deseos de libertad de la inmensa mayoría de los vascos, abrochar la derrota de los terroristas que la impiden y ofrecer soluciones urgentes a los trabajadores parados y a los empresarios y autónomos, golpeados por la crisis. Su Gobierno debe demostrar desde el primer día que fuera del nacionalismo se puede gobernar y hacer política, que se puede mejorar la convivencia y que, si se neutraliza esa forma religiosa de entender la política, quedará claro que son muchas más las cosas que nos unen a los vascos que las que nos separan.

Euskadi ha vivido seis planes quinquenales de nacionalismo vasco, de sectarismo, de paternalismo, de victimismo, de tremendismo, de políticos permanentemente cabreados, incapaces de ver que el problema principal era la existencia de una organización terrorista que asesinaba a los contrarios. Todo este catálogo de vicios lo hemos visto desplegado por el PNV, de forma demasiadas veces rencorosa e hiriente, antes, durante y después de la sesión de investidura y del aurresku de honor de un socialista lehendakari, sintagma inédito.

Los socialistas vascos deberían ahora cambiar la forma de hacer política en la CAV, actuar con la máxima naturalidad, sin estridencias y con firmeza. Hacer de Euskadi una ciudad libre que venza a la tribu. Va a tener el Gobierno socialista al enemigo dentro de la propia Administración, una flota de funcionarios, en su día contratados a dedo, que han actuado como comisarios políticos durante años, que ahora ocupan plaza de funcionarios de primer nivel y que están dispuestos a impedir que el nuevo Gobierno vasco dé un solo paso adelante. Deberán hacer frente a ese escollo con tenacidad y tacto.

El triunfo socialista es el resultado de la acumulación de esfuerzos de todos aquellos que han luchado durante años por la libertad en la CAV. Los policías, guardias civiles y ertzainas; los políticos de la UCD, los concejales del PP, los militantes del PSE; los trabajadores y los empresarios, de todos los que han sido asesinados. Es también el fruto de la lucha de aquellos vascos que desde los partidos perseguidos, desde los movimientos cívicos impulsados con coraje, desde los costosos compromisos individuales, han tenido más dignidad que miedo y han luchado por la libertad que este Gobierno nos debe acercar.

Los parias han llegado al Gobierno vasco. Patxi López es lehendakari con el apoyo de los mineros de Gallarta, de los trabajadores de la margen izquierda, de la gente que le abrazaba, de todos aquellos que han votado al PSE y al PP, no pocos de ellos nacionalistas vascos. Todos los que han llevado a López a Ajuria Enea tienen derecho a la esperanza; a sentir pena por los que no han podido disfrutar de este cambio y también a vivir con ilusión razonable una nueva etapa en la política vasca que puede mejorar la calidad de vida democrática de los vascos, hacer progresar la convivencia entre distintos y lograr que la discrepancia sea civilizada, sin que, ¡nunca más!, tengan que pasar los camilleros a recoger a las víctimas. Que el nuevo lehendakari socialista tenga toda la suerte que merece.

José María Calleja, EL PAÍS, 16/5/2009