Blanco presunto

EL MUNDO 13/03/13
SANTIAGO GONZÁLEZ

Debo confesar que la comparecencia que hizo ayer el diputado socialista José Blanco me impresionó favorablemente. El caso Campeón, que lo tiene a punto de suplicatorio en el Congreso, le ha hecho reflexionar, según confesión propia, sobre la presunción de inocencia. Y está reflexionando mucho, al parecer, lo suficiente para escribir un libro.
La tele transmitía la imagen de un hombre nuevo: un Pepe Blanco relajado y afable, bien vestido, sonriente incluso. Yo no sé si se puede pasar por una experiencia como la del ex ministro sin sentir que te entra, por decirlo con palabras de Mafalda, «una basurita en el ánimo».
Está bien que los políticos reflexionen sobre la presunción de inocencia. Sobre la propia y también sobre la ajena. Incluso que reflexionen en general. Nadie hubo tan rápido como él en presumir la culpabilidad ajena. Gürtel arrancó el 6 de febrero de 2009 con un auto de Garzón que ordenaba el ingreso en prisión de Correa y los demás cabecillas de la trama. No habían pasado 24 horas y Blanco ya había dictaminado: «El PP está bajo sospecha». Doce días después ya había afinado mucho la puntería y exigía la dimisión de Camps, antes aún de que fuera imputado: «A algunos miembros del PP les han cazado con las manos en la masa. El PP tiene un problema que no es la caza, sino el cazo que han puesto algunos para llevárselo crudo».
Este lenguaje hizo que el descubrimiento de su encuentro en la gasolinera de Guitiriz con Dorribo fuera recibido de manera tan risueña en las filas adversarias. La primera película cómica de la historia del cine es El regador regado y éste es un recurso que sigue gustando mucho al público casi 120 años después.
La presunción de inocencia es una cláusula piadosa, por la que los medios y la gente en general y, por supuesto, la Justicia, deben anteponer el calificativo presunto antes del sustantivo hasta que el justiciable haya sido condenado. Poco más. Si se fijan bien, lo que la Justicia presume al procesado es la culpabilidad. Por eso lo detienen, le imponen medidas cautelares, lo interrogan, lo llevan a juicio y demás estaciones de su vía crucis.
«No presioné a nadie ni condicioné la voluntad de nadie», fue la expresión con la que Blanco afirmó ayer su inocencia. Él se limitó a mostrar interés por un expediente que llevaba mucho tiempo a la espera y se trataba de un proyecto con 400 puestos de trabajo. ¿Preguntar es delinquir? Sólo si su intervención hubiera sido decisiva para hacer cambiar de criterio al funcionario, forzar el procedimiento y se hiciera para atender un interés particular, no el general. El fiscal cree que hubo un cambio en la nomenclatura de la actividad que permitió al técnico municipal avalar el proyecto sin necesidad de que su amigo Orozco gastara una cantidad apreciable de dinero en medidas contra incendios, hasta medio millón de euros. Presuntamente hablando, claro.