Candidatos de marca blanca

ABC 30/03/15
ISABEL SAN SEBASTIÁN

· Las siglas del PP han dejado de sumar para convertirse en lastre, mientras Ciudadanos crece de día en día

EN las próximas elecciones municipales y autonómicas vamos a presenciar un fenómeno curioso: los candidatos del PP, salvo excepciones contadas, apostarán por airear sus propios nombres y balances de gestión, relegando a un rincón oscuro las siglas de un partido que ha dejado de sumar para convertirse en lastre, mientras que los de Ciudadanos harán justo lo contrario; esto es, ocultar su inexperiencia tras una marca potente que crece de día en día. En la izquierda, entretanto, el PSOE recupera el orgullo al calor de la victoria andaluza, saca del armario el estandarte del puño y la rosa y se beneficia, en los ayuntamientos, de la ausencia de Podemos, condenada a diluirse en candidaturas locales, de escasa o nula pegada, a falta de banquillo con el cual llenar las listas. Un escenario interesante… aunque únicamente sea por su carácter inédito.

Los que llevamos años analizando las vísceras de esta actividad sinuosa, resbaladiza y cambiante, merecidamente desprestigiada y sin embargo imprescindible e irrenunciable, llamada «política», sabemos de sobra lo arriesgado que resulta hacer pronósticos. Un año resulta ser un plazo inabarcable y hasta en un mes o una semana puede darse la vuelta una situación supuestamente irreversible. Sin embargo, en esta ocasión las tendencias son tan claras, no ya en las encuestas, sino en el pulso de la calle, que se entiende perfectamente la inquietud de los populares. Muchos de ellos, la mayoría, han gobernado sus municipios o comunidades autónomas en condiciones de extrema dificultad, con las arcas vacías y los cajones llenos de facturas heredadas, cuando no con la proa del Ministerio de Hacienda empeñada en hundirles el buque, como es el caso de Madrid. Pese a ello, han salvado con su buen hacer los muebles y evitado el colapso de los servicios sociales, cuya quiebra habría abocado al país a una helenización sumamente peligrosa. Muchos de ellos, la mayoría, han asistido atónitos a los hechos, dichos, omisiones y silencios del Gobierno de la Nación, no ya alejado, sino a menudo enfrentado al puente de mando de la calle Génova, por no mencionar a las bases, el programa, las promesas y las expectativas creadas. Ahora sienten, casi en su totalidad, que van a pagar los platos rotos de una guerra en la que hicieron el papel de convidados de piedra, con el agravante añadido de que sus dos máximos rivales, Ciudadanos y el PSOE, afrontan la convocatoria con los elementos a su favor y el viento del cambio soplando fuerte de cola.

No es baladí que a la última reunión del comité ejecutivo popular, celebrado el pasado lunes, no asistiera ni un presidente autonómico, si exceptuamos a la secretaria general, Dolores de Cospedal, que apenas intervino. Del «prietas las filas» hemos pasado al «sálvese quien pueda», ante la amenaza cierta de un castigo tan severo como inmerecido o propinado donde no toca. En la campaña que arrancará en cuanto pase la Semana Santa veremos por ello mucho candidato empeñado en parecer de marca blanca, vendiendo «su» producto y evitando a toda costa que aparezca por sorpresa Montoro en alguno de sus mítines.

La democracia no siempre es justa, como tampoco lo es la vida. O sí… Porque si Mariano Rajoy es sometido a juicio el próximo 24 de mayo, el veredicto de la ciudadanía no cambiará a su favor en las generales de diciembre. No se librará de la pena por haberla derivado hacia otros. A esa esperanza se aferran y le aferran los aduladores de los que se ha rodeado, pero la experiencia histórica demuestra que las cosas no suceden así y que siempre, con precisión matemática, el escrutinio municipal anticipa lo que está por venir.