Ignacio Camacho-ABC
- El mercado de las vacunas se ha vuelto salvaje y a la UE le falta el músculo político que la haga respetable
El primer partido de la Liga post-Brexit lo está ganando Gran Bretaña. Johnson necesitaba un éxito con el que afianzar y justificar su empeño en la salida y lo ha encontrado en las vacunas a base de jugar con las tácticas marrulleras de la política. Nacionalismo sanitario: lo que produce el Reino Unido, en el Reino Unido se queda, a despecho de contratos y de promesas. Es la nueva ley del populismo, que sobrevivirá a Trump bastante tiempo, al menos tanto como lo permita la inepcia de unas instituciones multilaterales bloqueadas por la escasa operatividad de sus mecanismos de funcionamiento. El auge populista, que arranca de los errores y fracasos del sistema, no se puede combatir sólo desde la legitimidad de los principios: hace falta eficacia para revocar la desconfianza. Y la UE ha tropezado en su primer gran desafío tras la ruptura porque sus dirigentes, salvo los del BCE, están acostumbrados a una gestión exclusivamente burocrática.
Del modo en que se resuelva este problema depende gran parte de la credibilidad del maltrecho proyecto europeo. Primero porque una inmunización masiva y rápida es el requisito esencial de la recuperación económica, además de la única manera de salvar cientos de miles de vidas. Y luego porque los ciudadanos necesitan saber que la Unión ofrece garantías resolutivas. Es decir, que además de magnitud económica como comunidad de consumidores y contribuyentes tiene músculo, cohesión e influencia para hacerse valer ante conflictos de relevancia. Poder político, no sólo institucional: peso específico, masa crítica. Ese ascendiente intangible que se demuestra impidiendo que una empresa, por grande que sea, la chulee en beneficio de outsiders expeditivos o de aventureros con agilidad de movimientos y desparpajo egoísta.
La Comisión de Ursula von der Leyen necesita un gesto de autoridad más allá de dictámenes jurídicos y amenazas de pleitos. Como ocurrió al principio de la pandemia con los equipos de protección y las mascarillas, el mercado de las vacunas se ha vuelto salvaje, oportunista, carente de miramientos. Imperan los menos escrupulosos y el desprecio por las reglas de juego. En ese marco implacable, montaraz, donde cualquier contratiempo sirve de excusa para incrementar sobre la marcha los precios, el déficit de planificación estratégica y de ascendiente político de Bruselas ha quedado de manifiesto y será letal sin un golpe sobre la mesa que imponga respeto.
Estados Unidos, Rusia, China y ahora Inglaterra e Israel han tomado posiciones de ventaja en la vacunación, bien por autonomía industrial o bien por audacia financiera. Europa y sus 450 millones de habitantes están flotando hoy en un pantano de imprevisión, rutina y torpeza. Lo peor que podía ocurrir ante la crecida populista es que el gigante transnacional de los derechos y libertades ofrezca la sensación de un imperio en decadencia.