SANTIAGO GONZÁLEZ – BLOG
Pie de foto.-El Rey de España en una inédita imagen multicultural. “El Rey en el centro, acompañado entre otros, por Mariano Rajoy y Carles Puigdemont” dice el pie de El País que lleva esta gran foto a su portada. Y digo yo: “¿Por qué lleva hiyab el presidente del Gobierno? A la derecha puede verse a la alcaldesa Ada Bolarda con su blusón camuflacirios.
Mi admirado presidente del Gobierno: Después de haber visto por la tele los 50 minutos que duró la manifestación de ayer, incluidos los espiches de Rosa Mª Sardá y la activista musulmana, debo confesarle que siento esa vergüenza ajena que el DRAE define como ‘alipori’. Sigo preguntándome si el Rey tenía que asistir a una cencerrada como la de ayer para ser insultado por aquella gentuza. ‘Traficante de armas’, decían con fotos de su saludo con el Rey de Arabia Saudí. Y lo sostenían tipos que habían pitado al Rey muentras el Barça saltaba al campo con el patrocinio de Qatar en el pecho. Pablo Iglesias, ese ignorante transversal que confunde wasabi con wahabismo, la gravedad con la relatividad, la ética con la crítica y la gimnasia con la magnesia, se fotografiaba ayer en la manifestación con el embajador de Qatar. ¿La furgoneta era saudí, los cuatro cuchillos que compraron en la estación de servicio de la A-7?
Pie de foto.-El terrorismo según Pablo Iglesias.
El Rey no debió asistir. No me cabía la menor duda de que Felipe VI iba a mantener la compostura, pese a los reiterados intentos de humillarlo por parte de los semovientes que encabeza el honorable Puigdemont, ejemplo canónico de oxímoron que la Real debería incorporar para el futuro. Pero no se trata de eso; también me he manifestado reiteradamente contra la presencia del Rey en las finales de la Copa que lleva su nombre cuando participa el Barça husma le pita y abuchea. Lo tengo dicho: al primer silbido, el Jefe del Estado debería irse con la copa y anunciar que se la enviará por SEUR al ganador.
Tengo desde hace años, señor Rajoy, la impresión de que todo nacionalismo está compuesto por dosis armónicas de narcisismo y fetichismo. Y por supuesto, de victimismo. El nacionalismo es un oficio de difuntos, c’est la guerre, que dijo Mitterrand; por eso se ven más como el muerto en el entierro que como la novia en la boda. De ahí que una de las pancartas que abundaban en la manifestación decía: “vuestras guerras, nuestros muertos”, con impresionante desfachatez y falta de respeto a la verdad. Las víctimas mortales eran: españolas, italianas, belgas, portuguesas, argentinas, canadienses, estadounidenses y alemanas, además de un niño australiano. Si incluimos a los heridos, las víctimas provenían de 34 países distintos. Eran los mismos que desde hace ya muchos meses insultaban a los turistas en las terrazas de las Ramblas al grito de “Vosotros, turistas, sois los terroristas”.
El narcisismo lo hemos podido comprobar con motivo del ataque terrorista de las Ramblas. Seguirlo por televisión a lo largo de la tarde del jueves, 17 de agosto fue un ejercicio estupefaciente. Media hora después de haber oído en Antena-3 TV la cifra de 13 víctimas, oí en TVE la cifra de un fallecido, citando como fuente a la Generalidad.
En el caso del nacionalismo catalán puede comprobarse que el narcisismo es un vicio que arraiga en una extraordinaria subjetividad. Imaginen a Puigdemont, Oriol Junqueras, Anna Gabriel, Jordi Turull, Ada Colau y ese portentoso consejero de Interior, Segundo Chiariello en el trance de asomarse a la fuente en la que se ahogó Narciso. Si tuvieran un mínimo de objetividad, se habrían lanzado a la fuente. Pero no por embeleso, sino por pura desesperación.
Dirán ustedes que el consejero de Interior se llama Joaquim Forn y tendrán razón, pero mi antigua empatía me lleva a preguntarme cómo llevará la xenofobia de este sujeto el apellido de mamá, que era ecuatoriana. En Euskadi, hace años, hubo un nacionalista con renombre, Sabin Zubiri, de profesión corsetero y de nombre completo Sabin Zubiri Sánchez. En 1986 fue de los primeros en alinearse con Carlos Garaikoetxea en la escisión del viejo PNV que dio lugar a EA. Los sabinianos de su pueblo, Ochandiano (Otxandio) que eran de ingenio algo cabrón, lo bautizaron como ‘Segundo Sánchez’.
Segundo Chiariello, aka Joaquim Forn, es un alma dividida entre los orígenes de papá, a todas luces catalanes, y los de mamá, seguramente italianos por la traza. Por eso contabilizó entre las víctimas de las Ramblas «Dos personas catalanas y dos personas de nacionalidad española».
El presidente de la ANC, Jordi Sànchez, tocó la gloria la tarde del atentado: “Por unas horas hemos sido un Estado”. Esta expresión explica por sí sola que para los nacionalistas lo único que importaba, aun con los cadáveres tibios, era su causa. La seguridad no es tan importante como la policía autonómica, nuestra policía, ejemplo canónico de fetichismo. Desde los atentados, el mayor de los Mossos dio un recital.
“Bueno, pues molt bé, pues adiós”, le dijo a un periodista holandés, a quien su medio había enviado peque hablaba español, en la multitudinaria rueda de prensa cuando este preguntó por qué no usaba una lengua franca que entendieran todos. La lengua no la queremos para comunicarnos, sino para reivindicar nuestra identidad. El narcisismo de sus superiores lo ha alabado sin tasa en estos días. Veamos los hechos en relación con la profesionalidad:
“No prevemos que pueda haber otro ataque de forma inminente”, dijo después del atentado en las Ramblas, exactamente hora y media antes del atentado de Cambrils.
El mismo Trapero dijo en una entrevista en 8TV (24 de abril de 2017) que no se coloicarían bolardos en las cal.les “solamente por si acaso o por postureso”. El Mayor de los Mossos d’Esquadra parece ignorar cosas elementales de la seguridad. Por ejemplo, que las medidas de precaución se adoptan ‘por si acaso’. Verá, don José Luis (Josep Lluís aquí y en China), he adoptado para consumo personal un eslogan con el que mi querida Carmen Iglesias tituló uno de sus libros: ‘No siempre lo peor es cierto’, pero todo aquel que tenga responsabilidades, deberá afrontarlas con el principio de precaución, como si fuera a serlo. Yo no creo que Trapero haya leído a Scruton, tampoco es obligatorio para su oficio, basta el sentido común. Esta no es una descalificación de los recursos culturales de nuestros policías autonómicos. Yo he conocido a dos ertzainas que me impresionaron: El primero de ellos al declararse ‘orteguiano’ en la cena en que lo conocí. El segundo, que era escolta del difunto Mario Oanindia, cuando me lo encontré en una librería y me regaló ‘Paradero desconocido’, esa joya de Katharine Kressmann Taylor.
Voy a poner un ejemplo sencillito: cuando compré mi primer coche, un 127, compré también en la ferretería de mi barrio un artefacto antirrobo, que se enganchaba al pedal del acelerador y al volante. No había entonces sistema de bloqueo del volante ni otras medidas de seguridad. Pregunté al ferretero si eso no era un gesto inútil, que a cualquier caco no le costaría mucho forzar el candado. Y él me respondió: “Un ladrón que vea un volante con candado preferirá un coche que no lo tenga”. Mi amigo Fernando Navarro me recordó el chiste de los exploradores que ven venir hacia ellos un león. El primero se quita las botas y empieza a calzarse unas zapatillas deportivas para asombro del segundo: “¿Es que crees que vas a correr más que el león?” Y respondió: “No, me conformo con correr más que tú”.
No hubo pancartas de condena al terrorismo, al wahabismo, ni siquiera del wasabi. “No a la islamofobia”, decía una muy repetida, porque al parecer fue la islamofobia la que conducía la furgoneta. También hubo una pancarta de regular tamaño que se centraba más: “España contra el terrorismo. Muchas gracias, majestad”, pero hubo algo de lío y los mossos la retiraron. Estuvo impresionante Sardá al decir: “No tenemos miedo y no conseguirán dividirnos”, después de todo lo que se vio. Junto a ella cerró el acto una activista musulmana. En Ripoll, la encargada de leer el amifiesto al final fue le hermana de de dos de los terroristas, Hafida Oukabir, que reapartió el sufrimiento a partes iguales entre las familias de las víctimas y la suya propia.
No sé si me explico, presidente, esto es lo que hay. No hubo manifestaciones contra el terrorismo, sino un ensayo general con todo para la Diada y 20 días después para el referéndum. Yo ha creído siempre que no se iba a celebrar. Ahora, señor Rajoy, no estoy tan seguro. Algo debería hacer para convencernos a los ciudadanos de que les tiene bien cogida la medida a los sujetos más majaderos, ruines y miserables de España. Aunque solo sea por vergüenza torera.