ESPERANZA AGUIRRE, ABC 14/01/13
· A pesar de la asfixiante atmósfera inquisitorial en la que hoy se mueven los artistas, pensadores y creadores españoles, existen excepciones admirables que, con un inmenso valor, son capaces de enfrentarse a ese establishment. Uno de ellos es Albert Boadella.
Artistas progres «Una de las genuinas características del artista español es la de ser muy comprensivo con las reivindicaciones nacionalistas»
En España, desde la Transición, abundan los llamados artistas e intelectuales que se comportan invariablemente como fieles obedientes a los cánones y dogmas de la secta «progre». Sobre todo en lo que se refiere a sus concepciones y juicios políticos.
Son antiamericanos, aunque lo que más les guste sea imitar el «american way of life» y, a ser posible, triunfar en los Estados Unidos.
Son antiisraelíes y proárabes, aunque nunca se instalarían a vivir en un país musulmán, y mucho menos si son mujeres.
Para ellos la II República española fue un régimen idílico y la Guerra Civil fue una historia de buenos muy buenos contra malos muy malos, y, por supuesto, sólo ellos saben muy bien quiénes fueron los muy buenos.
Son laicistas furibundos, con especial saña contra el cristianismo y, por supuesto, contra la Iglesia Católica y su jerarquía, aunque luego ellos se comportan como fieles estrictos del progresismo imperante.
Aunque no hablan demasiado de libertad, se sentirían ofendidos si se les acusara de no defenderla. Sin embargo, a la hora de definirse en cada asunto concreto, los intelectuales y artistas «progres» se manifiestan siempre como entusiastas acérrimos de la intervención del Estado en todos los ámbitos de la vida de los ciudadanos, y como recelosos compulsivos ante la libertad de elegir de los propios ciudadanos.
Ese entusiasmo suyo por la intervención del Estado se hace casi histérico cuando se trata de reclamar dinero público en forma de subvenciones para el cine.
Por supuesto, son anticapitalistas radicales, aunque no se conoce el caso de ninguno de ellos que se haya ido a vivir a alguno de los «paraísos» del socialismo real que, como siniestros parques temáticos, siguen existiendo en el planeta (véase Corea del Norte o Cuba).
Hasta aquí todas estas características del artista español podrían ser compartidas por los artistas «progres» de muchos otros países. Pero hay una característica que ha sido genuina de los nuestros, y es la de ser muy comprensivos con las reivindicaciones nacionalistas, cuando no claramente partidarios del «derecho de autodeterminación» o de la ruptura de la unidad de España.
Pues bien, a pesar de la asfixiante atmósfera inquisitorial en la que hoy se mueven los artistas, pensadores y creadores españoles, existen excepciones admirables que, con un inmenso valor, son capaces de enfrentarse a ese
establishment. Uno de ellos es Albert Boadella, que acaba de publicar un libro, «Diarios de un francotirador. Mis desayunos con ella», que es un auténtico festival para la inteligencia, una oxigenante demostración de libertad para pensar sin ataduras ni sujeción a dogmas y una divertida exhibición de irreverencia hacia todos esos tópicos que el establishment cultural español considera intocables. Y, sobre todo, es una —otra— diatriba contra el nacionalismo catalán por su obsesivo afán antiespañol.
Boadella, desde su condición de catalán de pura cepa, se permite reivindicar su radical españolidad y, en algún momento del libro nos invita a gritar con él: ¡Viva España! Después de habernos explicado que para él España es el conjunto de todos los ciudadanos que compartimos una historia y una cultura, rica en matices plurales, pero común en lo fundamental. Boadella piensa que el catalán que niega sus raíces españolas acabará por no ser nada.
Si se quieren divertir, si quieren sorprenderse con lo que puede dar de sí la inteligencia cuando se usa con plena libertad, no pueden perderse este libro. Ni uno solo de los tópicos «progres» deja de ser triturado por la «túrmix» de la portentosa y fresca inteligencia de este genio catalán, que tan nerviosos pone a los mandarines del establishment, y, sobre todo, a los del establishment que mandan en Cataluña. Claro que, en eso de ponerles nerviosos, Boadella está junto a otros genios, como Pla o Dalí, que tampoco son bien vistos por los actuales comisarios culturales del secesionismo.
Además, y quizás lo más importante, este libro demoledor para tanto lugar común es al mismo tiempo un libro de amor, del amor de Albert hacia Dolors, la mujer con la que desayuna desde hace 37 años.
ESPERANZA AGUIRRE, ABC 14/01/13