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· El Rey, junto a las principales autoridades del Estado, se unió al medio millón de personas que clamaron por la paz.

· Los abucheos y pitidos de manifestantes instigados por el frente separatista intentaron enturbiar la unidad en la marcha frente al terror.

Barcelona fue un clamor contra el terror. Decenas de miles de personas –500.000, según la Guardia Urbana– llenaron ayer por la tarde el Paseo de Gracia de la capital catalana, en una manifestación –de hecho tuvo que ser concentración debido a la masiva asistencia– en contra del terrorismo y a favor de la convivencia. Un acto solo empañado por el burdo intento de apropiación por parte del independentismo y una asistencia que fue menor de la que se esperaba.

Nueve días después de los atentados islamistas de Barcelona y Cambrils (Tarragona), Cataluña, el conjunto de España, y también el resto del mundo representado en los miles de extranjeros que ayer asistieron a la cita, se reencontraron en la capital catalana para decirse «No tinc por» (No tengo miedo). No fue tanto una constatación como un deseo, una forma de reconfortarse tras la conmoción y el miedo que se vivió aquella fatídica tarde del jueves de la semana pasada. Quince personas fueron asesinadas y 26 siguen hospitalizadas, seis de ellas críticas.

Tan solo el intento de politización por parte de grupos independentistas manchó lo que fue una masiva y emocionante demostración de duelo y reconocimiento a las fuerzas de seguridad y servicios de emergencia.

Ellos precisamente lideraron la cabecera de la manifestación: 75 representantes de todos los cuerpos policiales –Mossos, Guardia Urbana de Barcelona y Cambrils, Policía Nacional, Guardia Civil…–, protección civil, sanitarios, comerciantes y vecinos que atendieron a los heridos en los primeros momentos del ataque. Vestidos con su uniforme, muchos con los ojos enrojecidos por la emoción, recibieron el afecto y el aplauso de la ciudadanía.

En una segunda línea, Su Majestad el Rey –en la que fue la primera ocasión en que Don Felipe asistía como Monarca a una concentración de estas características–; el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y la práctica totalidad de su Ejecutivo; los presidentes del Congreso y del Senado; el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont; la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau; la de Madrid, Manuela Carmena; los presidentes de todas las comunidades autónomas, los líderes de todos los partidos, y una amplísima representación de instituciones, patronales y sindicatos. En esta ocasión, las autoridades internacionales no acudieron a la cita por motivos de seguridad.

El Rey, nada más llegar a la manifestación, aplaudió a los Mossos y al resto de cuerpos de seguridad y de emergencias sanitarias, a los que saludó uno por uno, acompañado por el resto de autoridades. Fue el momento para que grupos independentistas liderados por la CUP se acercaran a la cabecera, donde exhibieron, además de banderas «esteladas», pancartas en contra de la presencia del Rey y del Gobierno, a los que se acusó de complicidad con el tráfico de armas.

Pitidos a las autoridades

La llegada de las autoridades, primero de Mariano Rajoy y parte de su gabinete, y después de Don Felipe, fue recibida con una sonora pitada que, aunque en ningún caso unánime, sí resultó muy audible, tanto a pie de calle como en la retransmisión televisiva. Las llamadas que se hicieron desde algunos partidos, también por parte de la alcaldesa Colau, para que la de ayer fuese una manifestación sin banderas no fue atendida. Y fueron muchas las enseñas independentistas, también españolas, que se pudieron ver en el Paseo de Gracia. No se produjeron incidentes –salvo una pelea a última hora en Plaza de Cataluña–, y quienes portaban unas y otras enseñas convivieron bajo el lema común de «No tinc por».

Pudieron verse también «senyeras» –la bandera oficial de Cataluña ocultada por el independentismo desde el inicio del «proceso»–, alguna republicana así como de países extranjeros, muestra de las características de un atentado que por su localización ha tenido un impacto global, con víctimas mortales y heridos procedentes de decenas de nacionalidades.

Por detrás de la pancarta de policías y servicios de emergencias, el Rey, Rajoy, Puigdemont y el resto de autoridades caminaron por el centro del paseo flanqueados por jóvenes de diferentes religiones, entre ellos una chica ataviada con el pañuelo musulmán. Un recorrido de apenas 200 metros hasta llegar a la plaza de Cataluña, donde se realizó un sobrio acto.

El escenario, apostado en la parte sur de la céntrica plaza, prácticamente en el arranque de las Ramblas, en el inicio de lo que fue el recorrido criminal del terrorista Younes Abouyaaqoub. Una vez llegaron las dos cabeceras a la plaza, la actriz Rosa Maria Sardà y la activista Miriam Hatibi hicieron varias lecturas escogidas, en un acto que concluyó con la interpretación por parte de un violonchelista del Liceo y de un joven estudiante de música de «El cant dels Ocells» (El canto de los pájaros), el clásico de Pau Casals universalmente convertido en un himno de paz.

Fue en ese momento cuando de manera masiva, y por encima de banderas e intentos de apropiación política, Barcelona clamó de nuevo un «No tinc por» que no sirve para prevenir nuevos atentados, o evitar que unos jóvenes aparentemente integrados en un pueblo de montaña en Cataluña se fanaticen hasta convertirse en terroristas de sus propios convecinos. Sí al menos sirvió para proclamar que la violencia no debería cambiar la vida de la ciudad y de ningún país.

En primera persona, uno de los agentes de la Guardia Urbana de Barcelona que participó en el dispositivo de seguridad del jueves 17, señalaba a este diario lo reconfortante que era sentir el calor de la gente después de unos años en los que la Policía local de Barcelona, también los Mossos d’Esquadra, han estado en el punto de mira de la opinión pública.

De manera espontánea, las flores que varios voluntarios repartieron –rojas, amarillas y blancas, los colores de la bandera de Barcelona– fueron devueltas por los asistentes a los representantes de los distintos cuerpos policiales y servicios de emergencias. En lo que fue una de las imágenes más simbólicas de la tarde, varios coches del SEM y furgonetas de la Guardia Urbana y de los Mossos acabaron cubiertos de flores. Este episodio, junto a las pancartas que varios asistentes de religión musulmana portaban –«Nosotros también somos víctimas»–, u otras con lemas tan simples como el de «Paz», expresaban el sentir mayoritario de una manifestación que, lamentablemente, estuvo también marcada por su intento de politización por parte de grupos independentistas.

«Hipócritas»

Sin querer entrar en polémicas, el presidente del Gobierno se limitó a exponer en Twitter: «En Barcelona, por las víctimas y por la libertad. #NoTincPor #NoTenemosMiedo». Sí aludió a los pitidos el presidente de Ciudadanos (Cs), Albert Rivera –quien estuvo en la concentración como también Pedro Sánchez (PSOE) y Pablo Iglesias (Podemos)– para señalar que «cuando muere una persona, no es independentista, de Cs, del PP, del PSOE o de CDC; es una persona que ha muerto, y eso merece un respeto».

El líder del PPC, Xavier García Albiol, acusó al independentismo de intentar convertir la manifestación en un «aquelarre» a favor de la secesión, por lo que admitió que «por primera vez» en su vida se siente «avergonzado de esta parte independentista de la población catalana». También aludió a lo sucedido Societat Civil Catalana, que lamentó «profundamente los abucheos, una acción política que no tiene nada que ver con el espíritu de unidad y concordia que debería predominar en este tipo de actos».

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