Gracias

Está muy claro ya adónde van Zapatero y su partido: afortunadamente, a la rectificación de una política autonómica que en Euskadi se había revelado inviable. Lo que no sabemos es adónde va el PNV, que puede radicalizarse para mantener la cohesión, pero que cuanto más se radicalice más se alejará de la posibilidad de recuperar el poder.

En un momento en el que Zapatero está solo y en el que esa soledad se ha escenificado con tintes patéticos en el último Debate sobre el Estado de la Nación, a uno no le sale hacer leña del árbol caído sino darle las gracias sinceramente por su apoyo al cambio vasco y porque ese apoyo precisamente ha tenido el precio de esa radical soledad. Uno piensa en lo bien que le hubiera venido el pasado martes un cable del PNV, uno de esos discursitos indulgentes, paternalistas y melosos que el PNV sabe hacerles a los partidos nacionales cuando les quiere sacar algo, y no puede dejar de valorar lo que el acorralado presidente habría rentabilizado ese espaldarazo nacionalista, lo providencial que le habría resultado ese vasito de agua en el desierto del abarrotado Congreso de los Diputados. Le habría servido ni más ni menos que para sacar un poco de pechito, el justo para decir: «no estoy solo». Y, sin embargo, mantuvo el tipo y aguantó el mal trago del ‘quo vadis’ de Erkoreka, y le devolvió el latinajo en un revés de la raqueta verbal en el que no sólo había un inusitado fulgor dialéctico sino una cuestión de verdadero y hondo calado político: ¿Adónde va el PNV?

Y es que Zapatero y su partido ya está muy claro adónde van. Van, afortunadamente, a la rectificación de una política autonómica que en Euskadi se había revelado inviable. Lo que no sabemos es adónde va el partido de Urkullu, que puede hoy caer en la tentación de radicalizarse para mantener la cohesión en las afueras del poder, pero que, simultáneamente, cuanto más se radicalice más se alejará aún de la posibilidad de recuperarlo y de volver a ser una alternativa verosímil de gobierno. La verdad es que todo es posible en el nacionalismo vasco, incluso la sensatez. A uno, por ejemplo, le llamó mucho la atención el arrebato de patriotismo español y de realismo económico que le entró al mismo Erkoreka en aquel pleno. Es la primera vez que uno ve a un nacionalista preocupado por el destino de los cuatro millones de españoles que se han ido al paro. Las curas de humildad a veces hacen milagros. Pero a lo que iba, a la hombría que le salió a Zapatero a la hora de responder al interesado rapapolvo peneuvista. Nunca le he visto tampoco plantarse de ese modo y sacar esa lección de dignidad que me puso de su lado y que agradezco como vasco.

…Y no soy un estómago agradecido. Ni necesito que me regale un ordenador, que ya tengo, ni un coche, que no uso. Nunca me llegó la bombilla prometida de Sebastián y la píldora me la compro yo sólo para no quedarme embarazado.

Iñaki Ezkerra, EL CORREO, 18/5/2009