Candidato a presidente, ¡guau!

LIBERTAD DIGITAL 15/06/17
CRISTINA LOSADA

· Pues sí, a Iglesias le gustaría hacer historia, pero sospecho que la Historia no va a darle entrada a su moción.

El Gobierno del Partido Popular no se lo merece. No se merece salir intacto de una moción de censura. Menos aún de una moción motivada, según sus proponentes, por la corrupción del partido gobernante. Sin embargo, al presidente Rajoy le bastó un minuto para mostrar que la alarma del partido Podemos por la corrupción «apocalíptica» del PP era de tan poca consistencia que cuando su investidura, la de Rajoy, Iglesias sólo se había alarmado por ella durante el tiempo que tardó en proferir una frase. No es exacto: le dedicó algunas frases más. Pero ciertamente no fue la corrupción del PP el asunto decisivo de las explicaciones que dio Iglesias para votar en contra de la investidura de Rajoy. Igual que no figuró entre sus prioridades cuando tuvo, meses antes, la oportunidad de impedir un Gobierno del PP.

Si la moción de censura se había usado previamente sólo en dos ocasiones, quizá es por algo. No por falta de ganas ni de machos alfa, sino por algo que sabían los predecesores de Iglesias en el liderazgo de partidos de oposición. Sabían que la moción de censura es un arma de doble filo: puede, sí, dejar herido de gravedad al Gobierno, pero también puede lesionar al que la presenta. Que se lo pregunten a Hernández Mancha, si no. Entendamos, no obstante, la circunstancia. A algún sitio tenía que llegar el tramabús antes de meterlo en el desguace. Y qué mejor lugar que el Hemiciclo, aprovechando que los últimos y sonados casos de corrupción del PP situaban de nuevo a esa lacra en primera línea de la inquietud ciudadana. El tramabús, en fin: para que luego hable Iglesias despectivamente del marketing. ¡Pero si no hace otra cosa!

Terminadas las dos campañas electorales sucesivas, establecido el Gobierno, la vida política volvía a una normalidad poco interesante para un partido al que el juego parlamentario, el trámite de leyes y la negociación de reformas le resultan ajenos o aburridos. También contraproducentes. Ya pueden recitar mil veces Rivera o Ábalos la lista de todo cuanto han logrado sacarle a Rajoy. A Podemos, ni le interesa ni le conviene. Está en otra onda. En los últimos meses estaba buscando desesperadamente el foco. Además, necesitaba cerrar el ciclo de líos y purgas con un buen broche. Aparecer, otra vez, en el cartel, y no en letra pequeña, como los secundarios, sino a lo grande, como las estrellas. Darle proyección al nuevo petit comité del líder. Y saborear, por qué no, que en el Congreso te den la palabra como candidato a presidente del Gobierno. No me extraña que ya quiera repetir.

Para esos planes de autobombo, Iglesias convocó allí mismo al PSOE. Fue meloso y untuoso con Ábalos, quien trató de zafarse del achuchón del podemita. Quita, quita. Parecía Comey, el del FBI, queriendo evitar el abrazo tentacular de Trump. Pero ahí quedó, sembrado en titulares, el anuncio de un noviazgo entre el PSOE y Podemos. No será una relación abierta. Pese a las protestas de Ábalos, que no fueron contundentes, es claro que Ciudadanos quedará excluido, como es claro quién quiere ser el dominante en la pareja. Y si hay que abrirse a otras experiencias, ya se sabe dónde las buscará Podemos: sus socios en la moción fueron Bildu y Esquerra. Pues sí, a Iglesias le gustaría hacer historia, pero sospecho que la Historia no va a darle entrada a su moción. Resumen de la obra: otra bronca en el Congreso.