ABC – 08/03/16 – IGNACIO CAMACHO
· Rivera triunfó en el debate apoyando a un perdedor porque supo interpretar la necesidad social de pensamiento positivo.
Intuición o encuestas. El romance de Albert Rivera con el PSOE, abrochado por un pacto de índole socialdemócrata, sólo se explica en un político tan calculador desde la certidumbre de su rentabilidad estratégica. El líder de Ciudadanos, que salió perjudicado de las elecciones por no definir con claridad sus preferencias de acuerdo, se ha atornillado a la alianza con Pedro Sánchez en la seguridad de que su crédito se refuerza con esa operación que por un lado levanta cortafuegos a Podemos y por otro perfila a su partido como una fuerza de voluntad constructiva, capaz incluso de ofrecer una salida de centro tercerista –la «operación Borgen»– al colapso.
Por olfato o por lectura demoscópica ha concluido que los beneficios de alejarse de un PP de liderazgo achicharrado superan en este momento al riesgo de defraudar a su abundante electorado de centro-derecha. Que la opinión pública va a premiar a quien se implique en las soluciones frente a la crisis de los vetos cruzados.
Con C´s se ha producido desde el principio una gran paradoja. Siendo un partido con indisimulada vocación de socialdemocracia moderada, fue adoptado por electores decepcionados del marianismo, sobre todo menores de 40 años, como una fórmula de derecha bonita. La acusación izquierdista de ser una marca blanca del PP le benefició entre el segmento liberal-conservador que la creyó a pies juntillas; dos de cada tres de sus votos proceden de esa bolsa sociológica.
En teoría, pues, la asociación con el PSOE podría perjudicarlo y así lo entienden los estrategas de Moncloa, que aceptan encantados su ticket con Sánchez en la confianza de que devolverá al redil a muchos votantes extraviados. Sin embargo, algo se mueve en una parte de la sociedad española que cree ver en Rivera la encarnación de un pensamiento de energía positiva, como si fuese una especie de Paulo Coelho de la política. Esa necesidad emocional explica su éxito en el tumultuoso debate de investidura, donde acertó a defender el programa común con más solvencia que el candidato.
Pero la apuesta escorada de Rivera también tiene filo, instinto liquidador. Apunta contra el desgaste objetivo del PP, al que la corrupción acosa cada lunes, y del propio Rajoy, empequeñecido por más que trate de recuperar iniciativa. No hay que ser un gurú para detectar el aura de rechazo que rodea a un presidente al que muchos de los suyos ven ya como un obstáculo.
Por eso el dirigente naranja ha endurecido su posición ante el que por la procedencia de los votos debería ser su socio natural, empujándolo hasta casi rozar el cordón sanitario. Así podría sacar rédito hasta de un improbabilísimo paso atrás marianista, que de todos modos no va a ocurrir al menos hasta que llegue la hora de designar candidatos. En esta tensa espera de dos meses aún pueden suceder muchas cosas, excepto una: que los españoles digieran su creciente hartazgo.
ABC – 08/03/16 – IGNACIO CAMACHO