Fernando Savater-El País
Para documentarse más hay que ir a la biblioteca, no al cine
El mayor peligro que corren las películas que narran a su modo más bien exorbitado la vida y sucedidos de personajes reales es ser juzgadas como si fuesen documentales. Se las acusa de desvirtuar tal o cual acontecimiento histórico, de presentar como antipático al que debía ser simpático, o al revés, incluso de que el actor no se parece lo suficiente al héroe o villano a quien representa. Con tales exigencias habría que patear bastantes obras de Shakespeare… ¡por no mencionar las más célebres novelas de Alejandro Dumas! Yo soy un espectador poco escrupuloso de la exactitud puntillosa en los relatos, aunque agradezco la verosimilitud narrativa. En cuanto a esa advertencia, “basada en hechos reales”, lo cierto es que no me intimida: ni siquiera mi propia vida me parece tan respetablemente fundada. De modo que he disfrutado sin remilgos con dos excelentes muestras de ese género discutible. La primera es J’accuse, titulada en español El oficial y el espía solo para fastidiar. Unas más y otras menos, todas las películas de Polanski me han gustado: nunca he sentido con él que estaba perdiendo el tiempo. Su visión delcaso Dreyfus, es sobria, pero intensa, elegante, inteligente… Mientras la veía, recordaba el fervor de Sabino Arana por los militares que condenaban al judío. ¡Cómo no!
La otra es Mientras dure la guerra, de Amenábar, a la que unos se han entretenido en afear inexactitudes mientras los demás disfrutamos la película sin mayores preocupaciones. Tiene ritmo y equilibrio narrativo. Karra Elejalde es un creíble Unamuno; Eduard Fernández, un Millán Astray divertido y espectacular, pero sobre todo Santi Prego hace un Franco fabuloso en su minimalismo, una interpretación que ayuda a pensar mejor al siniestro personaje. Para documentarse más hay que ir a la biblioteca, no al cine.