KEPA AULESTIA-EL CORREO

Los cambios anunciados en la dirección socialista, que hoy se formalizarán en su comité federal, se interpretan como la encarnación del «vamos a ir a por todas» de Pedro Sánchez. Aunque, más que la proclama de una gran ofensiva, revelan que el secretario general del PSOE y presidente del Gobierno quiere pertrecharse para aguantar lo que caiga tras el verano. De entrada, las últimas novedades ponen en entredicho el desarrollo del 40º congreso de octubre de 2021, tras la última remodelación del Ejecutivo hace exactamente un año, transmitiendo la sensación de que Sánchez no tiene un modelo de partido. Lo que, viendo el vaso medio lleno, permitiría ensalzar su plasticidad. Es evidente que la personalidad de María Jesús Montero puede rendir mucho como segunda del PSOE, y que la veteranía de Patxi López puede añadir solvencia a lo que hasta ahora sonaba a puro argumentario. Del mismo modo que la constitución de un grupo de nueve personas para la consulta periódica sobre los asuntos que al secretario general le parezcan importantes será siempre mejor que el monologuismo previo.

Pero la operación, sobre la que se dan lecturas sobrevenidas, no ha generado entusiasmo. Precisamente porque es defensiva, y da por fracasados todos los cambios anteriores al echar mano de aquello que estaba más al alcance de Pedro Sánchez. Este nuevo modelo según el cual partido y Gobierno son lo mismo respondería a la búsqueda de la máxima cohesión interna y de mensaje. Pero presenta tres muy serios inconvenientes. El primero, la dificultad material de simultanear un ministerio como el de Hacienda con la dirección interna del partido en el caso de Montero. Y en el caso de Pilar Alegría, la de hacer lo propio entre Educación y la portavocía del PSOE. El segundo, la práctica multiplicación de portavoces sin una jerarquía clara. Hablará Alegría, hablará Montero, hablará López, se supone que seguirá hablando Isabel Rodríguez al término de cada Consejo de Ministros. ¿Y qué pasa con la relevancia de la ministra de Hacienda, que no es vicepresidenta, cada vez que hable de cuestiones generales en su calidad de ‘número dos’ del PSOE? Teniendo en cuenta que una crisis como la actual no permite compartimentar políticas sectoriales. El tercero y más grave, la instrumentalización del Poder Ejecutivo como representación de un interés de parte.

Los cambios en la dirección socialista no dicen nada a la inmensa mayoría de los ciudadanos, porque no versan sobre sus problemas e inquietudes. Pero tampoco dan respuesta a la preocupación de las bases militantes, porque lo único que confirman es que a Pedro Sánchez se le han acabado los fusibles de los que desprenderse. Incluso en el supuesto de que las novedades de hoy preludien cambios en el Gobierno. Claro que al presidente siempre le quedará la compasión solidaria de los socialistas, que valoran su capacidad de resistencia ante tantas crisis inesperadas. Aunque aprecian mucho más poder seguir ganando.